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Dos octubres: los dos meses que marcaron a fuego la historia de Israel

Gabriel Michi, editor de Política de Newsweek Argentina, estuvo cubriendo –como enviado de C5N- tanto la situación de 2023 tras los ataques terroristas como lo que se vivió en este 2025 con el acuerdo de paz de Trump y la liberación de los rehenes. Una crónica en primera persona que cuenta la guerra desde adentro.

 

Por GABRIEL MICHI (*)

Dos octubres. Uno en 2023. Otro en 2025. Uno, de un lado de la frontera. Otro, del lado contiguo. Uno, con disparos y bombas cayendo. Otro, con una tregua que ilusiona pero que es muy frágil. Uno, con muertes y destrucción como postal unívoca de un territorio devastado y sumergido en la miseria. Otro, con reencuentros emotivos y obras de infraestructura que emergen por doquier mostrando una potencialidad económica de un país del Primer Mundo. Las diferencias entre aquel octubre del 2023 y el que acaba de concluir en este 2025 son abismales. Como también las que hay entre aquel pasado y este presente con respecto a lo que ocurre en la Franja de Gaza y en Israel. Son dos universos distantes, incomparables. A pesar de compartir una misma región geográfica, con sus polvorientos suelos, y una frontera de 51 kilómetros, pero donde abundan las vallas, alambrados y muros gigantescos que los separan.

Todos los pasos que los comunican (5 en total) y por donde 18.000 gazatíes cruzaban cada día para trabajar en Israel, están cerrados y bloqueados desde el brutal ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023 que terminó con 1.200 muertos, 4.000 heridos y 251 secuestrados. La respuesta israelí fue demoledora: bombardeos constantes y una avanzada arrasadora del Ejército que dejaron cerca de 68.000 muertos en estos dos años y que generaron desplazamientos forzosos de la mayor parte de los 2,2 millones de habitantes de la destruida Franja de Gaza, un territorio de apenas 360 kilómetros cuadrados (una vez y media la Ciudad de Buenos Aires).

Como enviado especial del canal C5N (junto al camarógrafo Ezequiel Pizzuto) estuve cubriendo periodísticamente aquel octubre y este octubre. En 2023 llegamos dos días después de la masacre de Hamás. Recorrimos todos los lugares afectados: kibutz, ciudades, moshav, el lugar de la fiesta Nova, la morgue colectiva, entre muchos otros espacios donde la muerte y el dolor se habían hecho presentes.

 

Trabajamos en medio de bombardeos y sirenas que nos obligaban a buscar refugio en forma constante o tirarnos cuerpo a tierra -con nuestro equipo de seguridad, chaleco blindado y casco- cuando era imposible alcanzar un búnker antibombas. En más de una veintena de oportunidades durante nuestra estadía sentimos ese rigor de la guerra. Y cuando las explosiones cedían y el aullido de las sirenas se acallaba, seguíamos con nuestra cobertura. Para muchos periodistas que nos dedicamos a las noticias internacionales cubrir una guerra es una prueba mayor, que genera adrenalina pero que –no sé por qué- nos atrae.

No poder ser indiferente ante tanto dolor y destrucción, pero tenés que seguir narrándolo. Informar, a pesar de todo, allí donde la verdad suele ser la primera víctima.

En aquel octubre de 2023 pudimos conocer de primera mano muchas de las historias de las 45 personas de doble nacionalidad argentina-israelí que fueron vulneradas violentamente por los terroristas: 22 fueron asesinadas ese mismo 7 de octubre y 23 terminaron secuestradas (el 10% del total mundial); de los raptados, 5 murieron durante su cautiverio en Gaza (Shiri Silberman Bibas y sus pequeños hijos Ariel, de 5 años, y Kfir, de apenas 1 año; además de Alon Shimraz y Ron Sherman). En ese momento entrevistamos, por ejemplo, al Alex Sherman, el padre de Ron (sobrino de León Gieco), mientras que su hijo estaba secuestrado y no se sabía de su letal desenlace. El joven sólo tenía 18 años y estaba haciendo el Servicio Militar Obligatorio cuando se lo llevaron entre golpes y gritos que los terroristas filmaron para darle más espectacularidad y propaganda a su masacre.

También entrevistamos a Itzik Horn, el padre de los secuestrados Iair y Eitan, que fueron raptados del kibutz de Nir Oz, donde se llevaron a más de la mitad de los argentinos tomados como rehenes. Ese hombre estaba partido al medio, totalmente desconcertado y clamaba por respuestas, con un dolor que nos desgarraba incluso como periodistas. Pero sacó fuerzas de donde pudo y se convirtió en uno de los principales oradores de los actos multitudinarios que cada sábado se desarrollaron en la “Plaza de los Rehenes”, en el centro de Tel Aviv.

Ese particular espacio se erigió como un símbolo de reclamo por los secuestrados y también se transformó en un amplificador del enojo colectivo contra el gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu. Lo responsabilizaron de poner en riesgo la vida de los cautivos en la Franja de Gaza y de no querer la paz. Ese reclamo, que empezó aquel octubre de 2023, se mantuvo firme hasta este presente, dos años después. Finalmente, el 13 de octubre pasado, por el acuerdo de paz propiciado por el presidente de EEUU, Donald Trump, Hamás liberó a los últimos 20 rehenes que estaban con vida, a cambio de 2.000 prisioneros palestinos detenidos en cárceles israelíes.

Entre los liberados hubo tres argentinos: Eitan Horn –su hermano Iair había sido intercambiado en febrero de 2025- y David y Ariel Cunio. Todos eran vecinos del kibutz de Nir Oz, distante a 1,5 kilómetros de la Franja de Gaza, donde Hamás asesinó a 59 personas y secuestró a más de 60 (incluso varios cuerpos). Nir Oz es una pequeña comunidad agrícola de apenas 400 habitantes que fue arrasada y donde no quedó ni una sola casa sin incendiar.

Gabriel Michi, editor de Política de Newsweek Argentina, fue enviado especial de C5N a Israel, tanto en octubre de 2023 como en el mismo mes de 2025.

En estos dos años de incertidumbre entrevisté en varias ocasiones a Silvia Cunio, la madre de David (secuestrado en un primer momento junto a su esposa Sharon, sus pequeñas hijas gemelas de 3 años, su cuñada y su niña, todas ellas liberadas en noviembre de 2023) y Ariel (raptado junto a su novia Arbel Yehud, liberada en febrero pasado. La tragedia de Silvia estuvo cerca de ser aún mucho mayor, ya que los milicianos atacaron otras casas de su familia en el kibutz, incendiando las de sus otros dos hijos y la de suya y de su marido. Sólo se salvó la abuela de los chicos, Ester, que a sus 90 años conmovió al terrorista que la tenía apuntada con su arma cuando supo que era de Argentina, “el país de Lionel Messi”, y por eso le perdonó la vida y hasta se sacó una foto con ella.

Ahora, en este nuevo octubre, pude volver a entrevistar a Silvia Cunio en el hospital Sheeva, donde estaban internados sus hijos tras ser liberados. Las lágrimas surcaban su rostro sin disimulo y contagiaban. “Nunca perdí la esperanza de recuperarlos”, me confió.

El momento de la liberación de David, Ariel y Eitan lo cubrimos desde la “Plaza de los rehenes” donde pudimos ver la emocionante reacción colectiva mientras en las pantallas gigantes se proyectaban las imágenes en vivo de cómo los secuestrados eran entregados por los terroristas a la Cruz Roja, que a su vez los llevaban a la frontera donde pasaban a manos de la Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y de allí al reencuentro con sus familias en una base militar. Fuimos testigos directos y privilegiados de la emoción incomparable del primo de los Horn, Julián Chmeil, quien entre lágrimas recibía la noticia y nos daba la primicia de que Eitan ya estaba a salvo y que se había comunicado por videollamada con su madre Ruth.

Esta vez, la “Plaza de los rehenes” fue una fiesta, aunque faltaban los 28 cuerpos que permanecían en Gaza y que empezaron a ser recuperados en los días siguientes. Ese escenario volvió a explotar de fervor cuando horas más tarde aparecía la imagen de Donald Trump en el Knéset, el Parlamento israelÍ). Los gritos de apoyo al presidente estadounidense tronaron entre los manifestantes, todo lo contrario a lo que ocurría con Netanyahu. Trump es considerado por todo Israel como el gran artífice del plan de paz que permitió la recuperación de los secuestrados.

Después de los días donde retratamos los festejos (y reclamos) en la “Plaza de los rehenes”, decidimos volver a varios de los lugares que recorrimos en 2023. Regresamos a Sderot, la ciudad Israelí más cercana a Gaza, donde aquel 7 de octubre los terroristas de Hamás –tras romper el cerco fronterizo- llegaron en motos y camionetas y asesinaron a 57 personas. Allí tomaron el Departamento Central de Policía matando a 17 efectivos; se atrincheraron y dieron una batalla feroz que duró más de 20 horas, hasta que un tanque del Ejército israelí disparó un cañonazo que tiró abajo el edificio completo con sus atacantes adentro. Hoy ese es una plaza donde se levanta un memorial para recordar a los caídos. Y hay más población que antes del ataque pasó de 32.000 a 40.000 habitantes.

Luego fuimos a la zona de Reims, donde está el enorme predio en el que se desarrolló la fiesta Nova, escenario de la peor masacre: allí Hamás asesinó a más de 350 personas, la mayoría jóvenes que habían ido a participar, paradójicamente, de un festival por la paz. Cuando ingresamos en 2023 –integrando el primer grupo reducido de medios internacionales al que le abrían el lugar- nos encontramos con una escena dantesca: carpas armadas y arrumbadas, bebidas tiradas, bolsas de dormir amontonadas, baños químicos acribillados a balazos y signos del horror por donde uno mirara. Hoy ese campo es un memorial con las fotos de cada una de las víctimas, acompañadas por sus historias inconclusas, además de enormes gigantografías que recuerdan aquel octubre infernal y donde también hay espacios para rezar o elevar los pensamientos por los asesinados y secuestrados (más de 60). Hoy Nova transita otro octubre.

Ni hablar de lo que se respira en el kibutz de Nir Oz, lugar de residencia de tantos argentinos. En octubre de 2023 lo recorrimos junto a Pablo Roitman, hijo de Ofelia Feler –tía del periodista deportivo Hernán Feler- quien estaba secuestrada, tras ser herida y arrastrada a Gaza por los terroristas. Las manchas de sangre hacían imaginar el sufrimiento de esa mujer de 77 años. Ofelia logró su libertad en el intercambio de rehenes de noviembre de 2023. Pero no quiere saber nada de volver a vivir a Nir Oz.  Hoy se colocó una piedra refundacional del kibutz y ya hay personas que regresaron a sus viviendas, pese a que las casas conservan los signos de aquel horror. Quieren que para fines de 2026, esté habitado y funcionando a pleno.

Los israelíes consideran a Trump como el verdadero artífice del alto el fuego y del rescate de los últimos rehenes.

Con Pablo Roitman volvimos a recorrer cada uno de esos espacios y, en particular, los hogares de los argentinos. Estuvimos en la casa de los Cunio, de los Horn, de los Engel (donde la cordobesa Karina y sus dos hijas fueron secuestradas –liberadas en noviembre de 2023- y donde los terroristas mataron al padre de la familia, Ronen, y se llevaron su cuerpo que acaba de ser devuelto en este octubre). También nos detuvimos en la vivienda de la que los terroristas se llevaron a Shiri Bibas y sus dos pequeños hijos Kfir y Ariel, además de al padre de la familia, Yarden.

Es estremecedor ver los juguetes de los bebés tirados entre los escombros incendiados de la vivienda. Yarden recuperó la libertad en febrero de 2025. Pero días después tuvo la terrible confirmación de que su esposa y sus hijitos fueron asesinados mientras estaban en manos de Hamás. Su casa abandonada y destruida habla de aquel octubre y también de éste.

Durante nuestra cobertura decidimos llegar hasta la frontera entre Israel y  Gaza y recorrerla de norte a sur. En el norte, estuvimos pegados al alambre perimetral (tanto en el kibutz de Netiv HaAzara como en Sderot) y pudimos observar la destrucción en la que quedó la Franja. Mientras que del lado israelí se ve una militarización extrema, con la tecnología más moderna –de hecho mientras hacíamos nuestro reporte fronterizo, un dron controlaba nuestros movimientos- y las señales de una maquinaria de construcción imparable, del lado palestino sólo se divisaban las ruinas a la quedaron reducidas ciudades como Beit Hanun o Beit Lahia, en la región de Jabalía. Los contrastes saltan a la vista. Son dos universos. Son dos octubres, en simultáneo, pero bien distintos.

Del lado palestino no hay tiempo para festejos, pese a la liberación de los 2.000 que estaban encarcelados en Israel. Sólo hubo aplausos cuando empezó a regir el “alto el fuego”, después de días y noches de bombardeos que no pararon en dos años. Y que dejaron diezmadas a todas las familias: no hay una sola que no haya perdido al menos a un ser querido, incluso mujeres y niños. Y hay muchas que perdieron a varios de sus miembros. Esos dos octubres, distintos y distantes, se pueden detectar a simple vista en la frontera.

Dentro del plan de paz de 20 puntos impulsado por Trump y firmado en la localidad egipcia de Sharm El Sheik (con el aval de una veintena de países) se estableció una serie de etapas. En la primera se decretó el repliegue de las tropas de las FDI a una línea amarilla todavía en Gaza (ocupan el 53% de ese territorio), el intercambio de los 48 rehenes israelíes (20 con vida y 28 sin vida) por 2.000 presos palestinos y el “cese al fuego” inmediato (aunque hubo algunos choques aislados posteriores). Casi todo eso se cumplió. Faltaba aún la llegada de la ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, algo que debería ser una prioridad insoslayable –y urgente- ya que la situación es desesperadamente acuciante.

Sin embargo, en el relevamiento que hicimos de norte a sur hasta llegar al paso de Kerem Shalom (pegado a la triple frontera entre Israel, Gaza y Egipto) no se veía nada de eso. Los camiones con víveres y medicamentos para los gazatíes brillaban por su ausencia. Organismos internacionales denuncian que Israel está bloqueando la llegada de esa ayuda que también significaría el arribo de materiales para la reconstrucción, una utopía lejana. Como contracara, en toda la superficie israelí se ven impresionantes obras de infraestructura en pleno desarrollo. Pero en Gaza sólo hay escombros.

Dos octubres. Uno en 2023. Otro en 2025. Uno, en la Franja de Gaza. Otro, en Israel. Las preguntas que se abren son infinitas. Como el dolor y las heridas. Las desconfianzas y los resentimientos. Las dudas y las sospechas. Como testigo privilegiado al que le tocó el desafío periodístico de cubrir estos hechos históricos pude comprobar que hubo (y hay) dos octubres, diferentes, contradictorios. Dos octubres opuestos en los que se debaten la vida y la muerte.

 

(*) Artículo originalmente publicado en mundonews.com.ar. Se reproduce por gentileza de su autor.

 

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