BNA
Inicio » Deportes » Ernesto, con las alas de Pocho y los guantes de un campeón del mundo
El juvenil junto a una gloria del boxeo argentino, el campeón del mundo Omar Narváez.

Ernesto, con las alas de Pocho y los guantes de un campeón del mundo

Una hermosa nota de Marcelo Sgalia sobre un joven pugilista local, proyección nacional del deporte de los guantes. Mientras entrena y cursa en la escuela secundaria N° 15 Claudio Pocho Lepratti, sus alas se remontan a sueños olímpicos.

 

(*) Por MARCELO SGALIA

 

Ernesto Obispo tiene 16 años, pesa 72 kilos, desde los 10 se dedica al boxeo y entrena en Parque Sur. El hijo del entrenador Roberto Obispo tiene apenas tres peleas y dos exhibiciones.

El dato es que desde los 15 forma parte del preseleccionado argentino. Ernesto, que se crió entre guantes, bolsas y olor a vaselina, es otro de los jóvenes deportistas uruguayenses que forman parte de un proyecto nacional.

Está preseleccionado desde el año pasado junto a otros boxeadores amateur de temprana edad, que ya han tenido campamentos con los técnicos de la Selección Nacional, Fabricio Nieva y Mariano Carrera, en Buenos Aires. Obispo demostró sus condiciones, sigue siendo observado y desde el club sureño, ha practicado para esos entrenadores en 2020, vía Zoom y Meet para que la pandemia no interrumpa el perfeccionamiento.

Ernesto es uno de los boxeadores argentinos que aspiran a un futuro de Selección, con el sueño de competir en los Juegos Olímpicos de la Juventud 2022, en China (en principio tenían sede en Dakar, ahora postergados hasta 2026).

El año pasado, en el último campamento nacional, el joven púgil de nuestra ciudad se encontró con el ex boxeador Omar Narváez -parte del equipo de seleccionadores argentinos que lo sigue. Narváez, el campeón mundial con dos pesos diferentes, se recuerda en esos pibes como Obispo, que van soñando con un futuro de Selección y un camino dentro del boxeo.

Ernesto no quiso ser menos esa vez y detrás de su emoción caminó con una remera que recordaba la emocionante e histórica pelea entre Bonavena y Muhammad Alí el 7 de diciembre de 1970 en el Madison Square Garden de Nueva York.

Ernesto toma la soga, le pega a la bolsa, escucha a su padre y en el cuadrilátero del club recibe los consejos de Narváez, aquel que fuera campeón del mundo de la OMB entre 2002 y 2014; los primeros 8 años en peso mosca y los últimos 4 en gallo junior.

Su papá y entrenador lo define como “un boxeador ágil y rápido, pero sobre todo fuerte. Tiene lugar en la categoría de 71 hasta 75 kilos”.

Ernesto es un boxeador amateur juvenil que ya representó a la ciudad y al club Parque Sur a nivel nacional. “Estamos muy cómodos en el club, queremos seguir y nos encontramos muy firmes siguiendo este proyecto. Que Ernesto esté en ese grupo es un incentivo, un trampolín para nosotros porque estamos en contacto permanente con los entrenadores de la Selección Argentina y nos permite también aprender a ese nivel. Es una vidriera muy importante y una muy linda posibilidad. Puedo decirte que el trabajo que estamos haciendo no desentona con lo que se está trabajando en otros lugares del país, al máximo nivel. Queremos aprovechar esta posibilidad y apuntar más alto, no quedarnos solamente en el ámbito local para poder crecer con el boxeo en la ciudad”, nos contó Roberto Obispo al dialogar con él sobre el tema.

Uno de los principales seleccionadores argentinos es Fabricio Nieva. Los padres de Fabricio se fueron a vivir a Dinamarca en la época del proceso militar en la Argentina. Nieva era muy chico en aquellos años nefastos de nuestro país. Hizo toda su carrera en ese país europeo, alcanzó las tres estrellas que es el máximo para los entrenadores dentro de la Asociación Internacional del Boxeo Amateur.

La segunda la consiguió en Cuba, país donde adquirió una parte de su aprendizaje. Pensó en Argentina, su país; ese que no eligió dejar, pero si al que pudo decidir volver para volcar su valorable experiencia. Y un boxeador uruguayense, ese que entrena en el corazón del Puerto Viejo, entró en este semillero y este laburo a largo plazo; ese silencioso que tantas veces en nuestro deporte la dirigencia no ha sabido sostener.

La idea de formar y trabajar durante años con el semillero del boxeo argentino, expandirlo al interior, fue adquirida por Nieva en Europa y Cuba. Él mismo ha puesto de ejemplo y explicado antes de la pandemia en distintas capacitaciones a entrenadores, a los búlgaros: no tienen gran cantidad de boxeadores, pero los pocos que llegan a la élite trabajaron juntos en un equipo nacional desde la escuela primaria. Ese es su poderío. Y no hay otra manera de hacerlo que bancado por políticas deportivas, sostenidas a largo plazo.

Hasta hace no mucho tiempo, se hacía un torneo en Buenos Aires y el ganador adquiría el derecho a representar al país. Sin quitarle méritos a esos ganadores, está claro que no es lo mismo alguien surgido del laburo y seguimiento de muchos años que otro inspirado arriba de un ring durante un fin de semana.

Ojalá esta forma de aprendizaje y de seleccionar se sostenga en el tiempo, para que aquella frase de Bonavena, hoy bajada al campo por Nieva con este proyecto, sea aprendida: “La experiencia es un peine que te dan cuanto te quedaste pelado”.

En ese equipo de seleccionadores también están Mariano Carrera y Víctor Hugo Castro. Nieva, Narváez y Castro saben lo que es representar a Argentina formando un equipo para los Juegos Olímpicos. Ya lo hicieron en Sidney 2000. Además de trabajar con la Selección Mayor de nuestro país hoy encabezan este proyecto, en el que entra Ernesto, un uruguayense también ayudado por haber nacido en el año 2004 (cumplirá 18 años en 2022, requisito para los Juegos Olímpicos de la Juventud en China).

Ernesto no había cumplido en aquel agosto sus 10 años cuando acompañaba a su padre a armar el primer gimnasio de boxeo.

Roberto ayudaba a Juan Manuel Garay en esa tarea. De a poco le tomó el gusto y se hizo pasión. Se trasladaron a otro lugar, se empezó a reclutar gurises y Ernesto fue uno de esos 12 chicos que comenzaron a boxear.

En sus tiempos libres también estudia y toca la batería, otra de sus pasiones. Cursa en la escuela secundaria N° 15 Claudio Pocho Lepratti.

Ernesto nació tres años después del asesinato de Pocho, a manos de la policía rosarina. Paren, aquí sólo hay pibes comiendo. Tres años después de aquel triste y doloroso diciembre de 2001, el de los saqueos, el helicóptero presidencial y los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.

Ernesto busca alas para volar y qué mejor que ocupando uno de los bancos de esta escuela, bajo el nombre de esa hormiga uruguayense que se transformó en el Angel de la Bicicleta para todo el mundo y para siempre. Oportunas tizas y pizarrones para que Ernesto se forme cuando es necesario escribir y sacarse los guantes.

En su esquina con el ex boxeador uruguayense Daniel Olivera.

Ernesto entrena todos los días en doble turno, con trabajos enviados por los seleccionadores argentinos. Esos videos son subidos a un grupo de WhastApp donde los siguen y semanalmente los entrenadores envían sus devoluciones en meses de pandemia. El tiempo y esos técnicos decidirán si ese esfuerzo de otro deportista amateur uruguayense, de los tantos que esta ciudad sigue poniendo entre los mejores del país, tiene sus frutos. Por lo pronto, en ese ring sureño, bajo la tenue luz de un rincón, Ernesto golpea su suerte y sueña con los guantes puestos. Va con las alas del Pocho.

(*) Periodista y encargado de prensa del club Parque Sur.

 

Esta nota es posible gracias al aporte de nuestros lectores

Sumate a la comunidad El Miércoles mediante un aporte económico mensual para que podamos seguir haciendo periodismo libre, cooperativo, sin condicionantes y autogestivo.

Deja tu comentario

comentarios

Destacado

Desbordó el río Gualeguaychú y hay cientos de evacuados

Por primera vez en casi 17 años el río Gualeguaychú alcanzó los 4,88 metros de …