En el siguiente artículo el dirigente uruguayense advierte sobre los movimientos de la sociedad, que según su parecer, suelen tomar caminos perpendiculares a los que la dirigencia cree correctos porque en algún momento sus decisiones funcionaron.
Por JUAN MARTÍN GARAY (*)
Stephen Elop vio morir una gigante por aferrarse a lo que ya no servía. Jauretche diagnosticó la decadencia política décadas antes. Hoy, dirigentes y gobiernos repiten el mismo error: creer que el mundo se detendrá para honrar sus glorias antiguas. Quien no lee lo que viene, termina gobernando un museo, o siendo parte de él.
La frase que anuncia el ocaso: “No hicimos nada malo y perdimos”
En 2011, Stephen Elop, entonces CEO de Nokia, pronunció una frase que resonó como campana fúnebre en el mundo empresarial: “No hicimos nada malo, pero de alguna manera perdimos”. No hablaba de negligencia, sino de algo más peligroso: la inercia del éxito. Nokia, líder absoluto en telefonía móvil, había hecho todo “bien” según el manual del ayer. Pero el manual había cambiado. Apple y Google habían redefinido las reglas mientras Nokia seguía confiando en lo que siempre le había funcionado. Murió de soberbia, no de incompetencia.
Esa misma lógica aplica a la política con precisión quirúrgica. Cuántos gobiernos, partidos y dirigentes repiten ese mismo guión: administran con eficacia lo conocido, celebran sus logros pasados, pero no advierten que el suelo se mueve bajo sus pies. Pierden, como Nokia, sin entender por qué. Porque en política —como en el mercado— lo peligroso no es equivocarse, sino creer que el error es ajeno a uno.
Jauretche y el dirigente que mira al retrovisor
Casi medio siglo antes que Elop, Arturo Jauretche ya había escrito el diagnóstico político de ese mal. En su Carta a Amilcar Vertullo (1959), trazaba la línea roja entre dos tipos de dirigentes: el electoral y el revolucionario. El primero “cuida los votos”; el segundo, “disputa el poder”. El primero “se queda parado” por miedo a perder lo alcanzado; el segundo avanza, aunque eso implique desafiar lo establecido.
“No podemos incurrir en el error de los radicales en 1945 […] Por cuidar los votos, ellos se quedaron parados y cuando se dieron cuenta, los votos se habían ido.”
Jauretche no condenaba la elección popular, sino la miopía política: creer que los votos de hoy garantizan los de mañana. Alertaba que la verdadera voluntad popular no está en “lo que se proclama en voz alta”, sino en “lo que se dice en voz baja” y hasta en “lo que no se dice y está en el subconsciente”. Quien gobierna solo escuchando los discursos públicos, ya está gobernando el ayer.
La soberbia del “siempre se hizo así”
Aquí confluyen Elop y Jauretche: ambos hablan de la ilusión de la permanencia. Nokia confió en su dominio del mercado; los radicales de 1945, en su tradición de partido mayoritario. Ambos olvidaron que el poder no es un patrimonio, sino una relación dinámica. Quien deja de cultivar esa relación, la pierde.
En la gestión pública, esto se traduce en normativas anacrónicas, planes de gobierno desvinculados de las nuevas realidades socio urbanas, discursos que hablan más de logros pasados que de desafíos futuros. Son gobiernos que, como Nokia, “no hicieron nada malo” según sus propios parámetros, pero que ven cómo la ciudadanía se aleja, desencantada, hacia otras opciones, otros liderazgos, otras esperanzas.
La soberbia política nace de confundir experiencia con infalibilidad. Se cree que, porque algo funcionó antes, funcionará siempre. Se desestima la innovación, se ridiculiza lo disruptivo, se desdeña la voz nueva. Y mientras, como advierte Jauretche, el futuro se construye en los márgenes de lo establecido.
¿Administrando el pasado o construyendo el futuro?
Hemos visto ambas actitudes. Hay quienes gestionan desde la cultura del expediente —lento, formal, reactivo— y quienes impulsan la cultura del proyecto —ágil, participativo, anticipatorio—. Los primeros suelen sentirse seguros: cumplen plazos, siguen procedimientos, no “hacen nada malo”. Los segundos, a veces, incomodan: proponen lo no probado, escuchan lo no dicho, invierten en lo que aún no es demanda popular, pero será necesidad colectiva mañana.
Jauretche diría: los primeros son dirigentes electorales; los segundos, dirigentes revolucionarios (en el sentido transformador, no violento). Elop añadiría: los primeros son la Nokia de la política; los segundos, los que entienden que el “teléfono” del gobierno debe reinventarse antes de que la ciudadanía busque otro modelo.
El futuro no pide permiso
La advertencia de Elop a sus empleados de Nokia podría ser hoy dirigida a muchos espacios políticos:
“Tenemos un incendio en la cubierta. Necesitamos elegir entre apagarlo o saltar del barco. Tenemos que tomar una decisión difícil e irreversible”.
En política, ese “incendio” es la desconexión entre la gestión real y las expectativas ciudadanas emergentes. No se apaga con más de lo mismo. Se apaga con audacia interpretativa: leyendo no solo lo que la gente dice, sino lo que calla; lo que pide, pero también lo que ni siquiera sabe que necesitará.
Como dirigentes, nuestra responsabilidad es gobernar con el oído en el suelo y la mirada en el horizonte. No para repetir fórmulas, sino para redactar las nuevas. No para administrar votos, sino para merecerlos cada día. No para ser guardianes de un legado, sino para ser arquitectos de un porvenir.
Dejar de ser Nokia
Nokia tenía todo para seguir liderando: recursos, talento, trayectoria. Le faltó lo único indispensable: la humildad para cuestionar su propio éxito. Jauretche nos previno: el que hace política en función del pasado, pierde el futuro.
Hoy, en un mundo de cambios acelerados —climáticos, tecnológicos, sociales—, la política no puede darse el lujo de la nostalgia. O se gobierna con visión de futuro, o se termina como Nokia: recordada con cariño, pero irrelevante en el mundo que viene.
La pregunta no es si estamos haciendo las cosas bien según el manual de ayer. La pregunta es si estamos escribiendo el manual de mañana. Si la respuesta es no, ya estamos perdiendo. Y tal vez, ni siquiera nos demos cuenta.
(*) Abogado. Concejal 2023-2027. Vicepresidente 1° HCD. Presidente del Bloque Concejales PJ 2023-2027. Apoderado del Consejo Departamental PJ Uruguay. Congresal Provincial PJ ER. Secretario de Gobierno 2019-2023. Concejal 2015-2019. Presidente del Bloque Concejales PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.-
(**) Ilustración de Portada: El Cronista.
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