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EL COMERCIO, LA CINCUENTENA Y LA PANDEMIA

El autor de estas reflexiones es un profesional uruguayense de las ciencias económicas y también comerciante. Su columna conjuga ambas miradas: en parte informe profesional, en parte expresión de un comerciante queriendo ver más allá de un presente angustiante.

 

Por GUILLERMO F. SIMIAND (*)

 

Los pequeños comerciantes, autónomos, oficios y profesionales independientes, han sufrido la imposibilidad de desarrollar sus actividades por los últimos 50 días a raíz del DNU del aislamiento social obligatorio.

 

Esta gente acostumbrada a conseguir todas las cosas a raíz de su sacrificio y esfuerzo personal se vio obligada por la fuerza pública a no trabajar, no prestar servicios y quedarse en casa. Esto la embarcó en una primera lucha tendiente a poder abrir nuevamente sus puertas al público.

 

Mientras tanto el Estado se abocó a diferentes actividades que en general tuvieron como consecuencia la mayor emisión monetaria de la historia de nuestro país, tendiente a asistir –bien o mal– a diferentes sectores.

 

LA CRISIS NO PASÓ TODAVÍA

 

Ahora se ganó la primera batalla: podemos abrir nuevamente, y más allá de que a nadie le simpatice el horario, ya esto constituye un primer logro.

 

Pero se empieza a hablar de “post-pandemia”, “ahora post-crisis”... No cometan ese error: la crisis no llegó, la pandemia tampoco aún. Ahora se trata simplemente de una PRE-CRISIS, una primera estación cumplida, que nos arroja en un mercado interno absolutamente deprimido.

 

¿Cuánto valen las cosas? ¿Cuál es su verdadero valor, si resultan de reposición escasa o imposible en el corto y mediano plazo?

 

Con consumidores con poco ánimo de consumir, algo que puede ser atenuado por la cantidad creciente del circulante monetario, pero que a poco de arrancar, la economía toda tendrá que ir sincerando su caída en el poder adquisitivo de la moneda.

 

TÉRMINOS DE INTERCAMBIO DE LA NUEVA REALIDAD

 

El individuo comerciante vuelve a su rutina corregida por medidas de distanciamiento, algo de alcohol en gel, retención de clientes en la puerta, en fin: diferentes disposiciones para ir cumpliendo con las nuevas modalidades del protocolo vigente.

Ofreciendo sus productos elaborados plenos de su valor funcional, emocional o de satisfacción de necesidades el que fuera, a cambio de las destruidas unidades de los billetes de colores con figuras de animalitos. Sí, exactamente así: es todo lo que queda de lo que en algún momento fue una moneda de resguardo de valor.

El sujeto feliz entrega sus productos de fabricación nacional, elaborados seguramente en lugares de circulación comunitaria del virus donde ni remotamente piensa en volver a viajar para reponer su inventario. Quizás y producto de la pandemia en esos lugares esa fábrica aún esté cumpliendo la inactividad propia de la presencia del covid19.

O quizás los productos sean importados, y en ese caso se tornan de reposición imposible, salvo de las existencias de mayoristas y distribuidores. Bueno, para resguardarse puede comprar billetes de color verde. No, tampoco. No ha lugar.

 

CUÁNTO VALEN LAS COSAS

 

Y aquí viene la pregunta: ¿cuánto valen las cosas? ¿Cuál es su verdadero valor, si resultan de reposición escasa o imposible en el corto y mediano plazo? Y también es aquí donde aparecen medidas precautorias tendientes a no quebrar, como la remarcación de precios y la especulación de si vender o no. Especulación que lógicamente será castigada con todo el peso de la ley.

Ser comerciante, autónomo, ejercer oficios independientes o una profesión liberal, implica automáticamente una actitud optimista. Por eso disfrutemos de estos tiempos porque hacia adelante la cosa viene más difícil aún.

Por último ¿no será conveniente cerrar? Otra característica de la segunda estación, otro riesgo puede ser además que el hecho de comenzar a facturar nos haga “no beneficiarios” para recibir subsidios, créditos y asignaciones del Estado.

RESUMEN Y OPTIMISMO

 

En resumen: primera cincuentena peleando por abrir. Segunda etapa, incertidumbre por la reposición de los bienes comercializados, y dudas fundadas del verdadero poder adquisitivo de los papeles de colores con figura de animales. Preguntándonos si no sería mejor cerrar.

 

Lógicamente que quedan aún muchas etapas por cumplir, incluso la que se reconoce por todos como la más difícil: la de la presencia del virus circulando entre nosotros.

Ser comerciante, autónomo, ejercer oficios independientes o una profesión liberal, pienso que implica automáticamente una actitud optimista. Por eso, digámoslo: disfrutemos de los tiempos que nos tocan vivir. Porque hacia adelante la cosa viene más difícil aún.

 

 

(*) El autor es contador público nacional y licenciado en Administración de Empresas, especializado en sindicatura concursal. Tiene 55 años.

 

 

 

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