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Capitanes en la tormenta

A la vuelta de la Escuela 113, al ingresar al Barrio Zapata, Jorgelina tiene un comedor comunitario que llena las barrigas de casi un centenar de gurises y gurisas uruguayenses que desde hace 10 años ayuda.

 

Por MARCELO SGALIA (*)

 

Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo (Eduardo Galeano).

 

En días donde la pandemia saltó por la pantalla las series de Netflix y nos dejó en peligro a todas y todos, Jorgelina es una de las tantas que no le importa exponerse en la línea más difícil. Y juega como mejor sabe jugar. Con el corazón.

En días donde discutimos el mundo que se abrirá mañana mientras juntamos las fichas del tablero que el virus nos desparramó, Jorgelina sigue jugando con la misma convicción que en los últimos 10 años. En su casa. Los dos primeros con un Merendero. Los últimos ocho con un Comedor Comunitario que llena las barrigas de casi un centenar de gurises y gurisas uruguayenses.

A la vuelta de la Escuela 113, al ingresar al Barrio Zapata, Jorgelina tiene un comedor de esos que multiplicados en distintos rincones del país luchan contra el hambre de los más vulnerables.

Jorgelina los llama “mis niños”. Ayer eran 80, hoy son 85 y en el invierno quizás sean 100. Algunos llegan con chupetes. Los más grandes enfrentan la adolescencia. Juntos, cenan de lunes a viernes, todo el año.

“Jorgelina no podría negarle a nadie un plato de comida”, me cuentan quienes la ayudan cada noche. Sus hijos, sus sobrinas y sobrinos, su cuñado, una vecina que hace poco llegó al barrio y la primera vez que se cruzó se quedó para siempre a jugar por este equipo.

"Si hoy tienen la panza llena mañana podrán salvarnos en un Hospital, podrán cuidarnos en una ruta, podrán priorizar la vida por sobre los números. Si mañana cenan soñarán con estrellas, lunas y amaneceres. (...)El sol les dará música, colores y una pelota. Y en diez, quince, veinte o treinta años nos sostendrán un respirador o inventarán una vacuna para salvarnos".

Las donaciones siempre son bienvenidas. Hoy necesitan una olla de acero inoxidable de 50 litros. Las tres que hay no alcanzan. Les haría un cachito más fácil el enorme laburo. Y tapers grandes, para este presente de coronavirus.

Hay gente que se acerca pero no basta muchas veces. Entonces, en reiteradas ocasiones es necesario cocinar para juntar guita y con eso comprar para darles de comer a esos gurises y gurisas cada noche. “En invierno son las 5 de la mañana y está amasando para hacer panes caseros y tortas fritas para juntar plata”, cuentan en ese comedor, que es de ella y por las noches es de todos y de todas.

Esta gente sostuvo el resultado contra la pandemia y les está ganando. Cuando conoció las medidas de aislamiento preventino y obligatorio, salieron a juntar tapers. “A las 5 de la tarde sale en bicicleta o en una moto a recolectarlos”, agregan. Cocinan, los preparan y los llevan a domicilio con las medidas preventivas para este presente. La cuenta es fácil: hoy 90 viandas son 90 familias. Multipliquen.

“Es largo el recorrido porque vienen chicos de distintos barrios al Comedor”. Camino a Fepasa, en el ex circuito Mena, etc. Ni los pibes ni las pibas se quedaron sin su plato de comida, por esta gente. Y Ema Noir, la voz y el líder de Ke Personajes, se sumó a este presente cocinando y poniendo su auto para entregar las viandas. Eso que llaman identidad, raíces. Jamás te olvides que abajo del asfalto hubo barro.

Cuentan en el barrio que el Día del Niño en este lugar es como una canción de María Elena Walsh, llena de música y colores. Dicen que una piba de 15 años que asiste al Comedor algún día podrá contarle a sus hijos que le organizaron una fiesta estupenda, con todas sus amigas.

Está claro que con la panza llena se puede soñar con un mundo mejor. Y que si alguna vez por una puta casualidad, se diera, que un virus de esas pelis se torna real y nos encierra a todos en el planeta entero y nos asusta con arrasarnos, los primeros en volver a abrir el camino peleemos por exigir un plato de comida para todos los pibes y las pibas del mundo. Luego de eso discutamos el resto.

Los que ayer menospreciamos como “negritos y negritas…” son también los que hoy aplaudimos desde los balcones porque nos están salvando la vida en miles de hospitales argentinos. Debatiéndose y enfrentando la muerte como médicos, enfermeras y personal de limpieza, desinfectando los pisos con lavandina.

Si hoy tienen la panza llena mañana podrán salvarnos en un Hospital, podrán cuidarnos en una ruta, podrán priorizar la vida por sobre los números. Si mañana cenan soñarán con estrellas, lunas y amaneceres. El sol les dará música, colores y una pelota. Y en diez, quince, veinte o treinta años nos sostendrán un respirador o inventarán una vacuna para salvarnos. A lo mejor, hoy tan solo necesitan eso, para ser en el futuro los capitanes de los equipos que enfrentarán las próximas pandemias. No vaya a ser cosa que nos toque algo de eso algún día.

 

(*) Periodista. Este artículo fue publicado en su muro de Facebook y se reproduce con su autorización.

 

 

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