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Un principio cultivado por Gandhi presente en la ecología entrerriana

"Las conversaciones en torno de la ruina del arroyo Las Tunas, límite entre Paraná, San Benito y Colonia Avellaneda, y sobre los riesgos para la vida de cientos de miles de personas, que presenta este curso colapsado, empezaron en encuentros vecinales que generaron confianza en los objetivos y en las personas", describe el autor del texto para explicar y argumentar un posicionamiento  filosófico que empiezan a tomar los vecinos sobre la manera de vivir.

 

Por DANIEL TIRSO FIOROTTO (*)

 

El presidente de un club cuestiona una decisión de la AFA y un funcionario de esa entidad lo acusa de plegarse a una “campaña de terrorismo”, y lo trata de “pecho frío”. Al presidente de otro club le escupe “cobarde” y “traidor”, después de que ese presidente pidiera disculpas públicas… así es como un hombre de teclado fácil rifa con adjetivos en las redes el prestigio que los jugadores ganan con sustantivos en la red.

El maltrato verbal, la descalificación ad hominem (el ataque a la persona en lugar de la refutación del argumento), son moneda corriente en distintos ámbitos. El presidente argentino mismo supo batir récord en esta moda que ojalá sea pasajera.

En otro orden posible y a mano, un grupo de organizaciones sociales, particulares, públicas, cooperativas, ecologistas, con participación de los estados provincial y municipales, está encarando en el Gran Paraná una experiencia multisectorial basada en la firmeza amable.

Cuando el mundo apila ojivas nucleares para colocarnos al borde, cuando los mares amontonan plásticos y hay indicios de calentamiento global con promesas de calamidades, aquí renace el espíritu comunitario y en la primera jornada de encuentro plantan ceibos, como ocurrió hace poco en San Benito.

En sus flores de terciopelo rojo se convirtió la joven Anahí, como respuesta al sistema de muerte que la empujó a la hoguera. Las armas del déspota no estaban preparadas para combatir la belleza. Anahí: símbolo de resistencia hecho ceibo.

El sentido de la cuenca como madre para que dejemos de usarla de cloaca.

Y así, ceibos plantados junto al Saucesito, en las nacientes de Las Tunas, en el Gran Paraná, donde dimos una de las principales batallas de resistencia a la invasión monárquica en 1818. Y ceibos plantados también en el Espinillo, donde los federales vencieron, antes, otra invasión.

Una imagen de Anahí, símbolo de la resistencia de las culturas comunitarias ante la opresión.

Entrerrianos y orientales, hombro con hombro. Que no nos sorprenda, entonces, la elección de la misma flor como símbolo nacional a dos bandas: el ceibo.

La vía de Gandhi

Ahimsa es un principio antiguo y vigente. Equivale a la no violencia, es decir: “la mayor fuerza a disposición de la humanidad”, según Mahatma Gandhi. Ahimsa: no matar, claro, pero tampoco provocar daño al otro, cualquiera sea.

No herir a nadie, ni al adversario ni al enemigo. No herir siquiera con la palabra. Dar la batalla que dicte la conciencia, y hacerlo sin pelear. Esa actitud requiere templanza y coraje en un mundo moderno que ha hecho de la fragmentación y el conflicto un vicio (y cuyas consecuencias están a la vista).

Si Gandhi es comparable al mar, la iniciativa entrerriana que apuntamos aquí es apenas una gotita posible, y viene al caso porque no hablaremos de los océanos sino de los pequeños arroyitos con una vida en declive.

El músico Miguel Ángel Martínez, el Zurdo, solía renegar de unos versos famosos de Martínez Payva que dicen: “Pa’ los amigos, la mano; pa’ los otros, el cuchillo”. ¿Por qué el cuchillo?

En sintonía con ahimsa, Gandhi acuñó la palabra satyagraha: insistencia en la verdad. Aún ante la incomprensión, aún ante el ninguneo: insistir, no resignarse, no acobardarse, no tirar la toalla. Persistir en la verdad, y sin dañar al otro: tremendo desafío.

Enfrentar la tendencia a desenvainar y a hacer alardes requiere de valor. Pero sería un error creer que, en esta convicción, estamos solos. ¿Acaso la verdad no posee fuerza propia? ¿Acaso no entramos en la corriente del monte, el río, las aves, que nos preceden en miles de años con una energía vital renovada en cada amanecer?

Si nosotros nos hemos enviciado en contaminar, ahí está la biodiversidad dándonos cátedra de resistencia, como Anahí, invitándonos a ese otro mundo vivo.

Ahora bien, ¿qué es lo que enfrentamos? La destrucción de un arroyo es un síntoma de otras decadencias que comprometen el cuerpo entero, y si las fuentes contaminantes son variadas y los ataques se prolongan en el tiempo, entonces estamos ante un sistema. Para indagar en los orígenes de este sistema debemos remontar siglos, hasta el momento en que la naturaleza pasó a ser mera utilidad al servicio de cualquier interés, de cualquier poder; al momento en que el hombre escaló su altanería.

Límite como lugar

Las conversaciones en torno de la ruina del arroyo Las Tunas, límite entre Paraná, San Benito y Colonia Avellaneda, y sobre los riesgos para la vida de cientos de miles de personas, que presenta este curso colapsado, empezaron en encuentros vecinales que generaron confianza en los objetivos y en las personas.

En un paseo por los desagües cloacales crudos al arroyo, Jorge Daneri fue insistente en aconsejar la vía del comité de cuenca, es decir, el encuentro multisectorial. Aquella confianza inicial permitió promover un encuentro mayor con participación amplia, hasta que se logró constituir el Comité de Cuenca Arroyo Las Tunas. La ley de comités de cuenca había sido promulgada 15 años antes, y cajoneada… Largo sería analizar por qué, de tanto en tanto, se alinean los planetas. Pero lo cierto es que, mirando el arroyo, todos advertimos que fuimos derrotados en masa por nuestro sistema, y decidimos prestarle orejas al agua.

Las mutuas acusaciones, el recelo, la discordia (prácticas habituales), trocaron poco a poco en una aceptación colectiva de la gravedad del problema y de la diversidad de causas. Más que detenerse en levantar el índice inculpador, los miembros de la nueva agrupación optaron por otro principio milenario en este territorio: la admiración por la naturaleza y por consiguiente la inclinación de todos. De esta manera, por lógica, y en homenaje a la horizontalidad, la Presidencia del Comité de Cuenca recayó en el arroyo mismo. Los demás miembros somos voceros.

En sintonía con el afamado filósofo español Eugenio Trías, aquí el límite no es sinónimo de tapial, barrera, aduana o división: el límite es un lugar de encuentro. En la frontera conversan los distintos, y los unos se complementan con los otros. Así, lo que parece suburbio es en realidad la plaza. Hay antecedentes sobre esta cosmovisión.

Fortalezas y debilidades

La presencia del problema ecológico en distintas jurisdicciones cruzadas por la cuenca de Las Tunas/Las Conchas permitió sensibilizar no sólo a personas y organizaciones ciudadanas y ecologistas (además de científicos que habían puesto el ojo en la región), sino también a algunos poderes que advierten la autenticidad de los relatos.

Pero ¿es posible el consenso, en una mesa variopinta? Silvia Rivera Cusicanqui ha señalado la convivencia de culturas abigarradas sin que cada grupo pierda necesariamente su color en el conjunto. Y con interacciones nutricias. Ella dice “ch’ixi”, nosotros traducimos “bataraz”.

¿O será que aquellos vecinos dispuestos al diálogo pasarán por frágiles, como es costumbre?

Por mucho tiempo se ha escuchado con mayor atención a quien corta una autopista que a quien presenta diez tomos de evidencias. Antes al que amenaza con una corrida cambiaria que a quien reclama un mendrugo. Entonces, ciertos poderes ligados a los estados nacional, provinciales o municipales, ¿tienen margen para modelos comunitarios? Parece que sí, el asunto es que no sabemos cuánto.

Somos el arroyo Las Tunas, es decir: estamos muy enfermos y queremos sanarnos.

Hasta ahora ha primado en el país moderno el menosprecio de esa vía, con excepción de asambleas, foros, centros de estudio, y otros grupos capaces de sostener una voluntad de cambio sin intereses personales o sectoriales; sin interés, incluso, en el poder.

En estos años predominan la ofensa, la violencia en sus distintas formas, incluida (y como expresión principal) la violencia del gran capital y sus pretendidos derechos absolutos. Peor será, entonces, si naturalizamos eso.

Esta semana, plena primavera, organismos de la provincia anunciaron al Comité de Cuenca Arroyo Las Tunas que, en caso de lograr un acuerdo con empresarios, hacia junio de 2026 estarían funcionando nuevamente las piletas sanitarias de Colonia Avellaneda y San Benito para no infectar con más bacterias el agua que escurre por Las Tunas, desemboca en Las Conchas, y de ahí va al Paraná, con destino a la capital misma. Además, hay expectativas en Paraná con mejoras en el tratamiento de fluidos industriales que hoy también dañan Las Tunas. Son focos potentes, prioritarios, y nadie lo ignora.

Gracias al clima propicio, cada jurisdicción reconoce su aporte a la contaminación, y se muestra dispuesta a revertirla. Hay coincidencias en el diagnóstico, que no es poco, es decir: hubo imprevisión por años, y la estamos pagando.

Se diría que la vecindad se unió por el espanto, pero con un plus: como no queremos tropezar dos veces con el mismo cascote, pensamos en no repetir obras sin más; entonces se impone estudiar y planificar para que las soluciones tengan permanencia y resulten cuidadas. De lo contrario, las inversiones serán pan para hoy, hambre para mañana.

Medicina preventiva

Ahimsa: no violencia. Satyagraha: fuerza en la verdad. La vecindad del Gran Paraná se está comprometiendo a devolver naturaleza a la cuenca de Las Tunas con actitud firme y amable a la vez. En la resolución no habrá vencedores ni vencidos, ganadores ni perdedores. “Si uno gana y el otro pierde, los dos pierden”, se escucha en ruedas ancestrales. Entonces lo que parecía candidez ¿encenderá una velita?

Hay estudios aportados por la UNL y el Conicet, entre otras entidades de prestigio, que sirven de base para calibrar el daño infringido por décadas. Hay previstas obras de ingeniería, obras hidráulicas, grandes y pequeñas. Hay carteles de advertencia diseñados esta semana, que deben colocarse en tramos adecuados. Hay en proceso toda una campaña de conciencia sobre el sentido de la cuenca como madre para que dejemos de usarla de cloaca; el sentido del arroyo como bandera, y no trapo.

La confluencia multisectorial de vecinos del Gran Paraná unidos por el espanto

Un miembro del Comité de Cuenca dijo a dos ingenieros de Hidráulica y Obras Sanitarias que, de cumplir con las obras previstas en corto plazo, estarán ejerciendo la mejor medicina: la medicina preventiva. Y es que el estado del arroyo se ha convertido en una bomba de tiempo que debe ser desactivada.

El Comité de Cuenca trabaja sobre un lema inicial: “Somos arroyo”. Con la convicción de que somos el arroyo Las Tunas, es decir: estamos muy enfermos y queremos sanarnos.

También trabaja sobre un principio muy usual en el mundo, llamado “Una sola salud”. Es decir: agua, aire, suelo, árboles, aves, peces, insectos, tortugas, humanos, todos sanos en un territorio sano. Este precepto, “una sola salud”, es coherente con la cosmovisión que encuentra a la cultura humana dentro de la biodiversidad; no encima, no enfrente.

Desde esta mirada integral, esta mirada de cuenca, no hay tabúes. Y aquellos no familiarizados con la biodiversidad, el consenso, la vida comunitaria, y con “una sola salud”, podrán empaparse de esta antigua tendencia nueva que, como se ha dicho, no por amable deja de ser firme.

Desde Paraná Medio

¿Por qué se daría esta experiencia colectiva en el Gran Paraná? Quizá porque la región muestra prácticas milenarias en la vida comunitaria con fieles testimonios actuales en los Cosita Romero, las Minga Ayala, las Alicia de Glauzer. Quizá porque aquí no se ha perdido la rueda de mate, con sus honduras ancestrales. Quizá porque funcionan aquí asambleas vecinales y ecologistas, participativas y multisectoriales, desde hace décadas, y con logros épicos como el evitar un dique en el Paraná Medio. Quizá porque la cadena de la conciencia ecológica y social viene de lejos, enredada en la cuenca madre, y aquí estamos ante otro eslabón.

El estado de la biodiversidad es inquietante. Aguas negras, aguas rojas, peces muertos, tala de árboles aprovechando los resquicios de la ley, fluidos industriales, combo de sustancias agropecuarias, montañas de plástico… En algunos arroyos la deriva tóxica se nota bien y despierta conciencias. En otros se detecta con análisis químicos.

Este domingo acompañamos a biólogos y guardaparques del Parque San Martín y La Porota para verificar el estado del arroyo Las Conchas, y de su afluente Las Tunas que se muestra en agonía en su desembocadura. Allí el biguá, el martín pescador grande, el águila negra, nos alentaron a cuidar ese paisaje de ensueño.

El águila negra alerta en los arroyos Las Conchas y Las Tunas, como testimonio de la biodiversidad que las organizaciones pretenden proteger.

Quizá la voluntad de aprendizaje que florece en el Gran Paraná, con participación de varios gobiernos comunales y de la provincia en gestiones de distintos signos partidarios, y expresiones vecinalistas, asamblearias, científicas, pueda rendir frutos y encender otras llamitas parecidas para el vivir bien y bello y el buen convivir que nuestros ancestros llaman “ñanderekó porá”.

Si el panorama duele, entonces es hora de protagonismo comunal. Los sectores de poder saben que la participación conlleva riesgos, incomoda por ahí; la confianza misma, tan necesaria, a veces no paga. Pero saben también que la no participación se chocó con la vida.

*Periodista. Vocero del Comité de Cuenca. Nota original en UNO.

 

 

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