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APUNTES DE COYUNTURA

Diez puntitos sobre Massa y lo que viene

A continuación unas pocas reflexiones para intentar pensar en conjunto lo sucedido en esta loca semana y lo que puede esperarse (o no) del cambio de rumbo del gobierno.

 

Por A.S. de EL MIÉRCOLES DIGITAL

 

UNO: EL “DESEMBARCO”. Hacía varios días que los medios más poderosos del país (incluidos los oficialistas) venían anunciando el “desembarco” de Massa en el gobierno como “superministro”. Es la palabra que usaban. ¿”Desembarco”? Como si el susodicho no fuera una de las principales patas del conglomerado que nos gobierna desde 2019 (decirle “coalición” es como llamarle “coreografía” a una marabunta). Que Massa, uno de los políticos peor vistos de la Argentina, apareciera como el salvador, es tan alarmante como significativo: implica que el conglomerado no tiene ninguna cara mejor que ofrecer. Y eso no es poco.

 

DOS: LA ECONOMÍA, ESA PSEUDOCIENCIA. Lástima que no está Mario Bunge para verlo: la economía, otra vez, más pseudociencia que nunca. Alcanzó con que se nombrara “superministro” a alguien que ni siquiera es economista (a un abogado que nunca ejerció como tal) pero, que aparece como “hombre-totem” de la Embajada de los EEUU para que cayeran en picada el dólar blue y el riesgo país, se tranquilizaran los mercados y subieran los bonos argentinos que venían en caída libre. Todo indica, cada vez más, que economía debería estudiarse en la Facultad de Psicología. Eso sí: nadie sabe cuánto puede durar, porque bien podría ser un “efecto placebo”.

 

TRES: CONCLUSIONES DESECHABLES. Se pueden sacar muchas conclusiones de esta semana loca. Algunas, anecdóticas pero sintomáticas, son las que siguen: a) El Capitán Beto se ha convertido definitivimente en “Beto el Recluta”; su escasa gravitación en el gobierno que encabeza se ha reducido a casi cero; b) Cristina III, la Reina Malévola, reina pero no gobierna. Ha decidido mantener ese rol rarísimo: es la que manda, nadie sobrevive a su encono (“hoy no voy a revolear ningun ministro”, confesó hace poco) pero al mismo tiempo no tiene intención de hacerse cargo de establecer el rumbo. c) Su única preocupación, como lo dejó claro su aleccionador video sobre la Corte de días atrás (y lo reconocieron incluso algunos fieles como Grabois), está en su propio destino judicial. De lo demás, que se ocupen sus mayordomos, chambelanes, condestables, escanciadores y pajes. Ella está para otras cosas. Lo saben sus seguidores que se han llamado a silencio cual muñecos sin cuerda.

 

Devaluación e inflación fueron las vías para imponernos ese ajuste mientras nos seguimos negando a discutir un ajuste sobre otras bases, un ajuste a quienes nunca, jamás de los jamases, se ajustan en lo más mínimo: los ricos y poderosos, los dueños de bancos y pulpos empresariales, y sus socios, los funcionarios principales de este gobierno y del anterior. Todos ellos ganan cada vez más.

 

CUATRO: EL AUDITOR AL FRENTE DEL CONSORCIO. Hace un tiempo, cuando se firmó el acuerdo con el FMI (que fue este mismo Gobierno, sí, el de la Reina y su séquito, aunque ella lo haya aceptado haciendo pucheritos) señalé que lo verdaderamente relevante era que el peronismo gobernante aceptó (otra vez, como en los años de Menem) que cada noventa días venga una delegación del FMI a revisarle las cuentas. Algún otro analista, curiosamente funcionario de este gobierno, lo resumió diciendo que desde ese momento el FMI cogobierna en la Argentina. No es así. Para hacer una analogia consorcial, un auditor externo audita, controla, pero no co-gestiona. Ahora algo cambió: esos organismos, que hasta hace poco estaban a cargo de auditar, ven a uno de sus más leales servidores al frente del consorcio, es decir de los negocios del Reino, y es eso lo que –como por arte de magia–  tranquilizó mercados, hizo subir bonos, redujo el riesgo país y bajó el dólar blue más de 50 pesos. La duda es si el déficit fiscal también se puede curar de palabra o si ahí se viene la cirugía a corazón abierto y sin anestesia.

 

CINCO: LO QUE VIENE. ¿Duda, dije recién? Hmmm. Por desgracia, no hay muchas dudas de qué viene, como lo admiten los silencios estruendosos de los sectores habitualmente más ruidosos del oficialismo. Y en eso tienen razón los fachizurdos de La Batalla Cultural: estamos fritos, angelitos. Porque si a Massa las cosas le salen mal, terminamos en la peor combinación (hiperajuste + hiperinflación + estallido social); pero si le sale bien (es decir hiperajuste + estabilidad + tregua social), tenemos Massa presidente y por ocho años. No sé qué es peor. (Y nótese que del hiperajuste no zafamos en ninguno de los dos casos. Cualquiera que mire con los ojos y no con anteojeras sabe que esto es “sale o sale”).

 

SEIS: ¿AJUSTE? ¿QUÉ AJUSTE? Un problema que tenemos como sociedad es que esquivamos los debates, tenemos algo mágico con las palabras. Nos creímos en serio esa idea (correcta en su origen y contexto, absurda en su uso inadecuado) de que “lo que no nombramos no existe”. (¿No existían los genes antes de que los descubriéramos y los pudiéramos nombrar? ¿No existe el ajuste que hacen estos gobiernos de mierda, por el solo hecho de que no usan la palabra?) Entonces en lugar de discutir qué y a quién hay que ajustar, nos negamos infantilmente a decir la palabra, y mientras eso ocurre, desde 2015 a quienes vivimos de ingresos fijos nos demolieron el poder adquisitivo según datos de organismos confiables. Y esa pérdida es todavía peor para casi la mitad que trabaja de manera informal, es decir los más débiles de todos. ¿Se concibe peor ajuste, más brutal y más injusto?

 

SIETE: LO QUE DEBERÍAMOS DISCUTIR. Devaluación e inflación fueron las vías para imponernos ese ajuste mientras nos seguimos negando a discutir un ajuste sobre otras bases, un ajuste a quienes nunca, jamás de los jamases, se ajustan en lo más mínimo: los ricos y poderosos, los dueños de bancos y pulpos empresariales, y sus socios, los funcionarios principales de este gobierno y del anterior. Todos ellos ganan cada vez más, todos burgueses, todos millonarios, todos con ingresos de millones de pesos por mes, que se pelean entre ellos para ver quiénes seguirán ocupando esos sillones que les permitirán seguir ajustándonos a nosotres mientras fingen preocuparse por el destino de nuestra vapuleada y extraviada república. Eso sí, sin mentar jamás la palabra mágica. ¿Ajuste? Pero no, si acá no hay ningún ajuste.

 

OCHO: LA GUERRA A LOS MOVIMIENTOS SOCIALES. En casi veinte años el peronismo gobernante no pudo, no quiso o no supo convertir a los movimientos sociales surgidos del naufragio neoliberal de los 90 en un verdadero “tercer sector” de la economía, una economía social y popular en serio, cooperativa, productiva, autogestionaria, poderosa (y no “cooperativas” de personas que barran calles). Al contrario, fue sacándose de encima a los pocos funcionarios que apuntaban a esos fines. No obstante, muchos movimientos sociales sí lo hicieron como pudieron y en algunos casos con éxito. Pero la Reina no solo no lo hizo: tampoco permitió ni impulsó discutir el asunto. Son casi veinte años con la mitad de las personas excluidas, dividiendo a la clase obrera, generando un entramado social e institucional paralelo y gris en el que esas personas (que laburan, que se rompen el lomo) acceden a servicios de mucha peor calidad que quien tiene un trabajo registrado.

 

NUEVE: PARA QUIÉN TRABAJAN. Por eso nada me asombra más que el hecho de que la Reina se acuerde del tema solo en función de disputas internas, de sacarle poder a uno de esos movimientos sociales (el Evita) y quizás por temor al crecimiento de otros (como el Polo Obrero). Y que lo haga repitiendo discursos de la derecha e impulsando graf increíbles en sus canales adictos (quienes vieron C5N hablando de “la extorsion piquetera” deben haberse restregado los ojos). La mediocridad o malevolencia de la principal protagonista de la vida política de la Argentina en los últimos veinte años asombra. Y asusta. Porque ¿en serio los principales temas de su agenda son la Corte y los movimientos sociales, en medio del crecimiento del “sentido común” de derecha? ¿Qué puede salir de ese combo? Algún conspiranoico puede pensar que trabaja para que el año que viene gane lo peor de lo peor, para que la segunda vuelta del 2023 sea entre Macri y Milei. ¿Para que después otra vez vuelva el peronismo como salvador? No creo que sea tan delirante. ¿Se puede serlo? Pero en todo caso alguien debería recordarle que eso ya lo probó. Y así nos fue.

 

DIEZ. CITA Y FINAL. Tengo amistades que dicen que este país no tiene remedio. Yo creo que sí, que tenemos todo para que sea distinto. ¿Qué falta? Lo dice mejor que yo, desde nuestro pasado, el gran José Hernández:

 

Mas Dios ha de permitir

que esto llegue a mejorar.

Pero se ha de recordar,

para hacer bien el trabajo,

que el fuego, pa calentar,

debe ir siempre por abajo.

 

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