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¿Cuál es la verdadera fecha de nacimiento de Francisco Ramírez?

Este domingo (13 de marzo) se conmemora la fecha “tradicional” del nacimiento del caudillo federal. Sin embargo, investigadores como Miguel A. Gregori, José Nadal Sagastume y Carlos A. Roca la han puesto en duda: revelaron que hay dos actas distintas de nacimiento de hijos de Tadea Jordán (madre de caudillos y matriarca) y, sobre todo, un dato que la historia oficial se ocupó de ocultar: Ramírez sería hijo natural, “de padre incognito”: un “bastardo”, algo inaceptable para historiadores elitistas. Aquí reproducimos el primer capítulo del tomo 2 de las “Historias (casi) desconocidas de Concepción del Uruguay” (editado por la cooperativa El Miércoles) donde se narra esta historia.

 

Por AMÉRICO SCHVARTZMAN de EL MIÉRCOLES DIGITAL

 

 

 

Tadea Jordán, matriarca, madre y abuela de caudillos

¿Quién fue Tadea Jordán, la matriarca de la familia de la que salieron algunos de los principales caudillos federales de Entre Ríos? A saber: sus hijos, de diferentes padres, Francisco Ramírez (el Supremo Entrerriano), su medio hermano y estrecho colaborador José Ricardo López Jordán, y para completar, el hijo de éste, Ricardo Ramón López Jordán, último caudillo en armas contra el unitarismo porteño. ¿Cuánto tuvo que ver con la formación de esas tres personalidades esa mujer menuda y de enorme fortaleza de ánimo, madre en total de catorce hijos con dos hombres distintos y al menos uno (que podría ser precisamente el Supremo) “de padre incognito”? ¿Qué se sabe con certeza sobre Tadea, a la que historiadores –llenos de prejuicios de clase, de raza y de “abolengo”–, le quisieron inventar un linaje incompatible con la rigurosidad histórica?

Mucho debe haber tenido de especial esa mujer. Pero como durante tanto tiempo la historia ha sido protagonizada, escrita y contada por hombres, es poco lo que se sabe sobre ella. No obstante hay indicios de que estaba al tanto de las ideas y proyectos de sus hijos (Francisco y José Ricardo, ambos líderes federales) y de que los apoyó en sus correrías. De orígenes humildes y de trabajo manual, distintos historiadores han querido inventarle una genealogía “ilustre”, haciéndola pariente de nobles y de virreyes, pero como han mostrado investigaciones serias, no hay evidencia de esas fantasías. Es más, Carlos A. Roca afirma con sarcasmo sobre uno de los autores que contribuyeron a esa línea “aristocratizante”, Martiniano Leguizamón, que debió “ser expulsado de la Academia Nacional de la Historia y de inmediato incorporado a la Academia Nacional de Letras por su inventiva y su condición de fabulador ameno y pintoresco”. Es que Leguizamón es responsable de haber dado a conocer documentos bastante flojos de papeles (y luego citados en muchas otras obras) tratando de probar el parentesco de Ramírez con el marqués de Salinas, Juan Ramírez de Velasco, conquistador del Tucumán, y de Tadea con el virrey Vértiz (afirma que su papá Antonio era sobrino del Virrey). Este tipo de fábulas tenían el “ingenuo afán de enaltecer el origen familiar del Supremo Entrerriano (…) para complecer pequeñas vanidades elitistas”. Leguizamón no es el único: otros intentan mostrar lazos de sangre de Ramírez con Juan de Garay (fundador de Buenos Aires y de Santa Fe) y con Hernandarias (Hernando Arias de Saavedra, primer gobernador del Río de la Plata y del Paraguay). ¿Qué obsesión con “linajes limpios” lleva a investigadores a fantasear vínculos con alguien cuya propia partida de nacimiento está en duda y (como veremos más adelante) parece tener ascendencia aborigen?

Anotación bautismal de Josef Francisco, hijo natural de Tadea y "de padre incognito", Folio 61 del libro 1 de bautismos de la Iglesia de la Inmaculada de Concepción del Uruguay.

Tadea Florentina Jordán nació en Buenos Aires en 1762 o 1763. Este dato se conoce con bastante certeza gracias al censo de 1820 (ordenado por su hijo Francisco Ramírez en carácter de Supremo Entrerriano, y terminado cuando ya estaba muerto). Allí Tadea declara ser de Buenos Aires y tener 58 años, por lo cual la cuenta es sencilla. También se sabe que su familia se instaló en la zona del Arroyo de la China entre 1771 y 1781, porque antes de la primera fecha no había españoles en la zona (según el relevamiento de Brian de Osuna) y porque en el censo de Julián Colman en 1781, ya aparecen Tadea y su familia entre los pobladores de la zona. En efecto, allí figura don Antonio Jordán, su mujer María Elvira López y cuatro hijos. Y Tadea aparece en ese censo viviendo aparte, al norte del Arroyo del Tala, unida al paraguayo Juan Gregorio Ramírez aunque todavía sin hijos.

De Antonio Jordán tampoco se sabe mucho: que era nacido en la isla de Malta, en 1831, y que de España pasó a Buenos Aires, donde conoció a Elvira con quien se instaló en la rinconada del Arroyo de la China, entonces despoblada de españoles. También se sabe que tenían escasos recursos, porque no pudo abonar los gastos de un oficio religioso cantado al morir su esposa, en 1786, y el cura se hizo cargo “dado el estado menesteroso de los deudos”. Un elemento más que muestra la fatua pretensión de darle linaje de nobles y señores feudales a la familia de Tadea. Por esa extrema pobreza, debe haber sido un alivio para Antonio el casamiento de sus hijas con “jóvenes paraguayos de origen guaraní que trabajaban en la zona”. Esto no sorprende: por entonces más de la mitad de los extranjeros que vivian en la zona eran paraguayos, como surge del censo de 1820. Antonia se casó con Felipe López, Magdalena con Agustín Almada, y Tadea con Juan Gregorio Ramírez. Labriegos dos de ellos, carpintero el restante. Pobres pero honrados. Nada de linaje, nada de bolazos aristocratizantes.

El rol de Tadea, indiscutible jefa de familia de caudillos, así como su influencia política a través de dos de sus hijos, es un estudio a profundizar: quizás la tarea más difícil de emprender, y que solo pueda realizarse de modo conjetural.

Papá Antonio falleció en 1791, a los 60 años y fue sepultado cerca de su esposa. No se sabe en qué fecha Tadea se casó con Juan Gregorio, pero sí que con éste –paraguayo de origen, carpintero, especializado en la construcción de pequeñas embarcaciones para río, como botes y canoas– parieron tres descendientes: Marcelina, Estefanía y un niño anotado como “Josef Florentin”, el 13 de marzo de 1786, al cual “tradicionalmente” se considera el Supremo Entrerriano (ese “tradicionalmente” lo anota José A. Nadal Sagastume, dejando implícita la posibilidad de que la verdad fuera otra). Esta situación fue advertida por diferentes autores, el primero de los cuales parece ser Miguel A. Gregori, quien en la revista Ser en su primer número (en 1962) daba a conocer la existencia de otro hijo de Tadea, nacido dos años después y (éste sí) bautizado “Josef Francisco” y “de padre incognito”. La fecha de su nacimiento, según el libro bautismal, fue el 3 de octubre de 1788.

La teoría de algunos investigadores es que los prejuicios de época no podían admitir que el Supremo Entrerriano fuera un hijo natural, un “bastardo”, y por eso alguien agregó, en la partida de Josef Florentin un “Josef Franco. Ramires” al costado (con otra letra y otra tinta, sostiene Roca). El tema no está cerrado: si el primero (Florentin) es Francisco ¿qué pasó con el otro Josef Francisco? Y sobre todo ¿por qué Tadea le habría puesto el mismo nombre a dos hijos, nacido uno dos años después del otro? “¿Acaso el primero falleció lactante y el afecto maternal quiso pervivirlo dándole a su nuevo hijo los nombres del difunto?”, se pregunta Roca. También Gregori se interroga cuál de los dos es Ramírez, si Josef Florentin o Josef Francisco, el de padre desconocido, y concluye que “un análisis lógico me hace pensar que se trate de este último (…) al que por ser hijo de la viuda de Ramírez, todo el mundo lo conoció por Francisco Ramírez”.

Anotación de bautismo de Josef Florentin Ramirez, con añadido al margen que dice "Josef Franco. Ramires"), Folio 40 del libro 1 de bautismos de la Iglesia de la Inmaculada de Concepción del Uruguay. 

La historia escrita la hacen personas, con sus limitaciones, sus prejuicios, sus creencias. Y no es exagerado pensar que –del mismo modo en que se quisieron inventar genealogías de alcurnia– se haya intentado ocultar elementos que muestran un origen muy diferente al que les gustaría a las viejas ideas aristocráticas, de castas bendecidas por divinidades. Pero en nuestros tiempos, la mentalidad igualitaria permite resignificar esos desvaríos y rectificarlos. Por eso es elogiable que otros investigadores hayan decidido recuperar ese origen plebeyo y quizás aborigen del Supremo.  Es probable que nunca se esclarezca del todo, pero ello daría razón a testimonios (como el de su estrecho colaborador Anacleto Medina) que señalan en Ramírez una contextura de tipo indígena.

Una imagen de los inicios de la Escuela Municipal Tadea Jordán.

Tras la muerte de Gregorio, en una tormenta o episodio parecido, Tadea se casó nuevamente. Tampoco se sabe con certeza cuándo fue el deceso, pero se deduce que en 1786, ya que si hubiera sido en 1787 el niño Josef Francisco le hubiera sido atribuido como su hijo en el bautismo, como era costumbre. Sí hay seguridad sobre las segundas nupcias de Tadea: fueron con un andaluz radicado en la Villa, Lorenzo José Francisco López, el 20 de agosto de 1789. Para entonces Tadea, viuda joven y bella (“de baja estatura, buena moza y apasionada”, la describen), contaba 26 o 27 años. Y de este pródigo español engendró otros diez hijos, cuatro mujeres y seis varones, uno de los cuales fue José Ricardo, quien será caudillo y federal espalda con espalda con su medio hermano Francisco. Y además, papá de Ricardo Ramón.

La teoría de algunos investigadores es que los prejuicios de época no podían admitir que el Supremo Entrerriano fuera un hijo natural, un “bastardo”.

Sobre Lorenzo López también hay versiones diferentes. Que no era español sino portugués, que de herrero pasó a pulpero y que era pícaro para los negocios, lo que le permitió enriquecerse a la sombra de la lucha política de su hijastro Francisco. Pero existe documentación de que en 1790 el Cabildo uruguayense le dio unos terrenos para agricultura, una “chácara” como se decía entonces. En 1799 se lo nombró regidor segundo y defensor de menores en el Cabildo de la Villa. Cuando llegaron las noticias de los grandes cambios políticos de la época (destitución del rey Fernando e instalación de la primera Junta en Buenos Aires), Lorenzo estuvo entre los cincuenta vecinos del Arroyo de la China que participaron del Cabildo que el 8 de junio adhirió a la causa de Mayo, aunque (como seguramente varios otros) lo hizo creyendo que era una muestra de fidelidad al rey depuesto. Aquella estrategia de los revolucionarios que los historiadores bautizaron como “la máscara de Fernando”…  Cuando los ilustres vecinos advirtieron el verdadero carácter del movimiento de Mayo (sobre todo a partir de la misión de Michelena, enviado por las autoridades realistas de Montevideo a poner orden en la zona) decidieron abandonar el lugar, encabezados por el cura Redruello –nada menos que quien había sido elegido para representar al Cabildo de la Villa ante la primera Junta–, por el comandante Josef de Urquiza y entre ellos, Lorenzo López y tres de sus hijos varones, además de otros apellidos destacados de la pequeña comunidad, como Calvento o Urdinarrain. Cuando el marido de Tadea regresó de Montevideo ya no incursionó en cuestiones políticas y se dedicó solo a sus actividades comerciales, en las que es evidente que le fue bien. La única excepción parece haberla hecho en 1814, cuando dona una de las sumas más importantes de la Villa para la instalación de una biblioteca en Buenos Aires. Parece que los acontecimientos dividieron a la familia, y como ocurrió con otros protagonistas de la época, hubo un momento en que dos de los hijos de Tadea –Francisco y José Ricardo– militaron en bandos distintos. Como fuera, Lorenzo no se metió más en esos trances. Siguió haciendo buenos negocios y falleció en 1819 en Concepción del Uruguay, con 64 años. Para entonces estaban encumbrados dos de sus hijos como caudillos populares que dominaban la región.

Inés Ghiggi, en el papel de Tadea en la obra “Ramírez, un musical folk”.

Tadea, otra vez viuda, quedaba como cabeza de una familia de excelente posición social y económica en la ciudad. Así lo muestra el censo de población realizado al año siguiente de la muerte de Lorenzo. En los datos aparece la de Tadea como la familia propietaria de la mayor cantidad de esclavos, a excepción de Josef de Urquiza (padre de Justo José). Salvada aquella, en la Concepción del Uruguay de 1821 no había familia que tuviera tantas personas esclavas como la de Tadea Jordán: son diez las que contabiliza el censo, más tres jornaleros y tres “agregados”. Urquiza tiene veintidós. Esto muestra que Tadea había forjado una sólida posición en tres décadas, desde aquellos humildes comienzos con el carpintero Ramírez. Como explica Pedro Kozul, los esclavos eran la fuerza laboral en estancias o para servicios domésticos, recibían una ración de alimentos y se les repartía vestuario. Los “agregados” tenían permiso para instalarse fuera del predio principal de la familia poseedora, a cambio de auxiliarla sin remuneración. El peonaje comprendía una mano de obra libre asalariada. Contar con dieciséis personas entre las tres categorías convertía a la de Tadea en una de las familias más poderosas de la pequeña Villa (por entonces de 1.224 habitantes).

Tadea Jordán y su familia, con esclavos y “agregados”, en el Censo de 1820.

Pero las cosas no habían sido fáciles para esta airada mujer que supo tener protagonismo en una época hostil a las emprendedoras. Además de la pérdida de sus maridos, Tadea debió sobreponerse a las de dos de sus hijos, aun pequeños (Antonia y Felipe) y más tarde a la de Marcos, ya adulto. Las turbulencias de la Revolución también afectaron a su familia, cuando uno de sus hijos (Ricardo) se plegó decididamente a la causa sostenida por Buenos Aires mientras otro (Francisco) aunque al inicio pareció también inclinarse hacia ese lado, adhirió al Regimiento de Milicias a las órdenes del virrey De Elío. Y encima se llevó a Marcos, su medio hermano. En el fondo, los dos campos decían sostener al mismo monarca (Fernando VII, lejano y prisionero) pero no era casual que los caminos se bifurcaran. Después de la capitulación de Montevideo –período que parece haber sido algo así como una escuela militar para Ramírez– los hijos de Tadea regresan a la Villa del Arroyo de la China. Ya en casa, en 1814 los hermanos, ahora encabezados por Francisco y Ricardo, junto a su íntimo amigo Cipriano de Urquiza –hermano mayor de Justo José– se pliegan a la causa artiguista, que marcará sus hechos posteriores y su encumbramiento como caudillos federales.

El periodo que se abre a partir de entonces, si bien fue de mucho trajín para Tadea y familia, fue también el de su mayor gloria. Su hijo querido, Francisco, secundado por su otro hijo Ricardo y su amigo inseparable Cipriano, adquiere por su carisma y personalidad, un liderazgo que lo convierte en el principal lugarteniente de Artigas en la región y en el jefe político de hecho de la provincia, que recién transmutará en su autoproclamación como Gobernador cuando firme unos años después el Tratado del Pilar. Fueron años de triunfos, uno tras otro, contra los odiados porteños, hasta imponerles su ley. Pero luego la escasa visión del Supremo y las insidiosas traiciones tejidas por Sarratea llevan a Ramírez a enfrentar junto a Estanislao López a su jefe Artigas. Luego vino la ruptura con López y el trágico final conocido, donde su muerte heroica –en defensa de su amada Delfina– permitió disimular en parte sus graves errores políticos y construir su leyenda. Su hermano Ricardo intentó hacerse cargo de la conducción de la República de Entre Ríos, pero la tarea le quedó grande y, derrotado por Lucio Mansilla, quien ya había traicionado al Supremo, terminó exiliándose en Paysandú.

¿Cuánto afectaron estos sucesos a Tadea? Sin duda fueron golpes terribles para la matriarca. No solo perdió a su hijo más amado –y en circunstancias más dolorosas para una madre: vale imaginar su espanto ante el relato de la cabeza de su hijo embalsamada y exhibida salvajemente por López– sino que debió resignarse al forzado alejamiento de su otro hijo, además de la pena por los sucesos, que empañaban los sueños que seguramente se había forjado, respecto del destino de su familia. No se sabe si Tadea discutía sobre cuestiones políticas con sus hijos, ni cuánto su palabra incidía sobre ellos, pero se conservan algunos testimonios de que la relación era constante con su amado Francisco. Por ejemplo, Urquiza Almandoz cita una carta de fines de 1820, donde Tadea mantiene al tanto de todas las novedades al Supremo, su hijo, con un amor en el trato que revela la intimidad y profundidad de su vínculo. La carta dice así:

“Señor don Francisco Ramírez. Mi más querido hijo, de mi mayor aprecio: recibí la tuya juntamente con los pañuelos de mano y los mazos de tabaco que me mandaste; por la que he visto no tienes la menor novedad; yo y todos tus hermanos gozamos de igual beneficio, mediante el Ser Supremo, para lo que gustes mandar. Esta se dirige a decirte que Ricardo me mandó el tercio de yerba. Bernardito se halla en mi compañía, el cual se halla mucho. Es cuanto tengo que decirte; entretanto recibirás mil expresiones de todos tus hermanos y de Bernardito, recibiendo todo el afecto con que te distingue tu más querida madre, que verte desea. Tadea Jordán. 29 de diciembre de 1820”.

De orígenes humildes y de trabajo manual, distintos historiadores han querido inventarle una genealogía “ilustre”, haciéndola pariente de nobles y de virreyes, pero como han mostrado investigaciones serias, no hay evidencia de esas fantasías.

Se ha especulado sobre ese “Bernardito”, y hay autores que arriesgan que sería un hijo de Ramírez. Sin embargo, si se revisa el censo de 1820 que ya comentamos, en la nómina de la casa de Tadea figura un solo Bernardo, un esclavizado de 10 años de edad. ¿Un hijo natural de Francisco con una esclava, o simplemente se puede pensar que el Supremo tuviera un especial aprecio por él, aunque no fuera su vástago?

La muerte de Ramírez y la caída de Ricardo López cambiaron por completo la vida de Tadea. La tradición oral uruguayense aseguraba que su compromiso con las ideas federalistas de sus hijos era tal, y doña Tadea las respaldó con tanto coraje, que en 1822 con sesenta años a cuestas, cruzó el río a nado, montada en su caballo “Crédito”, hasta la costa oriental, para avisar a su hijo Ricardo –refugiado en una estancia cerca de Paysandú– que sus enemigos preparaban un complot para asesinarlo. Varios historiadores se hicieron eco de esta narración, mientras otros la ponen en duda. Roca asegura que Tadea, “madre y abuela de notables caudillos, emérita fundadora de la Villa, no necesitaba del aporte de relatos fantásticos e inverosímiles para figurar en ella, por derecho propio, con toda dignidad y honor”.

Logotipo de la Escuela Municipal Tadea Jordán de Concepción del Uruguay.

La narración sigue, pero incorpora datos fehacientes: al parecer, esas idas y venidas a Paysandú habrían impacientado al comandante militar de Concepción del Uruguay, Pedro Barrenechea. Al tanto de que Tadea actuaba como enlace entre los emigrados en Paysandú (encabezados por su hijo José Ricardo) y sus partidarios en la Villa, Barrenechea decidió ordenar su prisión. Esa detención (y la de los Calvento) contribuyó a que fracasara una invasión que proyectaban los insurrectos, por otra parte cada vez más débiles frente a los gobiernos “legales”. Tomás de Iriarte, en sus memorias, describe a su paso por Concepción del Uruguay, en 1825 por los campos de Centella, su encuentro con las tropas alzadas por Ricardo López Jordán, todavía activo en el intento de reconstruir el liderazgo familiar. “Hubo de sorprenderme su extravagante y desaliñada catadura”, dice Iriarte. “Estaban descamisados, sucios, andrajosos. Parecía más que una fuerza armada una reunión de salteadores”.

En medio de esas peripecias, Tadea pudo vivir otra alegría: la de su nieto varón, primogénito de Ricardo, nacido en Paysandú. También en este caso algunas de las fuentes consultadas lo presentan como “su primer nieto varón”, pero no lo es. Está documentado que Francisco Ramírez reconoció en 1818 a un hijo llamado Lorenzo, anotado en el folio 177 del libro parroquial, nacido el 10 de agosto de ese año de una mujer llamada Dominga Romero, viuda. En el censo de 1820 aparece una mujer de ese nombre, con 40 años de edad, cabeza de familia y con cinco hijos, todos menores, y entre ellos no hay ningún varón de dos años, por lo cual se puede pensar que el primer nieto varón de Tadea no sobrevivió.

Lo cierto es que Ricardo Ramón López Jordán vio la luz el 30 de agosto de 1822, en los días del exilio de sus padres. Tadea recibió un par de años después a ese niño que sería el último caudillo federal en armas, pero no pudo disfrutarlo mucho tiempo más. Comenzando 1827, con unos 65 años de edad, su  salud quebrantada selló su final. Fue sepultada en la vieja Iglesia de la villa, como ha quedado testimoniado en la anotación del párroco Castañer: “En el día 7 de febrero de 1827, yo, el abajo firmado Cura y Vicario de esta Parroquia de la Concepción del Uruguay, sepulté dentro de la iglesia (por orden del gobierno) con oficio y misa de cuerpo presente todo solemne, cantado de 1ª. clase, el cadáver de doña Tadea Jordán, viuda del finado don Lorenzo López; recibió todos los sacramentos de que doy fe. Dr. Castañer". Su cuerpo fue despedido así, con familiares, amistades y seguidores que inciensaban el atáud “con perfumadas mezclas resinosas que aromatizaban la vieja capilla de barro y paja del Arroyo de la China”. El templo matriz, una precaria iglesia, fue arrasada por un incendio la noche del Día de Todos los Santos de 1849 y al construir la actual iglesia no se exhumó el cuerpo, por lo que Nadal Sagastume –historiador de la parroquia– supone que aun permanece allí.

En 1946 una escritora oriental, Paulina Medeiros, publica Río de lanzas, novela ambientada en “tiempos de Artigas y Ramírez”. En “un Arroyo de la China que no tenía de qué enorgullecerse”, ubica al caudillo “cachorro de doña Tadea”. Allí, al parecer por primera vez, una mujer escritora se detiene en Tadea, de quien asegura que sorprendían “sus ojos negros. Era criolla, pero descendiente de colonos sicilianos”, y describe sus emociones como amores en tiempos y pie de guerra. No es complaciente en el perfil que pinta de una matriarca dura e implacable, pero lo interesante es que la incluye entre las mujeres que rescata de la historia: aquellas que trascienden el papel social de simples reproductoras (por más que pariera catorce hijos e hijas) y de complemento servicial a los intereses del varón.

                 Algo especial había sin duda en aquel hogar donde Tadea ejerció autoridad indiscutible, porque no solo fue madre y abuela de caudillos. De su vientre nacieron dos de los hombres más importantes del federalismo artiguista en la emancipación, y de uno de ellos proviene el último caudillo federal que se animó a enfrentar al unitarismo porteño, ya a fines del siglo XIX. También sus hijas –Maria Teresa y Cruz– se vincularon con dos hermanos, Cipriano y Justo José de Urquiza, y de la relación de Cruz con este último nacerá Ana Dolores, esposa luego de Benjamín Victorica, abogado, general, director del periódico El Uruguay, y estrecho colaborador de su suegro, que ocupara importantes funciones públicas.

El primero de los investigadores que advierte esta situación parece ser Miguel A. Gregori, quien en la revista Ser en 1962 dio a conocer la existencia de otro hijo de Tadea, nacido dos años después y (éste sí) bautizado “Josef Francisco” y “de padre incognito”.

También comienzan a colocar su lupa sobre Tadea investigadoras actuales, en un incipiente trabajo de revalorización de su lugar en la historia local, y a partir de una mirada que procura restablecer el lugar de las mujeres en la historia humana. En Concepción del Uruguay, a casi dos siglos de su muerte, la homenajea la Escuela Taller Municipal que lleva su nombre y que acaba de cumplir un siglo de existencia, y en la capital entrerriana una calle bautizada “Tadea Jordán” atraviesa el barrio Francisco Ramírez.

Tadea Jordán, imaginada por el ilustrador uruguayense Javier Toto López.

No se debe dejar de mencionar la obra Ramírez, un musical folk, de Daniel González Rebolledo, una interesante propuesta que recupera la historia de Tadea, que si bien incluye varios de los lugares comunes ya desacreditados (como el “linaje” de la matriarca) presenta una narración poderosa y atractiva, donde “las mujeres de Ramírez” ocupan la centralidad (sobre todo Tadea, pero también la Delfina y Norberta Calvento, la novia abandonada por el Supremo).

Ya fuera de toda ficción, el rol de Tadea, indiscutible jefa de una familia importante en Concepción del Uruguay, con influencia política a través de dos de sus hijos, es un estudio a profundizar. Sin duda es el personaje femenino más importante de la época en la región y se encuentra, hasta ahora, en segundo plano, relegada al papel de madre, sin ahondar en el aspecto político, que seguramente le cupo, antes y después de la muerte del máximo caudillo entrerriano. Quizás la tarea más difícil de emprender, y que solo pueda realizarse de modo conjetural.

 

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Para este capítulo se tuvieron a la vista las siguientes fuentes: el tomo 1 de la Historia de Concepción del Uruguay de Oscar Urquiza Almandoz (2002); el Diccionario biográfico de mujeres argentinas de Lily Sosa de Newton (1972); el interesante libro Chanfleando la historia. Apunes sobre Tadea Florentina Jordán, los Ramírez-López y el General Mansilla, de Carlos Alberto Roca (1991); y Entre Ríos en anécdotas, de Pablo Schvartzman (2005). También fueron de consulta el artículo de Miguel A. Gregori en revista Ser, año 1 número 1 (1962), “Francisco Ramírez. Algunos datos vinculados con su origen”; las notas “Tadea Jordán, una mujer que no actuó tras bambalinas”, de Aída Toscani, y “Tadea Jordán, memorias y silencios”, de la misma autora junto con María Candelaria Churin, ambas publicadas en el sitio Revista La Ciudad en 2017 y 2019 respectivamente. Datos del Censo 1820 se tomaron datos del artículo de María Selva Ruth Eguiguren “Concepción del Uruguay y el censo de 1820”. Además se consultó el artículo de Horacio Salduna titulado “Linaje del general Francisco Ramírez. Antepasados y familia” en el sitio Genealogía Entre Ríos. Finalmente, se recurrió a “La sociedad entrerriana durante la república de Ramírez: el padrón poblacional de 1820”, artículo de Pedro Kozul incluido en el informe Contenidos para la divulgación y revalorización de la vida, obra y legado de Francisco Ramírez, compilación de Rubén Bourlot (2020), y a los conceptos de Jorge G. Villanova en el mismo trabajo.
 

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