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LA PANDEMIA Y LOS ENTRERRIANOS POR EL MUNDO (V)

Coronavirus: cómo cambió todo en Italia

Desde Italia, Ricardo Mazzarello –analista de sistemas uruguayense, residente en el Norte del país– cuenta cómo se vive la pandemia en aquella parte del mundo, la más castigada por ahora.

Por RICARDO A. MAZZARELLO (*)

Ver también: Cómo se vive la pandemia en el resto del mundo, en primera persona

El puente romano, foto tomada un día de Carnaval.

Como todos los días, me levanto cerca de las 6 de la mañana y preparo el mate. Detrás de mí siento los pasos y quejidos de Tea, nuestra perra de casi dos años. Me visto y salimos para que ella haga sus cosas, su paseo de la mañana... Igual que para nosotros, para ella también ha cambiado la rutina en este último mes: la llevo atada para controlarla y que no juegue con otros perros y así evitar que personas con las que no convivimos estemos a menos de un metro de distancia para no tener contacto físico y cuidar la salud de todos, aunque sea un amigo o un familiar. Todo sea por el bien colectivo.

El pueblo donde vivimos con mi familia y desde donde les voy a contar mi experiencia se llama Pont-Saint-Martin, tiene un poco menos de cuatro mil habitantes, queda en la Regione Autónoma Valle d’Aosta, situada en el Noroeste de Italia, limita con Francia, Suiza y con otra región italiana llamada Piemonte. Debe su nombre el pueblo a un puente construido en el siglo I a.C., durante el Imperio Romano, y el que es actualmente utilizado para uso peatonal y por donde pasan autos de las personas que viven en esa zona histórica del pueblo. El puente ha sobrevivido más de dos mil años de pestes, guerras, etcétera. Para ir de Canterbury (en Gran Bretaña) a Roma, los peregrinos tenían que pasar sobre él obligatoriamente pues era el único puente sobre el río Lys que existía y la 'Via Francigena' pasa sobre ella. Pero en este último mes, la situación va cambiando con la evolución del Covid-19 por estos lares.

En este momento, la Regione donde vivo está cerrada. Sólo se deja entrar a quienes vivimos en ella o a personas que por justificadas razones -claramente establecidas por los decretos emanados en estos días- tengan la obligación de circular por la misma.

En febrero, entre conductas incrédulas y fatalistas todo empezó a cambiar en nuestras vidas.

Empezaron a descubrirse los primeros contagios en la Regione Lombardia, cuya capital es Milano. El primer paciente se lo identificó el 21 de febrero en Codogno. Se empezó a expandir el virus y algunos de los pueblos como Codogno quedaron directamente aislados del resto del país. Entre conductas incrédulas y otras fatalistas todo empezó a cambiar en nuestras vidas. Los fatalistas comenzaron, como si fuera una película apocalíptica, a realizar enormes compras en los supermercados y llevaron el pánico al resto de la población. Otros creían (o querían creer) que el virus sólo iba a presentarse en determinadas zonas del país, aunque no se sabía cómo controlarlo por ser un virus nuevo. Como un péndulo, esos eran los extremos en los cuales nuestra vida va pasando y cambiando.

En el arco político de la coalición gobernante y en la oposición hubo comentarios y conductas personales con mensajes contraproducentes que llevaron, en un primer momento, confusión a la gente, pues desestimaron la criticidad de la situación. Inundaron las redes sociales de tweets, posts, videos, fotos y muchos siguieron su vida normalmente, sin darse cuenta que estamos frente a algo que aún hoy --luego de casi un mes-- no se sabe cómo resolverlo.

Cuando se suspendieron las clases presenciales en todos los niveles educativos, el 4 de marzo, muchas familias optaron por salir de sus casas masivamente, como si fuesen unas vacaciones inesperadas: algunos iban a los parques a hacer picnics familiares o con amigos, a las playas, a las ramblas o a pasar unos días a la montaña. Esto llevó a expandir cada vez más el virus a personas con las cuales estos viajeros tomaron contacto.

"Unidos todo andará bien".

A pesar de los primeros tropezones por enfrentarse a algo no conocido, con medidas contrarreloj, donde fueron reglamentando --y continúan haciéndolo-- todas las actividades de quienes vivimos aquí, el gobierno comenzó a crear un plan para poder enfrentar esta crisis sanitaria, y creo que lo está haciendo bien. No tengo la capacidad técnica para evaluarlo, pero creo y espero que vaya en la dirección justa.

Mientras el virus se expandía invisiblemente por el mundo, los gobiernos de Francia, Alemania, Reino Unido minimizaban el peligro en sus propios países y criticaban abiertamente la situación italiana. O como ocurrió en el debate a puertas cerradas que se hizo en un estudio de la CNN a Washington entre Joe Biden y Bernie Sanders efectuado a mediados de este mes, criticaron el sistema sanitario nacional italiano.

¿Cómo afectó todo esto al orgullo del pueblo italiano? En un primer momento, leer noticias internacionales donde se apuntaba al hecho que el problema era nuestro por una mala gestión de la emergencia trajo tristeza, rabia, impotencia por sentirse señalados como incapaces ante todo el mundo. Luego, el tiempo comenzó a dar la razón al plan italiano que ahora pasó a ser un modelo que están repitiendo los demás países para enfrentar el problema. Es importante que los países que criticaron ahora vean la gestión italiana como un modelo a seguir, es bueno que otros aprendan de los errores cometidos.

Para levantar la moral ante esta inusual situación, empezaron a hacerse campañas de todo tipo: los denominados 'Flash mob' que llevaron 'oxígeno a nuestros corazones' y alegría a todos, pues cada uno empezó a darse cuenta que es necesario estar unidos y defenderse todos juntos ante este virus. Cada uno desde nuestras casas, saliendo a nuestros balcones a una determinada hora. Alguno se puso a cantar, otro a tocar algún instrumento, a iluminar de noche el cielo con sus celulares como forma de demostrar que hay que estar todos juntos en la misma barca. Otros cuando todavía se podía salir a la calle, pegaron carteles anónimos con frases de aliento.

Me han reenviado desde Argentina audios de argentinos y uruguayos en Italia que contaban cosas que yo no viví.

Me han reenviado desde Argentina por WhatsApp mensajes de audio de argentinos y uruguayos en Italia que contaban cosas que yo no viví personalmente, quizás por vivir en un pueblo y no en una gran ciudad, pues contaban de ciudades donde en la calle había militares controlando a la gente con puestos por todos lados. En los canales de TV no vi imágenes de ese tipo. Sí es verdad que los controles están hechos por las fuerzas policiales (la Polizia dello Stato o el cuerpo de I Carabinieri), pero no los militares con puestos de bloqueo y con los uniformes verdes.

¿Cómo afecta el día a día el Covid-19? ¿Qué cosas cambiaron? El virus, por su nivel de contagio, ha hecho que se hayan tenido que suspender todas las actividades sociales que normalmente se producen en nuestro día a día (actividades de clubes, gimnasios, espectáculos de todo tipo, oficios religiosos, casamientos, etcétera). En mi caso, formo parte de un coro alpino masculino junto a mi hijo y tenemos un encuentro semanal en un local pequeño. Tenemos como compañeros a personas que mayormente son jubilados. El coro tiene más de 40 años de existencia y algunos están en él desde sus comienzos, tienen 80 años, y el más veterano tiene 89. El hecho de no poder ensayar todas las semanas creo que les estará afectando mucho, pero es por el bien de todos quedarnos en casa.

Sé que en este momento tenemos todos más restricciones personales: desde hoy (21 de marzo) cerraron los parques y jardines públicos desde temprano en la mañana en todo el país y en un mensaje emitido hoy por la noche, el primer ministro comunicó que el país, a nivel productivo, desde mañana quedará más paralizado todavía. Quedarán activos sólo los servicios esenciales. Los daños económicos ya sabemos que son muy elevados, Italia se encuentra delante de la peor crisis luego de la Segunda Guerra Mundial.

Creo que no poder gozar del derecho a la libre circulación, de no poder salir de mi casa (salvo por causas justificadas), de no poder viajar, tiene que ser visto como un acto de respeto hacia el prójimo, es hora de cumplir nuestros deberes cívicos en vez de pensar en nuestros derechos que gozamos normalmente. Todo el hecho de bloquear la mayoría de las actividades productivas trajo un daño económico muy grande a casi todas las industrias, desde la turística, la construcción, las fábricas. En el caso de mi familia, por ser mi esposa arquitecta, una profesional independiente, ha hecho que su actividad esté parada.

Italia se encuentra ante la peor crisis luego de la Segunda Guerra Mundial.

Las empresas en pocas horas, días, se tuvieron que organizar para trabajar en modalidad remota, aún en la administración pública en los casos en que era posible hacerlo. Cada empleado empezó a organizarse para desarrollar su trabajo con todo lo que ello implica: buscar un lugar físico dentro de la casa de cada uno, hacer reuniones en modalidad remota a través de teleconferencias, videoconferencias, etcétera, y se pudo comprobar en pocos días que el plan funcionó. Ello abre ahora una gran puerta a la posibilidad de poder trabajar remotamente como algo normal y aceptado, y ya se habla como un resultado laboral positivo que produjo esta emergencia sanitaria y se está comprobando que innumerables trabajos se pueden desarrollar con igual calidad y con motivaciones mayores.

En mi caso particular, trabajo desde hace más de diez años en una empresa que provee servicios informáticos para grandes empresas y trabajar en modalidad remota es algo que hacemos normalmente en los horarios más disparatados. Ello hizo que el impacto en mi familia de estos problemas operativos, no existieran. Sí, en cambio, hubo problemas operativos con respecto al cambio de la educación escolar de mis hijos. Acá, el dictado presencial de las clases se suspendió el 4 de marzo. Los profesores tuvieron que cambiar de un día para el otro sus métodos para seguir con el programa. Envían archivos de audio con las lecciones para estudiar, de texto con las consignas que deben realizar los alumnos, de presentaciones gráficas, realizan video conferencias con sus alumnos...

Mi hija más grande se encuentra en Florencia, donde estudia el primer año de la facultad y está allí teniendo clases virtuales. Mi hija menor, que hace piano en la escuela, tuvo esta semana su primer clase individual virtual con su profesor: ella tocaba el piano en casa y el profesor la corregía utilizando como medio una conexión a través de internet. Mi hijo varón, el del medio, tiene videoconferencias con los profesores y les envían audios, texto, etcétera. Mientras, la red de casa hace estragos.

¿Qué medidas se están promocionando para tratar que la gente se quede en casa y no salga a la calle? Las grandes empresas están ayudando a que la vida dentro la casa de cada uno de nosotros se haga lo más placentera posible. En el ámbito informático, por ejemplo, sitios como Linkedin están ofreciendo a las empresas que son sus clientes, cursos gratis para sus empleados o los denominados Webinar, siempre de manera gratis, cosa que no siempre era fácil obtenerlos antes de esta crisis y, por otro lado, la empresa misma nos aconseja de hacerlos (al menos en mi caso). También otros sitios de formación italianos ofrecen servicios similares así cada uno, luego que terminó su jornada laboral o dentro de la misma (si se hace el tiempo) puede aprovechar para hacer cursos de capacitación.

Creo que el virus Covid-19 nos ha enfrentado a lo que los científicos siempre han defendido: que la información se comparta para que todos podamos vivir mejor.

Algunas empresas de telefonía celular, por ejemplo, han ofrecido por este periodo la posibilidad de hacer tráfico ilimitado de internet con nuestras tarjetas telefónicas, en vez de tener los límites acordados en los contratos. Esto ayuda a poder trabajar desde nuestra casa, con una red veloz como si estuviésemos en nuestras oficinas. Algunos diarios como, por ejemplo, La Stampa, de Torino, ofrecen una promoción de pagar un euro por mes por los próximos tres meses para acceder en manera ilimitada a todo su contenido. Como parámetro se podría decir que un paquete de un kilogramo de fideos cuesta más o menos eso. He visto que al menos un diario argentino, de tirada nacional, tuvo una iniciativa similar y creo es algo bueno.

Creo que el virus Covid-19 nos ha enfrentado a tener que abatir las barreras entre países. Se está dando a nivel internacional lo que los científicos que se dedican a hacer investigación y desarrollo, en general, siempre han defendido: que la información se comparta para que todos podamos vivir mejor, usando unos los adelantos científicos descubiertos por otros y que todo se haga en un círculo virtuoso. El hecho de mejorar la calidad de vida no debería servir para que podamos tener más confort en nuestras casas (mejores electrodomésticos o automóviles más lujosos), sino para poder tener una mejor salud, poder cambiar los valores espirituales, poder tener la posibilidad de gozar la naturaleza que nos rodea sin pensar en una vida frenética, consumista, que daña día a día nuestro ecosistema en pos del progreso.

 

(*) Analista universitario de sistemas egresado de la Facultad Regional Concepción del Uruguay de la Universidad Tecnológica Nacional (FRCU-UTN). Vive desde hace 16 años en Italia con su familia, es casado y tiene tres hijos de 19, 17 y 12 años. 

 

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