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Alfredo Bravo: nacido en La Histórica, militante de la unión de los maestros, los Derechos Humanos y socialista

En esta extensa nota Jorge Gringo Villanova hace un recorrido por la vida del querido Alfredo, el maestro, cultor de la vida, la militancia coherente. Sus vínculos con La Histórica donde nació, y que además le dio compañeros de lucha en su afán de conformar la CTERA y la APDH. Su desaparición y torturas sufridas durante la Dictadura, su pertenencia socialista. Un artículo para homenajearlo y mantener vivo su recuerdo con sus banderas en alto.

Nota relacionada: Al Maestro con cariño: homenajearán a Alfredo Bravo en La Histórica

 

(*) Por JORGE GASPAR VILLANOVA

El 26 de mayo de 2003, fallecía el profesor Alfredo Bravo.  Identificado históricamente con el socialismo, su figura, como sucede en algunas ocasiones muy especiales, trascendió los ámbitos partidarios o  sectoriales para transformarse en símbolo,  representante de algo más amplio y esto le sucedió por recorrido, personalidad, desempeño, prestigio, tornándose  en representante del imaginario colectivo nacional. El 26 de mayo de 2003, los argentinos perdíamos uno de nuestros grandes maestros.

Ese mismo año, en el mes de abril, visitó Concepción del Uruguay como candidato a presidente de la Nación. Llegó en un viejo Peugeot 504 que ni siquiera tenía aire acondicionado y que, inexplicablemente soportó toda esa campaña resumida en miles de kilómetros por ciudades y pueblos provincianos, por caminos de asfalto, ripio y tierra.

Su compañero de fórmula Rubén Giustiniani repetía que Alfredo Bravo asumió esa candidatura como el mayor premio y distinción “La jugó a fondo y se llevó la satisfacción de comprobar que tanta gente, aún en los pueblitos más pequeños, más alejados, en Misiones o en Neuquén, se acercaba a decirle: siga adelante con su lucha, profesor, con su honestidad. Comprobó que ese prestigio trascendía el resultado mismo de una elección. Era el reconocimiento a una vida de lucha.”[1]

“Jamás en mi vida hice del odio una forma de vivir y proyectarme, ni aún contra los que me torturaron y destruyeron mi familia. Un hombre con odio no puede ser un maestro, no puede inculcar el resentimiento a los chicos. Si uno se encasilla en el odio, éste termina destruyéndolo a uno.”  Alfredo Bravo

Alfredo Bravo fue  trabajador, maestro normal, dirigente sindical, Subsecretario de Educación, copresidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, diputado nacional, presidente del Partido Socialista y senador elegido por los vecinos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en los ratos libres cultivaba azaleas y escuchaba tangos. Cada sitio que ocupó lo transformó en “una dura pelea a favor de la vida y contra todas las formas que representaban la muerte. Trabajando hasta el último día, vivió intensamente sin desperdiciar un minuto.”[2]

¿Quién fue Alfredo Bravo?

Alfredo Pedro era el tercer  hijo de Ángela Conte y de Francisco Bravo. Ella ama de casa y el empleado telefónico que adhería al anarquismo.

Un traslado laboral del padre, casi por casualidad, determinó que Alfredo naciera en Concepción del Uruguay el 30 de abril de 1925. No existe documentación que lo asegure, tan solo el testimonio del propio Alfredo, quién siempre aseguró haber nacido en el hospital de nuestra ciudad.

“Pero la estancia entrerriana fue breve. Cuando Francisco y Ángela hicieron las valijas para volver a Buenos Aires se disolvió la posibilidad de que Alfredo creciera como un gurisito costero y se afianzó su destino de pibito porteño.”[3]

Los Bravo Conte no tardaron en trasladarse a Buenos Aires, dónde instalaron una panadería familiar en el barrio de Villa Urquiza. Mientras estudiaba y jugaba al fútbol en Platense, el pequeño Alfredo, trabajaba en el emprendimiento familiar e iba conociendo la bohemia de la noche porteña de los años treinta y cuarenta, que pronto lo atraparía por siempre.

Admirador del ideario de Alfredo Palacios, en plena juventud a los 18 años se afilió al Partido Socialista, corría 1943. Palacios lo representaba  “en el sentido de cambiar las cosas para el pueblo, para los trabajadores, enseñarles sus derechos y darles una vida mejor.”[4] A pesar de esto  no dejaría de disentir con el viejo mosquetero y  con toda  la conducción socialista por la posición  asumida por esta frente a las persecuciones hacia el peronismo,  como consecuencia fue expulsado en 1956. “No soy antiperonista, pero tampoco soy peronista. Le marco defectos, como la falta de respeto por las libertades públicas y la prensa independiente que hubo en sus gobiernos, y señalo también sus virtudes, como poner en práctica las leyes sociales por las que trabajaron Palacios y otros dirigentes en el parlamento” diría muchos años más tarde al escritor Jaime Rosemberg.[5]

El maestro

Egresaría en 1944 como docente en el Normal de Avellaneda, siendo su primer destino en el Chaco santafesino. “Allí vi las ganas que tenía esa gente de aprender, a pesar de que le faltaba casi todo. Entendí que la educación es una mano solidaria que debe extenderse a quienes lo están necesitando.”[6]

De ese tiempo y de esa experiencia recordaría mucho después: “El problema es que yo a los dieciocho me fui a enseñarle a los indios del Chaco, y eran los hacheros los que me venían a defender cuando los patrones me querían sacar a patadas, porque yo les enseñaba matemáticas para que no les roben más.”[7]

Se dedicó entonces a la lucha gremial incorporándose a la Confederación de Maestros y Profesores y fue uno de los redactores del Estatuto del Docente que se aprobaría en 1958, en tiempos en que el país era presidido por el radical Arturo Frondizi. Ese Estatuto será el origen de los derechos y obligaciones de los trabajadores, que terminó, entre otras cosas, con las designaciones arbitrarias en la carrera.

Ya en los años 60, no fue menos indulgente con el general Juan Carlos Onganía, unificando la lucha contra el embate del dictador hacia la escuela pública primaria y sarmientina, intentando derogar el Estatuto Docente. Los gremios educativos se activaron doblándole el brazo  al dictador. Fueron esas movilizaciones el puntapié para la unidad docente que daría sus frutos el 11 de setiembre de 1973 en Huerta Grande, Córdoba, con la conformación de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina. La celebración no fue completa. El primer comunicado de CTERA, que redacta Bravo fue en solidaridad con el pueblo chileno que ese mismo día perdía su democracia y su presidente Salvador Allende. La CTERA nacía asumiendo toda una posición frente a la vida.

La APDH

Cuando la oscuridad se apoderaba del país, con Jaime de Nevares, Alicia Moreau de Justo,  Carlos Gattinoni, Eduardo Pimentel, Ariel Gómez, José Miguez Bonino, María Pérez Gallart, Jorge Vázquez, Guillermo Frugoni Rey, Raúl Aragón y Jaime Schmirgeld  fundaron en 1975 la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.

“Por encima de las palabras, están las acciones concretas y ciertas” decía. Luego se sumarían Oscar Alende, Adolfo Pérez Esquivel, Raúl Alfonsín, entre otros. A la convicción le puso el cuerpo, reclamando en comisarías, cuarteles y ministerios por aquellos hombres y mujeres que desaparecían diariamente. Lo hizo hasta que el 8 de setiembre de 1977, cuando él mismo pasó a ser uno de esos desaparecidos, sufriendo la tortura de los esbirros de un entrerriano infame como fue el general Ramón Camps.

“Bravo se encontraba dictando clases en una escuela de Buenos Aires cuando varios hombres fuertemente armados irrumpieron en el aula y lo arrastraron hasta el automóvil donde comenzó al calvario.  ‘Me vendaron los ojos, me esposaron las manos hacia adelante, comenzaron a golpearme y me hicieron bajar del coche. Cuando caí al suelo comenzaron a sonar tiros. Fue un simulacro de fusilamiento. Después se produjo una disputa entre mis secuestradores. Uno de ellos decía que no me podían matar allí porque no habían traído el combustible y los neumáticos necesarios para quemarme porque, decían, los subversivos dan mal olor’.”[8]

Cuando recuperó la libertad el cuerpo conservó las marcas profundas. “Recibí picana, crucifixión, submarino, cubo, picana colectiva ¿Qué es todo esto? Desgraciadamente creo que los argentinos sabemos demasiado del tema. Cuando me sacaron del colegio donde daba clases pesaba 81 kilos. Cuando dejaron de torturarme pesaba 45. Era un viejo de 80 años pese a que tenía 52.”[9] Jaime Rosemberg le pone tiempo a la ignominia: “Trece días desaparecido, en un limbo entre la vida y la muerte, nueve meses preso, otros seis en prisión domiciliaria y libertad vigilada.”[10]

Con el tiempo pudo identificar la voz que le decía entre cómplice e intimidante: “Maestro, escupa todo y no trague, nada… Maestro, pegó en el palo” y los dioses de la vida y la muerte le daban un día más. Lo reconoció en el marco de los Juicios por la Verdad, era Miguel Etchecolaz, mano derecha de Ramón Camps, que fuera condenado a 23 años de prisión, pero liberado gracias a la ley de Obediencia Debida, la misma por la cual renunció a ser parte del gobierno de Alfonsín.

El primer comunicado de CTERA, que redacta Bravo fue en solidaridad con el pueblo chileno que ese mismo día perdía su democracia y su presidente Salvador Allende. La CTERA nacía asumiendo toda una posición frente a la vida.

El 28 de agosto de 1997 en el programa Hora Clave, Bravo se cruzó con el represor suelto, en un intento del conductor de poner a la misma altura al represor y a su víctima. A estos personajes los diarios le dan tapa y la tele un buen horario, canta León Gieco. Esa noche Alfredo revivió el pasado.

La APDH emitió un comunicado ante este hecho: “Bravo fue una víctima del terrorismo de Estado, El otro, un victimario, no porque Bravo o nosotros así lo afirmemos, sino porque la Justicia así lo determinó y dictó condena. (…) Los crímenes que produjeron estas heridas no pueden ponerse en duda, porque fueron comprobados por importantes organismos internacionales y por la justicia constitucional de la Argentina, en que en juicios ejemplares y reconocidos mundialmente por su pulcritud condenó a los responsables.”[11]

Retorno a la democracia

Los días que faltaban para terminar la dictadura, y aún con las marcas en su cuerpo, volvió a la CTERA y a la APDH. Cesanteado por el gobierno militar de su cargo docente, se convirtió en vendedor de libros para poder vivir. Cuentan que las directoras y directores de las escuelas, aún a sabiendas del riesgo que implicaba recibirlo, le abrían las puertas de sus establecimientos para que el querido compañero pudiese ganarse la vida.

Con Alfonsín que lo nombró funcionario al comienzo de su gestión, pero renunció con la Ley de Obediencia Debida.

En 1983, el presidente electo Raúl Alfonsín lo convocó a la Subsecretaría para la Actividad Docente, desde donde –entre otras cosas-  facilitó la reincorporación de los maestros y profesores expulsados por la dictadura. Renunció al cargo cuando el Ejecutivo impulsó las leyes de Punto Final y Obediencia Debida “porque me obligaron mi dignidad y mi conciencia” dijo entonces públicamente.

A su amigo, el presidente Alfonsín le indicó “La ley de Obediencia Debida es la legalización de dos historias y dos culturas en la Argentina. Dos culturas que generan dos historias divergentes. Y las dos irreconciliables.”[12] Volvió a la dirección de su escuela, renunciando además, a la jubilación de privilegio que le correspondía por ley. Su paso por la función pública, resultó incómoda para muchos de sus compañeros docentes. “Hay algo que hay que entender; yo no fui funcionario de un gobierno radical, si no funcionario de la democracia, un régimen al que había que reconstruir después de muchos años de dictadura.”[13]

El neoliberalismo

Hacia mediados de los 80 regresó al seno del mismo socialismo que lo había expulsado. Primero lo hizo desde la Confederación Socialista liderada por la legendaria Alicia Moreau y luego en el Partido Socialista Democrático.

En algún punto fue su figura quien redimió el viejo tronco, asumiendo la conducción y desplazando a los viejos dirigentes, algunos de los cuales habían apoyado a la dictadura, ocupando cargos públicos y embajadas en ese período.

Héctor Polino,  su compañero en el derrotero escribió: “Consideraba que la lucha por la libertad debía conjugarse con la justicia social. Trabajo por una  sociedad democrática, laica, humanista, libertaria. Demostró que se puede pasar por la función pública, sea en cargos ejecutivos o legislativos, sin ensuciarse en el lodo de la corrupción.”[14]

Acompañó a Guillermo Estévez Boero como candidato a vicepresidente en 1989 por la Unidad Socialista, primer esbozo de la reconstrucción del viejo Partido. Fue elegido diputado en 1991 y junto al titular del Socialismo Popular y al fiscal Ricardo Molinas batallaron contra el menemismo  desde el Congreso cuando el neoliberalismo significaba el inminente  fin de la historia.

En 1994 fue elegido Convencional Constituyente y reelecto como legislador en 1995 por el Frepaso y 1999 ya en la Alianza.

Fue en 1998 cuando presentó un proyecto de ley para derogar las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, acompañado por Jorge Rivas, Adriana Puiggrós, Marcela Bordenave entre otros legisladores, para poder reabrir los juicios contra los represores.

Los radicales no podían creerlo, tampoco el líder del Frepaso, Chacho Álvarez que lo menos que quería era agitar las cosas y sugerir un Frepaso confiable y modosito para la sociedad argentina.

“Inorgánico y poco apegado a las estructuras” como lo describió Rosemberg, Alfredo no se detuvo a preguntarle a sus compañeros de la Alianza si lo acompañarían en esa lucha. El 25 de marzo ambas leyes fueron derogadas.

En el mismo orden Bravo junto a Rivas y al entrerriano Jorge Busti, consiguió que la Asamblea Legislativa rechace los fueros de Antonio Bussi por “inhabilidad moral”; el militar no pudo asumir como diputado.

“Bussi no puede venir a legislar porque no cree ni en las leyes ni en la justicia. En épocas en que era amo y señor de una amplia porción de nuestro territorio nacional ejerció la ilegalidad protegida que impuso el terrorismo de Estado, le negó justicia a quienes fueron sus víctimas y casi un cuarto de siglo de iniciada esa cacería de seres humanos y que lo tuvo como jefe, la sigue reivindicando.”[15]

Tampoco pidió permiso para cuestionar a funcionarios de su propio gobierno, empezando por el Ministro de Educación Juan José Llach –“un fundamentalista de mercado”-,  siguiendo por el Secretario Legal y Técnico de la presidencia Víctor Loiácono, asesor en el pasado del dictador Jorge Videla, y si bien ya no integraba el bloque oficialista, cuando Domingo Felipe Cavallo fue designado en la cartera de Economía, no dejó de fustigar al presidente De la Rúa. Poco tenía que hacer allí, ante las políticas liberales del gobierno nacional.

En abril de 2000 rompe con el oficialismo y en  octubre de 2001 fue elegido senador nacional por el ARI, espacio que ayudó a crear en su alejamiento de la Alianza. Lo secundaba en la boleta su amiga Susana Rinaldi. Nunca pudo ocupar el cargo, ya que por un subterfugio judicial, la banca merecida le fue entregada a Gustavo Béliz, que obtuvo menos votos.

La Unidad de la Rosa

En 2002 se reunifica el Partido Socialista atomizado en 1958. Alfredo Bravo es elegido presidente del Partido. “Conjugó muchos verbos hermosos, el principal fue el de la unidad. Unió a los maestros argentinos, unió al socialismo después de 44 años de estériles divisiones. Demostró con su accionar que la unidad no se declama, se practica”[16] dirá de él quien fue su candidato a vice presidente y lo acompañaría por el país en el viejo Peugeot 504, sin aire acondicionado pero con un pasacasete que afinaba tangos sin parar.

Fue candidato a Presidente del Partido Socialista en el 2003.

Su última campaña en 2003 profundizó sus  malestares físicos. Pero fueron otros los dolores más intensos.

El magro resultado lo llevó a escribir una larga carta donde desnudó la soledad que sintió durante la campaña, “exhausto y por sobre todo enojado con propios y ajenos” sobre todo “otros veteranos del partido que  -está seguro- no se preocuparon por ayudarlo o al menos amortiguar una caída electoral previsible, una despedida electoral que –cree- no merecía.” afirma Rosemberg.[17]

La carta cruda y directa que circuló entre toda la militancia, mostraba todo su malestar, en el final reflexionaba: “Desecho cualquier actitud indulgente porque creo que una derrota, como muchas que he tenido en mi vida, es un estímulo eficaz para producir una buena lectura de la Historia. Por eso no puedo bajar los brazos y retirarme de la actividad política, como pensé en algún momento. Soy socialista y rescato a todo aquel compañero que sinceramente lo sienta y lo manifieste. Rechazo a los oportunistas, que nunca faltan y a los que traicionan el ideario, los principios y valores que sustentan el socialismo.”[18]

El vínculo entrerriano

Como secretario general de CTERA, como integrante de la APDH o como dirigente político, visitó periódicamente a su ciudad. Una extensa entrevista en el diario La Calle, en 1974 le dio pie para hablar de la relación con el gobierno, de los nueve mil cesantías en ese momento y de como CTERA se preparaba para resistir lo que ya se veía venir. En esos momentos el ministro en ciernes, Oscar Ivanissevich  presentaba un proyecto por el cual “pretende un estado similar al eclesiástico, un estado similar al de las fuerzas armadas, -dice Alfredo- que darían a la  jerarquía la prioridad, y donde el verticalismo sería impuesto desde el Ministerio de Cultura y Educación (…) Se destruiría todo, la libertad gremial tal vez sería proscripta dentro en este sistema…”[19]

Si bien el profesor Jorge Brun no puede precisar la fecha, es probable que haya sido esta visita la que él recuerda haber asistido: “Se  hizo una reunión en instalaciones de la Río Uruguay, un saloncito pegado a lo que es hoy el Banco Francés. Bravo muy correcto, muy ético como siempre, con muy buena oratoria. No me quedaron recuerdos ni material. Esa noche estuve presente y él todavía estaba perfectamente entero. El Bebe Carlos Fernández Canavessi coordinó la reunión.” Y agrega “AGMER no existía en esos momentos, porque se forma recién en 1982 más o menos, sí existía CTERA desde 1973. Los distintos gremios no estábamos agrupados, teníamos el primario por un lado, el secundario por otro. Después todos constituimos AGMER y nos unimos en CTERA.”

La relación más fuerte e intensa de Alfredo fue con Fernández Canavessi. Ambos eran maestros de grado y la lucha gremial los había encontrado en el mismo camino. La amistad fue tan grande que Bravo visitaba habitualmente a Fernández Canavessi. “Alfredo venía muy seguido a casa de mis padres, venía pero siempre su tema recurrente era lo que había padecido mientras estuvo desaparecido. Me acuerdo que lo primero que hacía era sacarse los zapatos porque no podía soportar estar calzado a raíz de las torturas tan brutales que había recibido. Siempre hablaban lo mismo y  también recordaban cuando fundaron CTERA juntos en Huerta Grande. Después se encontraban en todas las reuniones de CTERA, siempre clandestinas. No me voy a olvidar nunca que le daban como unos bastones rellenos de arena para poder defenderse si llegaba la policía, esto era cuando viajaba en el Citroën a Buenos Aires donde se encontraban con Alfredo en esas reuniones. Con él viajó algunas veces Celomar Argachá. Ellos se reían pero la verdad tenían bastante miedo. La relación familiar fue muy grande, cuando él fue Secretario de Educación en Buenos Aires, mi hermana que vive allá siempre lo visitaba, es decir fue muy linda la amistad que tuvieron. La relación nació desde ahí, desde la docencia” cuenta Nilda, la hija de Fernández Canavessi.

En noviembre de 1982 comenzaron las reuniones entre militantes de Colón, Concordia y Concepción con la intención final de conformar una delegación local de la APDH. En la ciudad del nunca pasa nada, sucedían cosas.

El restaurante ‘La Mesa’, en la esquina de 3 de Febrero y San Martín fue el local elegido para convocar a las personas interesadas. ¿Fue casualidad hacerla frente a Plaza Ramírez? El encuentro contó con la asistencia y el apoyo del padre Víctor Bonín y del pastor Garófalo, de la Iglesia Protestante Evangélica de Colón. Se decidió que el 27 de ese mes de noviembre, a media cuadra de allí, en el salón ‘José E. Brizuela’ de la Biblioteca Popular “El Porvenir”,  Alfredo Bravo diese una conferencia, que fue a salón repleto.

La estrecha relación forjada durante años, con sus compañeros de CTERA, Ricardo Matzkin y el Bebe Fernández Canavessi, fue fundamental para que esto se lleve a cabo. También existían contactos con Rosa Pantaleón de la APDH nacional.

La difusión se realizó por medio de volantes y  por LT11  la radio local del Estado se invitaba a la población a concurrir, todo un síntoma del cambio que se estaba produciendo en esa sociedad, que luego de Malvinas empezaba a correr el velo de tanta atrocidad.

La profesora María Luisa Grianta fue una de las personas que se sumó a la iniciativa de constituir la delegación local. Recuerda aquella noche en la Biblioteca Popular: “Alfredo hizo una reseña de la situación del país en ese momento, es decir hizo un pantallazo de la realidad nacional. Cuándo se le preguntó sobre su encarcelamiento y tortura, contó su vivencia, no antes de haberse resistido un poco a hablar de su situación personal. Dijo que tenía 18 operaciones en la boca, que había bajado 13 kg. en diez días y que luego había sido blanqueado con arresto domiciliario. Lo más descollante de la noche fue cuando dijo que ‘era la primera vez que en una reunión pública del país se habla de esto…’”.

Malisa agrega que: “Esa noche durmió en nuestra casa familiar junto con el pastor Falot de Colón en un dormitorio que tenía dos camas y se los escuchó charlar hasta la madrugada. Al otro día comentaron que habían debatido sobre las religiones, que no se habían puesto de acuerdo en ese aspecto, pero sí en formar la filial local de la APDH.”

El resultado de esa conferencia fue el paso decisivo  para conformar de manera definitiva la delegación local de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, lo que se concretó unos pocos meses después, el 16 de abril de 1983, con la presencia del Dr. Emilio Luis Risté, delegado de la APDH nacional y miembro de la Democracia Cristiana.

Una de las más activas militantes de los derechos humanos en la ciudad, Evelina Pezzani de Signes relató: “Aunque no tuve ningún familiar desaparecido lo sentí muy adentro y cada persona que desaparecía a mí me dolía en el alma y me hizo muy feliz formar la filial para ayudar. Me acompañaba gente como el pastor Garófalo que era evangélico protestante, el padre Bonín, la profesora Araceli Re Latorre, que no eran políticos pero buscábamos la defensa de los demás porque lo que hacíamos era rastrear a los desaparecidos. Ayudamos a once que había acá y denunciamos los casos ante la Conadep.”[20]

La profesora de matemática Virginia Bruno se desempeñó en Panambí y Oberá, provincia de Misiones hasta el año 1978, en que regresaría a la ciudad,  y participó activamente en el gremio docente junto a Cacho Matzkin entre otros: “Yo estaba trabajando en Misiones en septiembre de 1977. Escuchando la radio me enteré que Bravo había sido secuestrado por la bonaerense, en una escuela del barrio de Caballito me parece, y me impactó la noticia. Para mí él era un referente militante de la docencia gremial. Pasa el tiempo, vengo a Concepción del Uruguay y en un momento, -me parece que fue en la Escuela Normal- que lo vimos en una charla,  y a mí me impactó también la dificultad que él tenía para hablar,  y alguien me dijo que era resultado de las torturas, que había quedado con esa dificultad.”

Una constante en los testimonios que vimos está dado por el hecho de que muchas de las personas que en Uruguay se relacionaron con Bravo, lo hicieron tanto desde la función gremial como desde la militancia por los derechos humanos. Silvia Garnier, activa docente gremial, como también incesante luchadora por la Memoria, la Verdad y la Justicia refiere a Alfredo con enorme respeto: “Estuve en la conferencia de la Biblioteca Popular. En ese momento yo recién empezaba a militar en AGMER. No recuerdo exactamente el año. Me impactó muchísimo el testimonio que él dio. Fue realmente conmovedor, porque era una persona que había caído bajo las garras del terrorismo de estado, que había sido lo que ya sabemos, con todos los apremios de todo tipo que sufrió, y sin embargo era una persona absolutamente firme que venía a contar la historia. Era ese docente que por primera vez uno veía y era la historia contada de primera mano, que es lo que tantas veces nosotros decimos, cuando salimos a dar testimonios de los que nos ha pasado en  nuestras familias, porque me parece que es fundamental que se cuente y se diga en primera persona lo que pasó, y sobre todos en esta época de negacionismo que estamos viviendo. Alfredo Bravo fue uno de nuestros próceres, que lamentablemente no muchas veces lo levantamos o no recordamos en toda su extensión como debiéramos, por la lucha que él tuvo y por la figura de Alfredo Bravo, ese docente y luchador por los derechos humanos.”

El profesor Ángel Harman, en ocasión del fallecimiento de Bebe Canavessi comparaba la madera con la que estaban hecho estos hombres: “Hoy, cuando repaso quiénes han sido los referentes que tuve en el magisterio, me quedan dos nombres: Carlos Fernández Canavessi y Alfredo Bravo, ‘dos horcones entrerrianos’  a quienes no lograron silenciar las amenazas del poder ni vendieron sus ideales por las tentaciones de un cargo.”[21]

Nilda Fernández recuerda aquellos encuentros familiares y lo que la impresionaba al oír los relatos del maestro: “Era lo que él contaba todo el tiempo. Todo el tiempo él recalcaba que una vez liberado tuvo que padecer prisión domiciliaria. Tenía tres  custodios y decía, lo peor es vivir con el enemigo porque terminás simpatizando con él. Entonces decía que que con la señora y los amigos hablaban que no podían simpatizar con ellos, pero era inevitable, estaban bajo el mismo techo, y aunque no comían juntos estaban ahí. Eso le causaba un escozor espantoso, sentir que ellos estaban ahí, que podían haber sido los mismos que lo habían torturado en su momento.”

A los dos amigos los echaron de sus trabajos el mismo 24 de diciembre. Casualidad o tal vez no tanta, a Bravo y  a Canavessi los dejaron cesantes el mismo día, el 24 de diciembre de 1976. Así como Alfredo, el Bebe tuvo que trabajar en cualquier cosa. La situación lo llevó a una gran depresión. Luego lo reintegraron en la Escuela N° 88 ‘Buenos Aires’ donde se jubiló, pero casi no pudo disfrutar, falleció en mayo de 1990. Diez años después cuando Bravo estuvo en la ciudad, en junio de 2000 con motivo de la inauguración de un local partidario, recordó al viejo compañero que ya no estaba: “La última vez que lo vimos nosotros –dice Nilda- fue cuando el vino a la sede del partido cuando estaba por ser candidato a diputado o a senador, en Mitre y Millán. Él nos mandó una invitación para que vayamos con mi mamá, papá había fallecido y él le dedicó toda la charla a papá y dijo que había sido un gran amigo, que habían pasado muchas cosas juntos. Él lo consideraba muy, muy amigo a mi papá.”

Recordada es la Declaración en la Cámara de Diputados, en agosto de 2000, repudiando la ordenanza 4571 establecida por el HCD de Concepción del Uruguay, -a pedido de los vecinos, de la Parroquia María Auxiliadora y de la Escuela Privada N° 108- que derogaba la anterior 4120 de mayo de 1996 la cual designaba con el nombre “Nunca Más” una calle que honraba la memoria de los desaparecidos uruguayenses, “elegido popular y voluntariamente por el Pueblo de Concepción del Uruguay, en conmemoración de sus mártires.”[22]  La declaración rescataba la voluntad popular de sostener ese nombre  y enmarcaba ese “Nunca Más” en la realidad de esos años cuando se producía un crimen aberrante en la ciudad: “La decisión del pueblo entrerriano, que tras realizar una gigantesca Marcha de Silencio en la cual 10.000 vecinos reclamaron el esclarecimiento del crimen de Flavia Schiavo, llevó en dicha circunstancia a sus representantes a darle un valor simbólico al lugar, que hoy determinan, debe ser anulado”. Ese asesinato finalmente nunca sería esclarecido. Y la calle “Nunca Más” desde entonces pasó a tener una extensión de solo una cuadra, por lo que ya no molestaba tanto a los vecinos de María Auxiliadora.

Este uruguayense de nacimiento y porteño por adopción, casado con Marta Becerini, padre de dos hijos, fanático de River Plate -y también un poquito de Platense-,  fue autor de piezas teatrales y de las ‘Obras maestras del terror’ que interpretadas por Narciso Ibáñez Menta, apasionaban a la Argentina de los años 60.

Escribió libros como ‘El Congreso Pedagógico en el Congreso Nacional 1882’, ‘Historia y presente de la pena de muerte’ y otro que nunca terminó de corregir ‘Otario que andás penando’. Este amante de las azaleas que cultivaba y regaba con pasión para que florezcan cuatro veces al año, pero también amante de Josephine Baker, fue socialista hasta la médula.[23]

Su vida se repartió entre los derechos humanos, la docencia, la justicia, la libertad, la igualdad. Su actitud, coherente, militante, honesta; su generosidad y solidaridad con los más débiles, su humanismo, lo colocan hoy, en la memoria de un pueblo que lo respetó, admiró y acompañó, aún por sobre las diferencias políticas.

Bravo tenía muy en claro que “Todo hay que hacerlo con el pueblo. Sin el pueblo, nada camina, y para eso –surge el maestro-, hay que hacer docencia”[24] pero además sostenía con firmeza que “En una sociedad solidaria es el Estado quien garantiza la igualdad de oportunidades y posibilidades educativas.”[25]

El hombre de la calle

Alfredo ha tenido diversos reconocimientos al transcurrir el tiempo. El Partido Socialista de Concepción del Uruguay, el 20 de agosto de 2010 inauguró una Biblioteca con su nombre.[26] Hubo que pedir autorización para para cubrir formas legales, para ello se le envió una nota a Marta Becerini, esposa del legendario maestro.

“Cuando surgió la inquietud de conformar la biblioteca, también se consultó a la mayoría de los compañeros sobre el nombre apropiado para la misma. Se realizó una amplia encuesta y por sobre las honorables propuestas tales como Alejo Peyret, Alfredo Palacios u Alicia Moreau, entre otros, se destacó por abrumadora mayoría el nombre de su esposo, nuestro compañero Alfredo Bravo (…) destacaron las virtudes de don Alfredo, su honradez, su compromiso militante, su irrenunciable lucha por los derechos humanos y por la dignidad de los docentes, y no ha sido un dato menor el hecho de que el compañero Bravo haya nacido en esta ciudad del Arroyo de la China, algo que también nos llena de orgullo como uruguayenses y entrerrianos. Y este nombre, el de su marido, que creemos ya no nos pertenece a los socialistas únicamente, sino a toda la ciudadanía, al otorgárselo a nuestra biblioteca nos demostró que en verdad es así (…) Nombrar la Biblioteca Alfredo Bravo, hoy, en Concepción del Uruguay es un símbolo de identidad para los socialistas. Nuestra aspiración de máxima es que también lo sea para todos los entrerrianos. En eso estamos empeñados.”[27]

El 30 de mayo de 2013, en el Concejo Deliberante de su ciudad se presentaba un proyecto para designar una calle en el Barrio docente “Congreso de Oriente” con su nombre.[28] Los considerandos no dejaban dudas “Alfredo Bravo, hijo de esta ciudad, ha trascendido el ámbito partidario, para convertirse en emblema de los Derechos Humanos de todos los argentinos. Durante su vida convocó permanentemente a la unidad de los sectores progresistas y democráticos en pos de un humanismo contenedor de los sectores más vulnerados de la sociedad. Su vida la dedicó a luchar contra las diferencias sociales, económicas y culturales en el objetivo de lograr una sociedad justa, solidaria e igualitaria.”[29] Un año y medio más tarde, el día 11 de septiembre de 2014, se descubrió la placa que designaba la calle “Maestro Alfredo Bravo”. Esas mañana, integrantes de todos los partidos políticos, docentes, sindicalistas, militantes por la defensa de los Derechos Humanos,  vecinos y vecinas del barrio y estudiantes,  se reunieron para honrar y agradecer al viejo maestro.

“Lo colocan hoy, aquí en la memoria de un pueblo que lo respetó, admiró y acompañó, por sobre las diferencias políticas su actitud coherente, militante, honesta, su generosidad, la solidaridad y su humanismo socialista. El verdadero homenaje que debemos brindarle a diario, es el de hacer carne y ejercicio sus valores, esos que compartimos.” Expresó, la impulsora del proyecto, la concejala Verónica Magni.[30]

Cuando Alfredo falleció, Laura Bonaparte, entrerriana también, hija de Guillermo, un prestigioso abogado socialista de Paraná, e integrante de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, -perdió dos hijas, un hijo, dos yernos y su esposo durante la dictadura-, leyó un sentido texto “querido compañero socialista, compañero maestro, compañero maestro de la educación laica y gratuita, compañero socialista, senador nacional por elección del pueblo, compañero defensor de los derechos humanos, compañero articulador de diferencias (…) Te elegimos y te nombramos senador nacional, compañero defensor de los derechos de la mujer, compañero luchador contra cansancios, vientos y mareas, compañero doblegador de torturas y torturadores, compañero de ideales llevados a la práctica.”[31]

Querido Compañero socialista Alfredo Bravo

Por Laura Bonaparte, Madre de Plaza de mayo Línea Fundadora

Compañero Maestro

Compañero Maestro de la educación laica y gratuita

Compañero Socialista, Senador Nacional, por elección del pueblo

Compañero Defensor de los Derechos Humanos

Compañero articulador de diferencias,

te elegimos y te nombramos Senador Nacional.

Compañero defensor de los Derechos de la Mujer

Compañero luchador contra cansancios, vientos y mareas.

Compañero doblegador de torturas y torturadores

Compañero de ideales llevados a la práctica

Te despedimos con dolor.

No te doblegó la tortura

Tampoco el fraude

Y la ausencia de justicia te dió fuerzas para hacerla existir

Enemigo de las mafias políticas y religiosas

Maestro de las y los diferentes

Maestro de marginadas y marginados

Te despedimos con mucho dolor

Las compañeras de compañeros

Las religiosas y las laicas

Las políticas amigas

Las que aramos la tierra

Las que hacemos música

Las que cantamos

Las mujeres comunes

Las luchadoras

Las que buscamos a nuestros hijos

Las que curamos heridas

Las que estamos en la casa

Las que caminamos las calles

Las que hablamos en las aulas

O en las calles, paradas desde la tribuna

Te despedimos con mucho dolor

Las que tenemos hambre

Las que no tenemos trabajo

Las que fabricamos ropa, o instrumentos de labranza y de música

Las que fabricamos ladrillos

Las que escribimos

Las que estuvimos presas y torturadas

Las que luchamos por la Justicia

Todas, te abrazamos compañero Senador Nacional y Maestro

Te abrazamos Alfredo Bravo.

http://viejositio.apdh.org.ar/documentos/docum_01/20030527f.asp

Bibliografía y fuentes

[1] La Vanguardia, Partido Socialista, Mayo de 2007
[2] Homenaje a Alfredo Bravo, HCD Concepción del Uruguay, 30/5/2013
[3] Simplemente un maestro, La Vanguardia, 28/6/2003
[4] Jaime Rosemberg, Un maestro socialista: vida, pasiones y legado de Alfredo Bravo, Homo Sapiens, Rosario, 2018, Pág. 24
[5]  Rosemberg, Ob. Cit., Pág. 35
[6] Ídem, Pág. 29
[7] Mariana García, Caminando las calles con paso de tango, Clarín 6/10/2001
[8] Juan Carlos Martínez. Archivo recuperado: el calvario de Alfredo Bravo y la dignidad de un maestro, 28/5/2018 en https://www.agenciapacourondo.com.ar/ddhh/archivo-recuperado-el-calvario-de-alfredo-bravo-y-la-dignidad-de-un-maestro
[9] Reportaje en revista La Semana, s/d
[10] Rosemberg, Ob. Cit. Pág.14
[11] Los crímenes no pueden ponerse en duda, Carta a Mariano Grondona, Página/12, septiembre 1987
[12] Jorge Listosella, La Renuncia de Alfredo Bravo, Acción, 1987
[13] Rosemberg, Ob. Cit. Pág. 86
[14] Héctor Polino, Alfredo Bravo: Un luchador, en http://viejositio.apdh.org.ar/documentos
[15] Jorge Busti, Juan Carlos Vega y otros, El caso Bussi, Imprenta del Congreso, Buenos Aires, 2002, Pág. 524
[16] Rubén Giustiniani, Un adiós a Alfredo Bravo, La Vanguardia, Junio de 2003
[17] Rosemberg, Ob. Cit., Pág. 15
[18] Alfredo Bravo, Carta abierta a los compañeros socialistas. Mayo de 2003.
[19] Alfredo Bravo, Un análisis de la situación docente argentina, La Calle, 3/11/1974
[20] Américo Schvartzman, El adiós a Evelina Pezani, 3/1/2019, en  https://www.elmiercolesdigital.com.ar/el-adios-a-evelina-pezzani/
[21] Ángel Hartman, Un maestro que era nuestro referente: Carlos Fernández Canavessi, en La Ciudad Revista Digital
[22] Jorge Bonvín, Calles con historia, Municipalidad de Concepción del Uruguay, 2019, Pág. 173-175
[23] Flavia Fernández , Nietos, tango y azaleas, La nación, 17/1/1999
[24] Listosella, Ob. Cit.
[25] Aranceles que alborotan, Cartas al país, Clarín 21/9/1993
[26] Una nueva Biblioteca ya funciona en Concepción, Diario Uno, 22/8/2010
[27] Biblioteca Alfredo Bravo: Carta a Marta Becerini, 30/11/2010
[28] Bonvín Jorge, Calles con historia, Municipalidad de Concepción del Uruguay, 2019, Pág. 262-263
[29] Proyecto de Resolución, HCD Concepción del Uruguay, 30/5/2013
[30] Verónica Magni, Homenaje a Alfredo Bravo, 11/9/14
[31]   Martín Granovsky, Al maestro con mucho cariño, Página/12, 28/5/2003

 

 

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