BNA
Inicio » Cultura » Celia Torrá, la uruguayense que maneja la batuta
A 59 AÑOS DE SU MUERTE

Celia Torrá, la uruguayense que maneja la batuta

La compositora uruguayense fue la primera mujer en dirigir una orquesta en el Teatro Colón, en una época en la que ese mundo aún era muy ajeno a las mujeres. Celia Torrá se esforzó durante toda su vida por lograr que la música más excelsa llegara al pueblo: creó la primera orquesta sinfónica de mujeres y un coro obrero, y creía que la música debía ser accesible a todos los sectores de la sociedad. Esta publicación formará parte del tomo II de "Las historias casi desconocidas de Concepción del Uruguay", que está en elaboración y es editado por Editorial El Miércoles.

 

Por A.S. de EL MIÉRCOLES DIGITAL

 

Violinista, pianista, compositora, concertista, docente, directora de orquestas y coros, y la primera mujer en empuñar la batuta para dirigir una orquesta en el Teatro Colón, el más imponente de la Argentina, en una época en la que la orquesta bajo su dirección no tenía una sola mujer como integrante. Esa paradójica situación es más que simbólica: Celia Torrá también fue una mujer de enorme sensibilidad y de potentes convicciones, que la llevaron a convertirse en una pionera en varios planos de su labor.

Celia Tomasa Torrá Urbach nació en Concepción del Uruguay el 18 de septiembre de 1884, en una familia de amantes de la música: tanto su papá Joaquín, flautista aficionado, como su mamá Teresa, pianista, como su hermana mayor Amalia. Bebió de ese ambiente y afloró su talento: desde siempre la música fue su pasión. Y las virtudes de la pequeña Celia eran tan ostensibles que la familia no lo dudó: le compraron un violín y le proporcionaron la mejor enseñanza disponible en su entorno, aunque los primeros pasos los dio con su papá, quien comenzó a enseñarle violín cuando tenía apenas cuatro años. Ya a los 18 años, y tras egresar como maestra de la Escuela Normal Mariano Moreno, se trasladó a la capital porteña donde comenzó a profun-dizar sus estudios musicales con los maestros más destacados de la época: piano con el compositor Alberto Williams, violín con América Montenegro y con Andrés Gaos. A los 25 años, en 1909, obtiene por sus méritos el Premio Europa que consistía en una beca de la Comisión Nacional de Bellas Artes para viajar a Europa a continuar su formación musical. Allí se radicó primero en Bruselas (Bélgica) donde pudo perfeccionarse con Cesar Thompson y luego en Hungría con Jeno Hubay y Zoltan Kodaly. No fue fácil: los prejuicios machistas y etnocéntricos eran una barrera invisible. Cuenta una de las estudiosas que en la admisión en Bélgica le exigieron un trozo de difícil ejecución, pero a medida que Celia avanzaba, el profesor a cargo modifica su juicio y termina diciendo: “Ca c’est la musique sauvage américaine?” (“¿Ésta es la música salvaje americana?”). No pasó mucho tiempo para que comenzaran los reconocimientos a su talento: en Europa obtuvo varios premios como virtuosa del violín.

Celia Torrá en una de sus imágenes más conocidas.

Dice Marcela Méndez, la biógrafa de Celia: “Que una mujer, sudamericana, a inicios del siglo XX viajara a Europa y ganara en Hungría el premio Van Hall como mejor intérprete del violín, no era una cosa común. Muchas mujeres que estudiaban música en ese momento no lo hacían para desarrollarse profesionalmente. Celia sí tenía ese objetivo, y lo logró: dirigió orquestas, compuso, fue reconocida en un ámbito casi exclusiva-mente masculino. Fue una adelantada en el tiempo”.

En Europa la sorprendió la Primera Guerra Mundial, a partir de 1914, lo cual le impidió volver al país pero también seguir con sus estudios musicales. Sin embargo, no por eso dejó de lado su pasión. Al contrario, se establece en Lyon, Francia, y decide colaborar con la Cruz Roja brindando conciertos benéficos de violín a víctimas: son personas mutiladas, refugiadas, lastima-das, a quienes dedica su labor. Los diarios de Francia hablan de los conciertos de Celia Torrá. Al terminar la primera gran guerra​, Celia emprende el regreso a la Argentina, y otra vez en su ciudad natal, realiza un concierto de violín en la Iglesia de la Inmaculada Concepción. Fue a partir de ese evento que promovió la creación de una comisión para recaudar fondos para la compra de un órgano musical, con el apoyo del cura a cargo de la Inmaculada, el padre Andrés Zaninetti.​ Ocho años después había recaudado lo necesario.

Ese mismo año, 1919, el Gobierno de Entre Ríos le concedió una beca para que continuara su formación en Europa. Lo hizo mediante la ley 2.600 que, en su artículo primero dice: “Créase una beca de ciento treinta pesos oro sellado mensuales a favor de la señorita Celia Torrá por el término de dos años a fin de que pueda continuar en Europa sus estudios de composición musical”.

En el siguiente artículo estipula: “Este gasto se incluirá en los Presupuestos de 1920 y 1921 con imputación a la presente ley”. Así que Celia regresa en 1920 al Viejo Mundo y se instala en París, donde estudia en la Schola Cantorum con Paul Le Flem y Vincent d'Indy. Dos años permanece Celia estudiando en Europa, y al regresar a la Argentina, a propuesta del gobierno encabezado por Hipólito Yrigoyen, realiza una labor de difusión musical en el norte argentino. ¿Se habrá embebido allí Celia de las raíces telúricas que pocos años más tarde plasmará en su obra?

Los diez compositores representativos de la música argentina según la revista Lyra (1949). Según el orden de las fotografías: Alberto Williams, Pascual de Rogatis, Gilardo Gilardi, Celia Torrá, Juan José Castro, Carlos Suffern, Roberto García Morillo, Carlos Guastavino y Alberto Ginastera.

Tanto en un formato clásico (con piezas como la “Suite  Incaica”) así como en las canciones populares que crea, poniendo su música para darle ritmo y vida a textos de poetas como Germán Berdiales o Rafael Jijena Sánchez, Celia comienza a desplegar sus notables dotes como compositora. Pero a pesar de tener ya una trayectoria consolidada, continuó estudios de composición bajo la guía de Athos Palma en Buenos Aires.

Por esos años compuso además un “Himno a la Escuela Normal”, con letra de Evelina Parodié Mantero, en oportunidad de cumplirse medio siglo de la fundacion de esa institución, en 1923. A fines de esa década inicia sus actuaciones con el Trío Argentino de Música de Cámara, formado por tres músicas mujeres: además de Celia en violín, están Blanca Cattoi en violoncello y Lita Spena en piano. En 1930 funda la Asociación Coral Argentina. Ese mismo año son premiadas tres de sus canciones por la Municipalidad de Buenos Aires: “Cantar de arriero”, “Vida vidita” y “Milonga del destino”. La Asociación Coral se fusionó un tiempo después (en 1938) con la Asociación Sinfónica Femenina, bajo la dirección de Celia.

Así se creó un ámbito para que las mujeres se expresaran artísticamente de un modo profesional: la Asociación Sinfónica Femenina y Coral Argentina, bajo la batuta de Celia, ofrecía un concierto mensual a partir de abril de cada año. No debe haber sido fácil encontrar intérpretes femeninas, escasas en la época, y menos aún, convencerlas de participar en la función orquestal. Esa experiencia fue decisiva para Celia: se brindaron más de 200 conciertos que la convirtieron en una directora de orquesta excepcional. Una crítica publicada en 1948 no deja dudas: “Celia Torrá puso todo su inmenso saber, el conocimiento purísimo del estilo que ha profundizado con auténtica conciencia de artista y un entusiasmo que no conoce el desfallecimiento. Su labor tan justamente celebrada [...] es sin duda alguna el trabajo de una artista de excepción y su culminación como organizadora y directora en nuestro ambiente musical”.

Foto tomada después del concierto. Sentados, de izquierda a derecha: Celia Torrá, Alberto Williams y Pascual de Rogatis. De pie de izquierda a derecha: Gilardo Gilardi, Felipe Boero, Juan Francisco Giacobbe, Horacio Caillet Bois (director del Teatro Colón), Carlos Suffern (director artístico) y Héctor Iglesias Villaud.

En 1931 compuso la “Rapsodia Entrerriana”, que fue premiada por la Asociación del Profesorado Orquestal (APO) y estrenada en un concierto de esa institución, con la propia Celia como directora. Esa obra fue elogiada por críticos de la época como una “colorida evocación de la vida del litoral argentino”, “una de las obras más enjundiosas de la compositora”, “obra significativa y de tan inspiración que merece se incorpore definitivamente al  repertorio de nuestros conciertos sinfónicos”. Dice sobre esa composición Armida Bucci: “Verdadera trovadora de su tierra, Celia ha vertido en su rapsodia todo lo que el oído fiel virtuoso en la infancia: el susurro de los talas y los ceibos, el roce del sauzal, el manso deslizar del agua y aquellos rasgueos y punteadas que escuchaba a los estudiantes ocultos bajo la enramada”.

Tres años después compuso su “Sonata para piano”, dedicada a su maestro, Athos Palma, muy bien considerada entre las sonatas de su tipo en el repertorio argentino. Tres años más tarde creó la “Suite Incaica”, pieza premiada en el Segundo Salón Nacional de Música Argentina.

Distintos autores y autoras coinciden en señalar a Celia Torrá como la primera compositora profesional de la música nacional de tradición escrita. Además, escribió un gran número de obras infantiles, que aúnan su vocación docente con la compositiva. Aunque hasta hace poco no existía un catálogo completo de las obras de Torrá, la creciente labor de rescate y reivindicación sin pausa de su trabajo, hay un sostenido proceso de dejar, sentada, publicada, estudiada y registrada la obra de Celia Torra. E incluso, para las personas que no son entendidas y simplemente aman la música, ya se pueden encontrar algunas obras de Celia en diferentes versiones en sitios musicales (como You Tube), y por ejemplo la Sinfónica de Entre Ríos suele ejecutar su “Rapsodia Entrerriana”.

Como docente, Celia fue maestra de música en distintas escuelas secundarias e incluso en jardín de infantes. En su concepción de la educación y en su filosofía de la música, le asignaba un lugar preponderante a la enseñanza artística para aspirar a una humanidad más perfecta. Así lo expresaba: “La música es el lenguaje universal que destruye fronteras y acerca corazones, y así como las flores exhalan su perfume en todas las circunstancias tristes o alegres, la música adapta admirablemente sus armonías a todos los momentos que vive el alma humana. Es una injusticia considerarla solo como un elemento de adorno, y un error no asignarle en la educación el lugar que merece”. Este párrafo forma parte de un artículo que Celia Torrá dedicó a reflexionar sobre la misión de la música en la escuela y en la educación de los niños, titulado “La canción escolar”, y publicado en 1934. Allí, “además de subrayar su valor edificante, socializador y humanizador, Torrá reclama para los niños la posibilidad de acceso a una experiencia profunda y real con la música”, dice Romina Dezillio, otra investigadora que ha trabajado sobre nuestra artista. “Acercar la música a todos los sectores de la sociedad será una preocupación sostenida y atendida por Celia Torrá durante toda su vida”, completa.

En 1952 Celia fundó y dirigió el coro de obreros de la fábrica Philips, que dirigió hasta el año de su muerte, que se produjo una década más tarde. Algunos textos lo consignan como “el primer coro obrero” del país, pero ese dato es erróneo: desde hacía décadas que las organizaciones sindicales creaban forma-ciones corales en distintos lugares del país –hay grabaciones de comienzos del siglo XX–, y de hecho la Confederación General del Trabajo (CGT) formó en 1948 su Coro Obrero. Pero en cualquier caso, el dato sirve para ratificar la decidida vocación de Celia por impulsar una música de excelencia al alcance de “las masas”, como ella misma lo escribió. Marcela Méndez cita un párrafo en el que Celia desarrolla su idea: "No importa lo que cueste llegar hasta la masa; iremos sin temor y sin cansancio, somos un pueblo joven más preocupado por su organización material que de su organización espiritual, pero no por eso hay que transigir con la incomprensión ofreciendo lo que conquista el fácil aplauso, no hay que descender, hay que elevarse y en la fuerza del impulso elevar a los demás". Celia lo decía con toda claridad: su misión era "contribuir a la cultura del país, trabajando para obtener, aún a costa de sacrificios la divulgación dentro de lo posible, de las mejores obras de la música universal".

Fragmento del programa de mano de la función en el Teatro Colón, en 1949.

No es una pose de Celia, es su más profunda convicción y lo que le da sentido y coherencia a su vida: como dice Armida Bucci, Celia es “aristócrata de gustos pero de corazón democrático”, porque entiende que “a la masa popular hay que dignificarla yendo hacia ella para elevar su cultura, y por eso se subleva cuando oye decir con displicencia, que para ciertos ambientes la música y la ejecución mediocres bastan”. Esa es la razón por la que dio el ejemplo al aceptar dirigir eel coro de Phillips, pero también es la razón por la que “no vacila en convertirse en profesora absolutamente gratuita” cuando observa que una mujer tiene auténticas condiciones musicales: uno de sus leit-motiv es el de favorecer la posición –tan difícil en esos tiempos– de la mujer que se quiera dedicar a la música..

Una publicación musical especializada, la revista argentina Lyra, incluyó en 1949 a Celia entre los diez compositores nacionales más relevantes de la joven historia nacional. La única mujer, claro. Y acompañó la imagen con el siguiente texto, que resume bien las principales pasiones de nuestra compositora: “Una intensa labor docente y la constante entrega de sus mejores energías a la gran obra de su vida –los conciertos de la Orquesta Sinfónica Femenina, fruto lozano de su constante dedicación y de su esfuerzo inspirado– han impedido hasta ahora a Celia Torrá realizar en cantidad la obra que pudiese  exigirse a su comprobada capacidad creadora”. No es sencillo calificar su obra como compositora, porque si bien incluye un componente arraigado en lo vernáculo (tanto en la reformulación de lo folklórico como en la evocación de la estirpe ancestral aborigen), también en su producción hay obras de pretensión y alcance universal, que la ponen (como lo hizo la revista Lyra) en un nivel superlativo, junto con nombres como Guastavino o Ginastera.

Aunque todo lo anterior sobraría para darle un lugar en la historia grande de la música argentina, lo cierto es que Celia entró para siempre en las crónicas memorables en el año 1949. Fue en un concierto sinfónico en el Teatro Colón, un evento consagrado a compositores nacionales de distintas tendencias creativas, con la particularidad de que las obras interpretadas eran dirigidas por sus propios autores. Celia se convirtió allí en la primera mujer en dirigir una orquesta en el Teatro Colón, orquesta en la que por entonces –como dice uno de los autores consultados– no había una sola mujer frente a un atril. Se interpretaron fragmentos de su “Suite Incaica”, y el diario La Prensa señaló luego que “Celia Torrá confirmó sus bellas dotes de directora”.

No debe haber sido fácil encontrar intérpretes femeninas, escasas en la época, y menos aún, convencerlas de participar en la función orquestal.

Tras esa presentación, un crítico especializado no ahorró elogios: “¡Cuánta emoción en el concierto de los músicos argentinos con el cual cerró su actividad oficial el Teatro Colón! Una felicísima idea de la nueva dirección reunió en ese concierto a un grupo de nuestros compositores en la doble función de tales, y de conductores de su propia música. ¡Qué hermoso acto de justicia resultó, por ejemplo, esta consagración inesperada, y asaz tardía, de nuestra Celia Torrá llegando al teatro Colón para poder escuchar y hacer escuchar su bella música por tan expresivo y eficiente conjunto!” La excepcional ocasión fue inmortalizada en una fotografía donde se la ve junto a Alberto Williams, Pascual de Rogatis, Gilardo Gilardi, Felipe Boero, Juan Francisco Giacobbe, Carlos Suffern y Héctor Iglesias Villoud.

Tras una larga lucha contra el cáncer, Celia murió el 16 de diciembre de 1962, en Buenos Aires. Tenía 78 años y, aunque quizás no lo supo, había cumplido con su máxima aspiración: “No irme de este mundo sin haber cumplido mi destino”. Claro que lo cumplió. Aunque fue necesario que personas como Marcela Méndez se ocuparan de dar a conocer su vida, su obra y su legado, para que se hiciera realidad lo que vaticinó Armida Bucci: "Día llegará en que en la Historia Musical de nuestro país, con honores de adalid, figure el nombre de esta cabal entrerriana que a base de talento y voluntad, luchando sin aprehensión ha llegado a conquistar un sitial de respeto y admiración".

Ese día llegó. Marcela Méndez, apasionada por la vida y obra de Celia, no solo es su principal biógrafa, sino que además fue –todavía estudiante de la Escuela de Música– quien impulsó el merecido reconocimiento: fue su tesón y las adhesiones que recibió al divulgar la labor de su admirada artista, los que consiguieron que la Escuela recibiera, por decreto municipal Nº 11.827, el nombre que aun conserva.

No es el único homenaje que ha cosechado nuestra artista: además de la calle que la recuerda en su ciudad natal (primera calle con nombre de mujer en Concepción del Uruguay, en 1968), a nivel nacional, a fines de 2020, se impuso su nombre al Programa de Orquestas Infantiles y Juveniles. “Le hemos puesto su nombre porque Torrá fue una compositora entrerriana, violinista y directora con una sensibilidad muy especial, que es afín con los valores que pretendemos desarrollar con las orquestas”, explicó Rolando Goldman, coordinador de los dos programas de orquestas infantiles y juveniles que dependen de la Dirección Nacional de Diversidad y Cultura Comunitaria de la Secretaría de Gestión Cultural del Ministerio de Cultura.

Portadas de partituras.

 

Fuentes consultadas:

Marcela Méndez, “Celia Torrá. Ensayo sobre su vida y su obra en su tiempo” (2001)

Romina Dezillio, “Rapsodia de una entrerriana: estudio sobre la primera obra sinfónica de Celia Torrá” (2015), en revista Avances de la Universidad de Córdoba; y “Género, política y espacio: estudio sobre la actuación de Celia Torrá en el Teatro Colón de Buenos Aires como compositora y directora de orquesta” (2019) en revista Música.

Romina Dezilio (compiladora) “Celia Torrá. Sonata para piano en La” (2017, Universidad Nacional de las Artes)

Lucas Méndez, “La música sinfónica en la producción compositiva de Celia Torrá” (2017, Instituto Superior de Música de la Universidad Nacional del Litoral).

Agradecemos especialmente la gentileza de Marcela Méndez, quien revisó este texto previo a su publicación.

Las imágenes son de archivo de El Miércoles.

El retrato al óleo de Celia Torrá por M. Escudero es gentileza del Museo Histórico de Entre Rios Martiniano Leguizamón.

 

 

Esta nota es posible gracias al aporte de nuestros lectores

Sumate a la comunidad El Miércoles mediante un aporte económico mensual para que podamos seguir haciendo periodismo libre, cooperativo, sin condicionantes y autogestivo.

Deja tu comentario

comentarios

Destacado

"Damián Lemes": se presenta este sábado el nuevo trabajo de uno de los más destacados creadores entrerrianos actuales

El artista oriundo de Gualeguaychú llega a La Histórica para presentar su quinto disco de …