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Caso Monzón: cuando el macho le ganó al hombre

De chico escuché resonar su nombre junto a la palabra "ídolo". En blanco y negro repasábamos cada tanto las hazañas del gran boxeador argentino Carlos Monzón, aquel campeón mundial de los medianos quien fuera considerado tal vez el mejor de la historia en su categoría. Su reinado de siete años lo catapultó a la fama, situación que lo llevó al ámbito del cine y la farándula. Estereotipo de macho galán de su época tuvo "éxito" relacionándose con las modelos y actrices más pretendidas del momento.

Alicia Muñiz

(*) Por JAVIER ALEJANDRO GAUNA

Javier Gauna

Su fama de golpeador trascendió las cuerdas del cuadrilátero. Recuerdo haber escuchado cómo en charla de hombres alegremente se admiraba los episodios en que el boxeador literalmente fajaba a sus parejas. En busca de material para este artículo veo horrorizado declaraciones de Susana Giménez diciendo: "Mi recuerdo de él es el mejor. Monzón era como un chico grande. Peligroso. Por eso terminamos." (Ésta no es una edición, textualmente en una misma frase dijo tener el mejor recuerdo de él, y que era peligroso)

Su matrimonio con la actriz uruguaya Alicia Muñiz terminó en la conocida tragedia del 14 de febrero de 1988 cuando Carlos Monzón la asesinó con sus propias manos. Hecho por el que la justicia lo condenó a sólo once años de cárcel teniendo en cuenta atenuantes de emoción violenta y alcoholismo.

Hoy día con el feminicidio ya contemplado por la ley, muchos todavía consideran "injusto" que se califique como agravante si la víctima es una mujer. La carencia de argumentos para esa afirmación se despedaza ante la evidencia que el caso Monzón puede mostrarnos.

Carlos y Alicia tuvieron varios episodios violentos que habían llevado a la pareja por el camino de la separación. La noche del asesinato Muñiz había ido a buscar a su hijo a la casa de Monzón. Carlos la llevó a una serie de eventos y fiestas (probablemente por la fuerza) con la excusa de que podría llevarse a su hijo al finalizar la velada. Monzón en su declaración afirmó que todo iba muy bien y que incluso tuvieron sexo al volver a la casa (¿consentido o violación?). Luego sin explicación razonable aseguró que ella se puso "histérica" discutiendo por el pase de dinero. Dijo que Alicia lo atacó a cachetadas y rasguñándolo. Que él intentó frenarla y calmarla. Pero se excusó que en su estado de ebriedad no midió el equilibrio y en el forcejeo cayeron por el balcón lesionándose ambos pero provocando la muerte de la mujer.

Hasta aquí hemos visto que, incluso en la declaración bajo juramento, Monzón deja ver su lado machista justificando su accionar. Al preguntar el juez si él la había golpeado, Monzón dijo que eso era imposible, un golpe de él podría literalmente matarla (¿traición del inconsciente?).

Las pericias determinaron que Muñiz había muerto por asfixia, que tenía varias lesiones severas por golpes y que su cráneo había estallado al ser su cuerpo inerte arrojado por el balcón en busca de simular un accidente. Momentos después, en la desesperación por encubrir el hecho, Monzón se tiró del mismo lugar quebrándose un brazo para reforzar su coartada. No contó con que un testigo ocular declaró haber visto la secuencia de ambas caídas, siendo esto determinante para la condena del boxeador.

Carlos Monzón, campeón mundial de boxeo. Un tipo que entraba al ring pensando que el rival era un enemigo al que había que destruir. Un boxeador con un puñetazo tan poderoso que derribó a muchos de los mejores púgiles. Carlos sabía perfectamente que contaba con una superioridad física capaz de matar incluso a un luchador preparado. Era totalmente consciente del daño que podría causar en la frágil contextura de Alicia Muñiz. Aun habiendo recibido fuertes golpes frente a campeones de boxeo, Carlos nunca había perdido la paciencia para "trabajar" a su rival y ganarle. Sin embargo aquí dijo haberse sentido presa de la emoción violenta que le generaba la discusión (con una sencilla mujer). Ese momento de furia fue determinante para que el macho venciera al hombre, y descargara sobre la mujer la misma agresividad con la que se coronó ante Nino Benvenuti. Ningún atenuante es más fuerte que la evidente desigualdad de condiciones en que ambos se enfrentaron. Y digo enfrentaron porque Alicia Muñiz muere porque se cansó de ser sometida, porque quiso decir basta y confrontar al hombre que la maltrataba. Ella lo hizo con sus uñas, él con puños de acero. Alicia muere por su condición de mujer en lo que directamente calificamos como un caso de feminicidio con todas las letras.

A Carlos Monzón se le otorgaron salidas transitorias por buena conducta. Su vida terminó en enero de 1995 en un accidente de tránsito, irónicamente en manos de otro de los grandes flagelos que atacan a nuestra sociedad. Otra materia pendiente.

Lo descripto nos muestra tal vez un evento de superioridad física extremo, sin embargo como hombre creo que todos estamos en mayor o menor medida abarcados en estos conceptos. Por eso no hay justificativos.

La figura del feminicidio no sólo existe para aplicar condenas más duras que los once miserables años que le dieron a Monzón. También está para sumar un gran aporte a la lucha contra el sometimiento sistemático de la mujer debido a su condición. Repito, sometimiento sistemático. Para ello es necesario cambiar radicalmente las estructuras sociales, políticas, culturales y de pensamiento machista patriarcal que nos atraviesan y que, aun en pleno siglo XXI, a muchos hombres y mujeres les resultan divertidas y pintorescas.

 

(*) Joven escritor uruguayense nacido en 1979, radicado en Paraná. Autor del libro de cuentos “Itá Caabó” y de diversos relatos en antologías.

 

 

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