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Entre la recesión y la desindustrialización: el drama silencioso de las PyMEs en Entre Ríos

La crisis económica que atraviesa la Argentina suele medirse en grandes agregados: inflación, déficit, reservas, tipo de cambio. Sin embargo, en el territorio -allí donde la economía se vuelve trabajo, comercio y producción concreta- los números adquieren un espesor social distinto.

En Entre Ríos (que forma parte de la Región Centro junto a Santa Fe y Córdoba), ese espesor hoy se traduce en persianas bajas, plantas fabriles paralizadas y miles de familias que ven deteriorarse su horizonte de previsibilidad. El reciente informe (elaborado con datos relevados de fuentes oficiales como la Superintendencia de Riesgos del Trabajo -SIPA-, y del Centro de Economía Política Argentina -CEPA- junto a información de APYME Entre Ríos) da cuenta del cierre de más de 500 pequeñas y medianas empresas en la provincia en apenas dos años. Ese no es un dato aislado: es una señal de alarma sobre el rumbo productivo y social que se está consolidando.

Entre noviembre de 2023 y agosto de 2025, Entre Ríos perdió entre 658 y 729 empresas, según distintas mediciones del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). En paralelo, se destruyeron entre 9.992 y 11.542 puestos de trabajo registrados, un golpe que impacta de lleno en el corazón del entramado productivo local. El dato adquiere mayor gravedad cuando se observa su composición: el 99,7% de las firmas cerradas son PyMEs, es decir, empresas que no sólo generan empleo, sino que cumplen un rol central en la cohesión social, el arraigo territorial y la circulación de ingresos en las economías regionales.

La advertencia de la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (APYME) es contundente. A nivel nacional, más de 12.000 empresas desaparecieron en el mismo período; de ellas, más de 500 pertenecen a Entre Ríos. En términos laborales, la provincia perdió más de 11.300 puestos de trabajo, con un dato que rompe ciertos prejuicios: aproximadamente la mitad de esa destrucción de empleo corresponde a grandes empresas. La crisis, por lo tanto, no discrimina tamaño ni sector, aunque sí castiga con mayor dureza a quienes tienen menor espalda financiera.

Sectores en retroceso y caída del consumo

El mapa sectorial de los cierres permite dimensionar la profundidad del problema. El comercio encabeza la lista, con entre 145 y 161 empresas cerradas, seguido por transporte y almacenamiento (77), alojamiento y servicios de comida (73), servicios profesionales (71) y construcción (60). No se trata únicamente de actividades marginales: son sectores intensivos en empleo y fuertemente ligados al mercado interno.

Los porcentajes de caída refuerzan la idea de un proceso recesivo de alcance estructural. Los servicios artísticos, culturales y deportivos registran una contracción del 15,4%; la construcción cae un 11,5%, pero con una pérdida del 36,2% de sus trabajadores; el sector de alojamiento y gastronomía retrocede un 10,3%. En términos de ventas, la caída promedio supera el 40% en rubros como la construcción, la marroquinería, la computación, la imprenta, los artículos del hogar y la gastronomía. La gravedad no se puede disimular ni tampoco diferir.

El deterioro del poder adquisitivo y la contracción del consumo interno aparecen como factores transversales. En ciudades y pueblos entrerrianos, el paisaje urbano ofrece una postal elocuente: locales vacíos, galpones cerrados, carteles de “se alquila” que se multiplican. En la gastronomía, incluso donde no hay cierres definitivos, se observan cambios drásticos en los patrones de consumo: menos salidas, tickets promedio más bajos, reducción de personal y de horarios.

Casos emblemáticos: cuando la crisis tiene nombre y apellido

Detrás de las estadísticas hay historias concretas que explican por qué esta crisis no es abstracta. En Paraná, el cierre del centro de distribución de La Serenísima en marzo de 2025 se convirtió en un símbolo del retroceso industrial. A ello se suman las suspensiones en Longvie, donde el 50% de sus 230 trabajadores fue afectado, y el cierre de seis hoteles en la costa del río Paraná hasta julio de 2025. Incluso el sector público registra ajustes sin precedentes: la reducción de personal en oficinas de ARCA (ex AFIP), con 25 retiros voluntarios, revela que la contracción atraviesa toda la economía.

En Concepción del Uruguay, la situación de Granja Tres Arroyos -planta Becar- también condensa varias de las tensiones actuales. El cierre definitivo anunciado para diciembre de 2025 afectará entre 270 y 300 operarios, que serían trasladados a otra planta, en un contexto ya marcado por 70 despidos previos, salarios adeudados y la amenaza de hasta 400 cesantías adicionales. La incertidumbre laboral se combina aquí con un impacto social directo, especialmente en una ciudad donde la industria avícola cumple un rol estratégico.

Concordia, la capital citrícola, tampoco escapa al deterioro. El cierre de dos sucursales mayoristas de Diarco dejó 38 empleados despedidos sin previo aviso, en el marco de una reestructuración nacional que superó las 180 sucursales cerradas. A ello se suma el cierre de restaurantes emblemáticos, con el consecuente impacto sobre el empleo y la actividad turística.

En Gualeguaychú, la crisis adopta rasgos particularmente sensibles. La Metalúrgica Futura, con más de medio siglo de trayectoria, cerró sus puertas tras atribuir su falta de competitividad a la apertura indiscriminada de importaciones, especialmente desde China. Veintidós familias quedaron sin sustento, con indemnizaciones ofrecidas al 50%. Unilever, por su parte, avanzó con retiros voluntarios y anticipa nuevos despidos, mientras que el sector de juegos de azar enfrenta conflictos salariales y desvinculaciones.

Otras localidades -Gualeguay, Larroque, Villaguay, Federación, María Grande, Villa Elisa, Ubajay, Basavilbaso, Urdinarrain- exhiben distintos grados de afectación, desde cierres de delegaciones estatales hasta conflictos prolongados en empresas, donde los despidos se vinculan a denuncias por condiciones laborales. El denominador común es la fragilidad creciente del entramado productivo local.

Las causas estructurales: un cóctel recesivo

Las empresas entrerrianas identifican un conjunto de factores que explican esta dinámica. La caída del consumo interno y la pérdida del poder adquisitivo encabezan la lista, seguidas por la apertura importadora, que amenaza al 42% de las PyMEs industriales. La paralización de la obra pública golpea de lleno a la construcción y a toda su cadena de valor, mientras que la falta de financiamiento y los altos costos fijos reducen el margen de maniobra de las firmas más pequeñas.

A ello se suma una recesión económica generalizada y el cierre de mercados externos en sectores específicos, como el avícola, afectado por la gripe aviar. El resultado es un promedio cercano a 30 empresas cerradas por mes desde diciembre de 2023, una velocidad que no tiene antecedentes recientes en la provincia.

El debate político y el modelo de desarrollo

El trasfondo de esta crisis no es sólo económico, sino también político. El pronunciamiento de APYME tras la 31° Conferencia Industrial de la UIA pone en palabras una preocupación extendida entre los pequeños y medianos empresarios: la sensación de que la economía real quedó fuera del radar de las decisiones macroeconómicas. La entidad cuestionó duramente el discurso del ministro de Economía, Luis Caputo, al señalar que no mencionó una sola vez los conceptos de “industria”, “producción” o “trabajo”, en un contexto donde muchos sectores operan apenas por encima del 50% de su capacidad instalada.

Desde esta perspectiva, el problema no es coyuntural sino estratégico. APYME advierte que el horizonte propuesto -centrado en inversiones extranjeras directas en minería, energía y enclaves tecnológicos bajo el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI)- configura una economía orientada “hacia afuera”, con bajo agregado de valor local, escasa generación de empleo y fuertes exenciones para grandes capitales. En ese esquema, el mercado interno y la industria nacional aparecen relegados.

La advertencia es clara: el “fantasma” que recorre hoy la Argentina no es ideológico, sino productivo. La desindustrialización, con más de 18.000 empresas cerradas y más de 200.000 empleos perdidos a nivel nacional, amenaza con consolidar un país más desigual, dependiente y vulnerable a los vaivenes externos.

Una encrucijada para la Región Centro

Para la Región Centro, históricamente asociada a la producción, el trabajo y el valor agregado, el caso de Entre Ríos funciona como un espejo incómodo. Santa Fe y Córdoba, con estructuras industriales más diversificadas, no están exentas de tensiones similares. La pregunta de fondo es si el actual sendero económico permitirá sostener un entramado PyME que ha sido clave para el desarrollo regional o si, por el contrario, profundizará un proceso de concentración y primarización.

El informe sobre Entre Ríos no sólo describe una crisis: interpela. Obliga a repensar el vínculo entre política macroeconómica y economía real, entre apertura y protección inteligente, entre estabilidad y crecimiento. En última instancia, plantea un dilema que excede a una provincia: qué tipo de país se está construyendo cuando las persianas que bajan son, casi siempre, las de quienes producen y emplean en el territorio.

La respuesta no es inmediata ni sencilla. Pero ignorar las señales que envían las PyMEs entrerrianas sería, sin dudas, el camino más corto hacia una crisis aún más profunda, no sólo económica, sino también social.

Fuente: Análisis.

 

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