El funcionario municipal Juan Martín Garay comparte una reflexión sobre los comportamientos sociales, las interrelaciones entre representantes y representados y sus consecuencias.
Nueve de cada diez personas en la región desconfían del prójimo señala el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Según un reciente informe de este organismo denominado "Confianza: la clave para la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe": ...“la confianza es el problema más acuciante y, sin embargo, el menos abordado al que se enfrenta América Latina y el Caribe. Ya se trate de los demás, del gobierno o de las empresas, la confianza en la región es menor que en cualquier otra parte del mundo. Las consecuencias económicas y políticas de la desconfianza se propagan a toda la sociedad”...
Desconfianza
Este documento sostiene que la desconfianza es una causal en la reducción del crecimiento y la innovación. Si no hay confianza entre las empresas y los circunstanciales gobiernos, entre los trabajadores y los empleadores, entre los bancos y los prestatarios, entre consumidores/usuarios y productores de bienes y servicios, entre quienes integran las organizaciones del sector privado y dentro de las instituciones del sector público, se disminuye la colaboración necesaria para la inversión y la iniciativa empresarial que da impulso al crecimiento del empleo.
Según este informe, la desconfianza en el sector privado y público se presenta como un obstáculo para el crecimiento inclusivo. La lógica planteada indica que si el sector empresarial desconfía, perjudica con ello a la inversión, la productividad y la innovación, reduciendo la competitividad del sector privado. Por otra parte se registra (aunque también se “olfatea”), que los ciudadanos de la región tienen una alta desconfianza en los gobiernos, tornando dificultoso con ello el panorama social por la apatía que esto genera. Además, cuando los ciudadanos desconfían, (quienes pueden hacerlo) tratan de velar por la propia seguridad, educación y salud, haciendo lo posible por evadir el pago de los tributos con los que se sostiene el Estado.
A la inversa, una encuesta sobre miles de funcionarios públicos de América Latina y el Caribe reveló: “que la desconfianza dentro de las agencias públicas y su desconfianza hacia los ciudadanos reduce la capacidad del sector público para satisfacer las necesidades de los ciudadanos, incluido un entorno regulatorio propicio para el crecimiento y la inversión”. Causa y efecto, todo va entrelazado y de la mano según apreciamos.
Como vemos, la construcción de ciudadanía se trunca con la desconfianza distorsionando además la toma de decisiones democráticas necesarias para el desarrollo sostenible. La desconfianza que se percibe anida en el seno social respecto de ciertas instituciones y en quienes son los encargados de conducirlas, resulta serlo porque algunos protagonistas de las mismas (circunstanciales pero muchos de largos períodos sin haber trasvasamiento generacional, o peor aún con más -o sólo- recuerdos que proyectos) han venido siendo resistentes a los cambios que se reclaman en voz alta, en voz baja y también desde el subconsciente como dice Jauretche. Claramente la situación en la que nos encontramos no es un designio fruto del azar, se ha hecho todo lo necesario para “caer” en esto.
Confianza
El mismo informe sostiene que el restaurar la confianza depende -entre otras cosas- de la información y el empoderamiento. Si bien “la información es poder”, una buena comunicación “empodera” también. La comunicación ciudadana se presenta como una clave importante para que los ciudadanos confíen en sus gobiernos, la información es esencial y una buena comunicación mucho más. El BID sostiene que los gobiernos pueden informar y empoderar, fortaleciendo las instituciones, reduciendo barreras, asumiendo compromisos públicos, cumpliéndolos y comunicando luego ambas cosas. La palabra empeñada y el cumplimiento de los compromisos asumidos aumentará la confianza ciudadana.
Por otra parte se registra (aunque también se “olfatea”), que los ciudadanos de la región tienen una alta desconfianza en los gobiernos, tornando dificultoso con ello el panorama social por la apatía que esto genera.
El crecimiento, mayor empleo, las decisiones de invertir, emplear, producir, comprar o vender dependen de la confianza, por eso es directamente proporcional, a mayor confianza más crecimiento. El documento del BID pretende orientar con su contenido “a los responsables de la toma de decisiones en su esfuerzo para incorporar la confianza y la cohesión social en las reformas integrales necesarias para abordar los retos más difíciles de la región”.
Perón enseña que “nadie puede solucionar un problema social si antes no soluciona un problema económico, y nadie soluciona un problema económico sin antes solucionar un problema político”. El problema político actual obedece a una crisis de representatividad política que no genera ninguna confianza suficiente para ir por la resolución estructural de lo económico y así sentar las bases que permitan comenzar a dar solución profunda y real a lo social (sin paliativos constantes). Por eso la política y su reivindicación es más que importante ahora al ser esta actividad la lucha por conseguir un punto de cohesión y proyección social que permite un mejor desarrollo del ser humano.
Las personas “no son números”, la desconfianza trae como consecuencia que muchas veces la primacía de lo económico sea visto sin un marco de referencia a lo social y al bien común. Lo económico con lo político se presentan en una constante contradicción y puja sin sentido la mayoría de las veces.
El desafío
Pareciera que lo único que se construye de arriba hacia abajo son los pozos, pero no es así, la confianza también, con gestos, ejemplos claros, concretos y sobre todo con hechos, no sólo palabras. “Orden y progreso” dice el “Padre de la Sociología” Augusto Comte, por eso una nueva oportunidad para sembrar mayor confianza de la mano de acciones se presenta como la búsqueda necesaria de una convergencia que permita ordenar el conflicto económico y social.
Como “la confianza es algo que no se compra en un bazar” reza el dicho popular, la educación sigue siendo el eje central, no sólo como oportunidad de liberación del ser humano, sino presentada como base para generar confianza al tener personas con mayores niveles educativos que permitan un mejor discernir. Si asumimos la necesidad de ser Nación -sostenida en la construcción colectiva- la tarea de todos y para todos será la de construir confianza, algo nada fácil pero de gran desafío y clave para la cohesión social y el crecimiento necesario por el bien de todos los argentinos, incluso de los que aún no han nacido.
(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.-
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