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El sueño de Thiago no tiene barreras

Thiago Martínez empezará a entrenar con la Selección Nacional de Básquet Adaptado Sub 21. La historia de un gurí uruguayense que es pura superación.

 

(*) Por MARCELO SGALIA

Esa silla no sabe de límites. Esas muletas caminan por el barrio cada tarde. En aquel aro de la esquina donde vive, un gurí encesta lo que soñó. Definitivamente el deporte es un hermoso lugar para cumplir los sueños. Thiago Martínez, que hoy tiene 18 años, soñó una vez antes de cumplir los 12, que un día jugaría en la Selección Argentina.

Desde esa noche, su sueño se volvió una meta y esa meta se transformó en un camino. Thiago se cansó de repetir a quien quisiera escucharlo en los últimos 6 años que su sueño era ese, tan simple y tan difícil: “Quiero jugar en la Selección”.

Como nos inspiró Alejandro Dolina en aquellas crónicas donde un Angel Gris repartía sueños por el barrio mientras la gente dormía, Thiago se sacrificó por el suyo. Entrenó en el club hace unos días. Hoy está en el CeNARD para el primer entrenamiento de su vida con la Selección Nacional de Básquet Adaptado Sub 21. Y tiene una historia que me emociona contarles.

La vida le quitó a Thiago Martínez la posibilidad de caminar como la mayoría. Esa discapacidad hizo más fuerte ese sueño.

Thiago, un gurí de esta ciudad que es hincha de Parque Sur, que ama el deporte, que hizo natación y atletismo, que participó siempre en los últimos años de los Juegos Evita vistiendo los colores de nuestra ciudad y esta Provincia, va impulsado en sus muletas y una silla de ruedas a jugar a lo que ama: el básquet. Hoy lo hará soñando con un futuro en la albiceleste, con la misma pasión hacia la que camina cada tarde rumbo al playón del club Libertad, para tirar al aro con sus amigos del 150, 192, 110 Viviendas y los demás barrios que los unen en el ingreso a la ciudad.

Thiago nació a los 7 meses de parto normal y al mes de vida de estar internado sufrió un paro respiratorio. En ese momento la única certeza de su madre era que tenía un bebé prematuro. Con el crecimiento, unos meses antes que cumpla un año, notaron en sus posturas que algo más había.

Comenzaron los viajes por clínicas y hospitales. Paraná, Crespo, Puiggari. Terminó en el Garraham, donde lo estudiaron. En una resonancia se encontró que tenía un derrame en el cuerpo calloso del ventrículo izquierdo que le complicó su motricidad y le impidió el desarrollo de los músculos de los pies.

Thiago pasó por muchas cirugías a lo largo de su vida. Conoce los quirófanos como las canchas de básquet. En ellos aprendió a corregir su postura. Columna, cadera, tornillos y planchuelas en los pies. Y mucha kinesiología hasta lograr su movilidad actual.

“Siempre lo llevó muy bien, él lo cuenta en forma natural, para él nunca fue un límite de nada, se maneja solo como cualquier chico y se integró siempre en todos los lugares que quiso. Nosotros siempre lo afrontamos como algo natural y con absoluta normalidad”, me contó Silvina, su mamá.

“Thiago es un nene muy independiente, anda solo, resuelve sus problemas, es muy responsable de sus entrenamientos y sus actividades. Sólo te pide que lo lleves o busques cuando el colectivo no lo deja cerca”, agrega su madre, que siempre estuvo al lado de él.

Thiago es otro ejemplo vivo del deporte uruguayense, del gurí de barrio, amateur, del sacrificio y las barreras que ponemos ante la discapacidad, el de miles de chicos y chicas de los Juegos Evita. Ese gurí que camina en muletas, ese gurí que juega al básquet adaptado para la Alianza de Concepción y Villa Elisa, ese gurí que dio ventajas por no poder pagar una silla de ruedas profesional, ese gurí a la que clubes como Parque Sur y Rivadavia les abrieron sus puertas para que pueda entrenar en las últimas semanas, ese gurí que fue a la ventanilla de la Terminal a pagar de sus ahorros los pasajes para ir al CeNARD, el mismo día que se enteró de la convocatoria. Se hubiera ido solo si nadie lo podía llevar y me lo dijo convencido.

El mismo gurí que le queda un año para terminar la escuela secundaria en la Juan Pablo ll de su barrio, el mismo que ayuda a su abuelo para que le arregle la silla de ruedas. Thiago caminó 6 años mejor que muchos por lo que parecía una utopía. Y hace unos días lo llamaron de la Selección Argentina. Hoy y hasta el jueves, cumplirá ese primer sueño. Hace unos días, con motivo de este día, charlamos un buen rato.

La primera palabra que dice: “Alegría”. La primera frase de la entrevista: “Es un sueño por el que vengo trabajando hace 6 años. Desde que tengo uso de razón siempre quise jugar en la Selección Argentina”.

– ¿Cómo te llegó esta convocatoria?

– “Por correo electrónico. Unos días antes me pidieron unos datos y un mail. Se abrió una bandeja de intrigas. Consulté con otros compañeros que ya estaban en la Selección y me dijeron que podía ser para esto pero que no me apure. Esperé la noticia toda la semana, estaba muy ansioso. Me fui un día a las Termas y dejé el celular, no quería verlo. Cuando volví, lo encendí y vi que tenía la confirmación para estar en el CeNARD este lunes”.

Se emociona, desborda de alegría. Sabe muy bien que ahora viene el sacrificio más duro, pero llegó al lugar que soñó. Entrenamientos, doble turno, dos clubes, estudios médicos, gimnasio y básquet, la ayuda del profesor Joaquín Erramuspe y mil mensajes de aliento para el desafío. La categoría Sub 21 tiene 33 jugadores preseleccionados. A medida que transcurra el año y las concentraciones el cuerpo técnico definirá el plantel final (entre 12 y 14 jóvenes) que representará al país en el ParaPanamericano Juvenil de Bogotá, Colombia, en noviembre.

Thiago es uno de los dos entrerrianos. El otro es Lucas Muller, nacido en Ramírez y jugando hoy al básquet adaptado en Santa Fe. Él ya tiene un recorrido en la Selección Argentina. Con sólo 16 años, el talento de Lucas hace que integre el seleccionado Sub 21, Sub 23 y se perfile para la Mayor. Lucas y Thiago fueron compañeros en el equipo de nuestra ciudad, jugaron juntos algunos Evita hace algunos años. Thiago se rompe en elogios para su amigo, quien siempre lo apoyó.

– ¿Cómo es para un deportista discapacitado transitar la burocracia para gestionar cosas?

– “Se hace difícil, hay que ir, preguntar y ver si se puede gestionar o no, esperar la respuesta y esa cadena lleva semanas, meses, años… nos atrasa”.

La pasión de estos deportistas, la naturalidad con la que se sobreponen a tantas barreras a diario y el apoyo de sus íntimos terminó ganando en este caso. Pero las derrotas no se cuentan tantas veces porque no llegamos ni siquiera a conocerlas.

La semana pasada le pregunté qué necesitaría pensando en su futuro inmediato. Su respuesta fue muy clara: “Hoy me serviría recuperar mi silla de ruedas, la que quedó en la Escuela Técnica de Colón. Ellos la fabricaron, la usé una sola vez y se rompió. Hace dos años que está ahí. No es profesional ni de las brasileras, pero es mejor que la que tengo, más liviana y avanzada. Tiene una mejor soldadura en los caños y eso me ayudaría a hacer mi juego más ágil y eficaz. Ojalá pudiera tener una respuesta y recuperarla”, expresó.

Pudo viajar a esta concentración con una silla del Municipio finalmente, de otra calidad respecto a la que tiene. Su abuelo se la arregló.

“Mis dos abuelos (Jorge y Silvia) y mi mamá (Silvina) son mis pilares. Ellos me apoyaron desde el primer día que yo les dije que quería llegar a jugar en la Selección Argentina”, afirma Thiago, con la misma seguridad de lo que soñó antes de los 12.

Jorge Giménez, su abuelo, tiene un taller mecánico. Sobre él afirma: “Él me arregla la silla, ahora había que cambiarle los rayos y siempre se rompen porque chocamos bastante al jugar. Una vez cuando jugamos la Liga lo llevamos para eso. El entrenador perdía mucho tiempo entre un partido y otro para arreglarnos las sillas. Yo le comenté de mi abuelo y él viajó encantado con el equipo con esa misión”, confiesa Thiago.

 ¿Sos hincha de Parque Sur?

-Soy hincha de Parque, siempre vengo a verlo por la Liga Argentina. Siempre me preguntaba por qué no recupero mi silla y pido para venir a entrenar. Hablé con Pepillo ahora y me dijeron que sí. Agradecerles esta posibilidad, como al club Rivadavia que también me abrió las puertas y al profe Joaquín Erramuspe.

-Hace seis años que jugas al básquet adaptado. ¿Qué sentís qué mejoraste en tu juego en este tiempo?

-Cuando jugué por primera vez la Liga me empezaron a ver cómo jugador. Y ahí me fueron marcando cosas. No podía ser tan importante si no mejoraba mi silla. Y desde ahí fui logrando cosas; hoy tengo estabilidad, pienso mejor, amplié mi panorama para ser base o cortinador de los grandes para que tiren. En el playón del barrio y el club Libertad practico mucho tiro para tener más fuerza y mecánica de lanzamiento con mi brazo.

Thiago ya desarmó la silla mientras espera que lo vengan a buscar. Toma sus muletas, una naranja y sonríe ante la cargada de los gurises del club mientras hacemos unas fotos en el estadio. Al despedirnos, se me acerca y me confiesa bajito: “Ahora desperté de mi sueño. Yo quería estar en la Selección y no voy a dejarla pasar. Lo voy a disfrutar, aprender y dejar todo para esto. Es mi sueño y quiero viajar para jugar por la Selección”. Se va del Gigante emocionado, feliz y en su cabeza tiene la firme convicción del gurí simple, ese que dan los barrios, que hoy caminará por aquel sueño que tanto luchó. Si se trata de pelearle a la vida una sonrisa, en eso Thiago la tiene re clara, como hoy dicen los gurises.

(*) Periodista. Prensa del club Parque Sur.

 

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