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Los héroes en Malvinas en "Historias casi desconocidas de Concepción del Uruguay"

En octubre de 2019 Editorial El Miércoles publicó el libro "Historias casi desconocidas de Concepción del Uruguay". Entre ellas el capítulo 1982 Héroes en Malvinas, donde se contó la vida de los combatientes de nuestra ciudad y Basavilbaso que cayeron en combate. A continuación reproducimos el fragmento dedicado a esos mártires. 

El libro puede conseguirse en las librerías de la ciudad.

 

1982

Héroes en Malvinas

 

La historia reciente también merece ser escrita. En la Guerra de Malvinas murieron casi mil personas, de las cuales 649 fueron argentinos y 255 ingleses. Uruguay no estuvo ajena a ese conflicto bélico: entre Concepción y Basavilbaso hubo cinco caídos en combate. Aquí se cuenta la historia de cada uno de ellos.

La Guerra de Malvinas fue una aventura bélica montada sobre un genuino reclamo de soberanía, diseñada como una forma de perpetuarse en el poder por parte de una dictadura criminal y delirante. En ese conflicto que comenzó el 2 de abril de 1982, la mitad de las muertes argentinas (323) se produjeron durante el hundimiento del crucero ARA General Belgrano. Los números fríos de la guerra, del lado argentino, muestran 629 muertos y 1.082 que resultaron heridos. Según datos oficiales del Ministerio de Defensa de la Nación, los combatientes por el lado argentino fueron 23.428.

A su vez, aunque no existe un número preciso, se asegura que hubo un número de veteranos de guerra similar al de los fallecidos en las islas, que se quitaron la vida luego del conflicto. En 2011, Anselmo Sella, por entonces a cargo de la Defensoría del Pueblo de la Nación, destacó que “la cantidad de soldados que fallecieron post conflicto a causa de suicidios, es de tal magnitud que puede compararse la guerra y la posguerra”.

Cientos de argentinos, en su abrumadora mayoría jóvenes, lucharon en condiciones adversas, muchos pasaron frío o hambre, y otros debieron sufrir insólitos castigos, torturas o ser estaqueados por sus superiores. Quienes volvieron debieron afrontar una lucha desigual y cotidiana por reinsertarse en una sociedad a la que le costó años reconocer el daño causado a esos jóvenes. En Concepción del Uruguay los ex combatientes se nuclearon y abordan desde hace años una labor de esclarecimiento, de difusión y de concientización que tiene como eje la Sala Malvinas “Daniel Francisco Sirtori”, cuyo nombre homenajea a un entrerriano de Chajarí que integró el Batallón de Infantería de Marina 5 (BIM 5), donde combatieron varios uruguayenses. El Gringo Sírtori era “el mejor de todos nosotros”, según cuenta Armando Scévola, uno de los principales impulsores de la Sala.

Este informe –cuya primera versión se publicó en 2006, en El Miércolesfue alimentado luego con correcciones y agregados gracias a testimonios de familiares y amistades de estos héroes, una manera de aportar al conocimiento de los protagonistas del departamento Uruguay caídos en Malvinas.

 

Julio Omar Benítez. Nació en Basavilbaso el 22 de enero de 1962. Cursó sus estudios primarios en la Escuela N° 91 “La Pampa”. Fue dado de alta como marinero de primera el 1° de febrero de 1979. Destinado a la Escuela de Suboficiales Martín Jacobo Thompson, egresó en diciembre de 1980 como cabo segundo del escalafón de navegación. Realizó cursos en el Centro de Instrucción y Adiestramiento sobre Lucha Contra Incendio y el de Control de Avería e Incendio en 1981 y ese mismo año aprobó cursos de artillero. Entre julio de 1981 y enero de 1982 se desempeñó como maquinista alcanzando un alto rendimiento en razón de su velocidad y precisión en la ejecución de los trabajos. Convocado a cumplir funciones en la Dirección de Prefecturas de Zona, Servicio de Patrullaje, integró la tripulación del GC-83 (Guardacostas 83) Río Iguazú de activa participación en la Operación Cormorán en el teatro de operaciones de las Islas Malvinas.

Julio Omar Benítez en la portada del Diario Popular en mayo de 1982. La noticia sobre el abatimiento del Sea Harrier por parte de Benítez no era exacta, ya que el ejecutor de esa acción fue el Cabo Segundo José Ibañez.

 

El 22 de mayo, el guardacostas en que se hallaba embarcado fue atacado por una patrulla inglesa de aviones Sea Harrier, mientras navegaba en el seno Choiseul en la isla Soledad, Julio Omar resultó mortalmente herido mientras operaba la ametralladora Browning 12,7 mm, en el que es considerado el primer combate aeronaval entre una unidad de superficie y una unidad de aire. Benítez fue inhumado en el cementerio de Puerto Darwin el 24 de mayo, con las honras fúnebres correspondientes, habiendo merecido la condecoración “La Nación Argentina Muerto en Combate” y su promoción –post mortem– al grado inmediato superior. Luego se le otorgaron otras condecoraciones de importancia entre ellas las “Palmas Sanmartinianas por el Instituto Sanmartiniano de la República Argentina”.

En su memoria a lo ancho y largo del país se encuentran emplazados cenotafios, paseos públicos, escuelas, aulas de escuelas, la terminal de ómnibus de Basavilbaso, calles, y en la Prefectura de Zona Bajo Uruguay, aquí en Concepción del Uruguay un busto y la plaza de armas llevan su nombre, allí cada año se realiza un homenaje, al que asiste su mamá Hidilia Lacuadra. En 1997 su hermana Viviana viajó a Malvinas, y visitó la tumba en el cementerio argentino de Darwin a 17 kilómetros de Puerto Argentino. En ese mismo viaje había ido Roberto Labalta hermano de Oscar Eduardo. Viviana tomó la primera comunión en una misa realizada en el cementerio de Darwin.

Julio Omar Benítez fue declarado “héroe nacional” por la ley 24.950 el 3 de abril de 1998, y modificada en 2001, al igual que otros combatientes fallecidos en Malvinas.

Oscar Eduardo Labalta. Nació en Concepción del Uruguay el 3 de junio de 1964, pero fue anotado el 15 de ese mismo mes. Segundo hijo varón de una familia compuesta por nueve hermanos, fue bautizado en la iglesia Santa Teresita, el 24 de junio de 1964. “Sus días de infancia transcurrieron felices en la casa de la calle 12 de Octubre, en el barrio Santa Teresita. Sus juguetes preferidos fueron camiones y autitos, y le agradaba jugar solo, con su hermano Miguel o en compañía de pocos niños. También solía jugar en la plaza 12 de Octubre. Era muy tranquilo, algo tímido, más bien callado, y este carácter lo mantuvo hasta su juventud. Era muy colaborador, ayudaba en las tareas de la casa. Cursó primer y segundo grado en la Escuela 88 'Provincia de Buenos Aires', de Concepción del Uruguay, con excelentes notas”, recordaron sus familiares.

En el año 1972, cuando Oscar tenía ocho años, la familia se trasladó –por la carrera de su padre– a la ciudad de San Carlos de Bariloche, en la provincia de Río Negro, donde iniciaron una nueva vida. “Contrariamente a lo que pensamos, Oscar y sus hermanos se adaptaron rápidamente al entorno de esta ciudad, su clima y sus costumbres. Comenzó tercer grado en la Escuela 266 Frontera, y luego en la Escuela 44 de Puerto Moreno, de donde egresó en 1977. Sus estudios primarios transcurrieron con excelentes promedios, ya que era muy buen estudiante, y muy responsable”, detallaron. A los catorce años ingresó al Liceo General Roca, de Comodoro Rivadavia, donde cursó el primer año y luego abandonó. Extrañaba mucho a su familia y sus afectos.

A los 16 años ingresó a la Escuela para Suboficiales “General Lemos”, en la provincia de Buenos Aires, en la especialidad de intendencia. “Sus calificaciones durante el primer año de carrera fueron muy buenas, allí había encontrado realmente su vocación. Luego de terminar primer año en 1981, volvió a Bariloche a pasar las que serían sus últimas vacaciones junto a nosotros, de diciembre a febrero. Y al regresar a Buenos Aires en el mes de febrero de 1982, para cursar su segundo año, luego de cursar sólo un mes, fue ascendido a cabo de reserva, y lo destinaron al Batallón logístico Nº3 de Curuzú Cuatiá, en la provincia de Corrientes. Allí permaneció alrededor de un mes. A los diez días de declarada la guerra, y el 12 de abril partió hacia las islas Malvinas”. Los familiares recuerdan que recibieron tres cartas de Oscar, donde entre otras cosas relataba su dolor e indignación por no tener a veces qué comer, y por el frío que pasaban. “En una de sus últimas cartas, nos pedía que le escribiéramos, que estaba ansioso por recibir noticias de su familia. Nosotros, por supuesto, le habíamos escrito muchas cartas, pero él nunca las recibió, ninguna de nuestras cartas llegó a sus manos”.

Oscar falleció en combate el 11 de junio de 1982. Fueron muchas las versiones acerca de su deceso: “Algunos contaron que lo hirió una bala; otros argumentaron que estaba en un fogón y se dirigía al puesto para hacer guardia y fue alcanzado por un proyectil de cañón. Allí en las Malvinas estrenó sus 18 años y allí entregó su vida, por su patria, por su bandera”.

Elba Barsotti, la mamá de Oscar aún sigue viviendo en Bariloche, el papá falleció el 18 de abril de 2010, a los 69 años, retirado del Ejército, era Principal y nunca supo en qué tumba estaba enterrado su hijo. Elba fue dos veces a Malvinas “las sensaciones fueron muy dolorosas, porque no sabía que él no estaba ahí, en ese momento a mí nadie me informó que había cuerpos reconocidos y los que no lo estaban, como en el caso de mi hijo, solo tuvimos que elegir una cruz en nombre de él.” Cuando supo que los restos de Oscar fueron reconocidos, dijo: “Ahora tengo que aceptar que no va a volver y que tiene un lugar al que yo o mi familia podemos ir a llevarle unas flores y dejarlo que descanse en paz. No lo dejaba ir, no es fácil, pero lo llevo en todo momento conmigo y lo voy a llevar en mi corazón para toda la vida.”

En marzo de 2018 se conoció la noticia de que 90 ex combatientes en las Islas Malvinas fueron identificados en el cementerio de Darwin tras estudios de ADN. Como resultado de un trabajo conjunto entre los gobiernos de Argentina, Reino Unido y la labor del Comité Internacional de la Cruz Roja, se logró determinar la identidad de ex combatientes que hasta entonces estaban enterrados bajo el rótulo “Soldado argentino sólo conocido por Dios”. Uno de ellos es el de Oscar Eduardo Labalta.

El salón de usos múltiples del CEM 2 de Bariloche lleva su nombre, también en El Bolsón otro colegio secundario lleva su nombre. Una calle de Concepción del Uruguay lo recuerda.

Elba no asiste a los actos oficiales “¿Por qué? Porque no me parece que tenga que ir a mostrar que tengo un hijo que dio su vida por la Patria. Vos no sabes cómo me pongo cuando se acerca la fecha del 2 de Abril. No pueden decirme nada porque sufro mucho”, dijo la madre del héroe.

 

Carlos Misael Pereyra. Nació el 18 de diciembre de 1956 en Maciá en el departamento Tala, a los 4 años llegó a Concepción del Uruguay con su familia. Hijo de Antonio Misael Pereyra y Margarita Capurro, era el sexto de diez hermanos. Estudió en la Escuela N° 88 “Buenos Aires” pero terminó la primaria en el Colegio Don Bosco. Desde los 7 años ayudaba en la panadería de su familia y a los 14 comenzó a trabajar en ese rubro. Se casó con Elsa Beatriz Cremona el 9 de enero de 1976 y el 14 de septiembre del mismo año nació su primera hija Verónica, actualmente gendarme. Pereyra trabajó en una empresa constructora y en octubre de 1977 ingresó al Escuadrón 6 de Gendarmería, donde hizo el curso de gendarme. El 18 de enero de 1978 nació su segundo hijo Marcos, quien se incorporaría luego a la Policía de Entre Ríos.

En 1978 Carlos fue destinado a Paso de los Libres, provincia de Corrientes. En 1980 fue trasladado a la Escuela de Suboficiales de Gendarmería en Jesús María, Córdoba. Estudió y se recibió de cabo, obteniendo el mejor promedio. En 1981 lo trasladaron al Escuadrón 36 de Esquel, Chubut. El 27 de mayo de 1982 fue convocado y salió de su hogar hacia Comodoro Rivadavia. Dos días después llegó a Malvinas. Había volado en un avión al ras del mar, según contó él mismo por carta a su mujer. El 30 de mayo fue el bautismo de fuego de Gendarmería. Él iba en un helicóptero Puma llevando provisiones y armamento, salieron de Puerto Argentino y cuando sobrevolaban la península Freycinet fueron alcanzados por un misil tierra-aire. El helicóptero –en el que viajaban quince personas– perdió el control y luego logró aterrizar, pero al hacerlo murieron seis gendarmes, entre ellos Pereyra. La Gendarmería tuvo siete bajas durante el conflicto bélico.

No se encontraron restos ni pertenencias debido a la explosión. Luego de la guerra fue elevado su rango a cabo primero. “Le gustaba su trabajo” contó Elsa a El Miércoles. “Fue convencido de lo que hacía, no le gustaba que vayan los colimbas, se sentía mal y estaba en desacuerdo, decía que a la guerra debían ir los que cobraban un sueldo y tenían instrucción”. Aunque en ese momento Carlos no lo sabía, su mujer estaba embarazada de su hijo Carlitos, que nació el 17 de diciembre de 1982, un día antes del cumpleaños de su padre. Carlos Pereyra hijo se recibió en el 2005 de subalférez.

En 1991 Elsa y sus tres hijos pudieron ir a Malvinas por primera vez, en un viaje organizado por la Cruz Roja Internacional, y visitaron el cementerio argentino de Darwin, bajo un régimen de máxima seguridad. Con ellos también viajó la mamá de Julio Omar Benítez, Hidilia, que vive en Basavilbaso. El 12 de marzo de 2000 su hija Verónica viajó pero con mayores libertades y pudo recorrer Puerto Argentino. Elsa recuerda a Carlos como alguien “muy alegre y jovial, nunca estaba de mal humor, vivía haciendo chistes y bromas. No se enojaba con sus hijos, era peor que los gurises, inclusive ante las necesidades y problemas económicos abría la puerta y decía: “¡Qué lindo día!”. También da su opinión: “Él cobraba un sueldo por defender al país, y le tocó morir. Me gustaría que pase a la historia porque era un gran padre y no un San Martín. Muchas veces se agranda o exagera la historia y a los jóvenes hay que contarles la verdad”.

El busto de Carlos Misael Pereyra, realizado por Mario Morasán y emplazado en el Escuadrón local de Gendarmería.

La Escuela N°116, que está en el corazón del barrio uruguayense Planta Emisora, lleva su nombre en homenaje. Y en 2016 en el Escuadrón N°6 de Gendarmería Nacional, en Concepción del Uruguay, se emplazó un busto de Carlos Misael Pereyra, obra esculpida por el escultor Mario Morasán.

 Sergio Luis Iselli. Nació el 23 de enero de 1963. Su papá Antonio era un trabajador uruguayense del Ministerio, que cumplía funciones en Gualeguaychú, donde conoció a Emilia. Se enamoraron y se instalaron en Concepción del Uruguay, en el Puerto Viejo. Sergio era el menor de tres hermanos. Tanto él como Ricardo y Jorge nacieron en Gualeguaychú: las circunstancias laborales de su padre –que cumplía funciones en ambas ciudades– hacía más sencillo para el grupo familiar que en cada parto Emilia se quedara en Gualeguaychú donde tenía familiares cerca, y no que se quedara sola en Concepción del Uruguay mientras Antonio estaba trabajando. Pero los tres varones Iselli se criaron en La Histórica.

Sergio estudió la primaria en la Escuela 3 “Justo José de Urquiza” y la secundaria en la ENET 2 “Francisco Ramírez”. “Después me dijo que se sentía atraído por la carrera de las armas, e ingresó a la Escuela de Mecánica de la Armada”, contó su madre Emilia Celina Gómez de Iselli. “A los tres o cuatro años lo pasaron a la Base Belgrano y después ya vino la maldita guerra ésa”. El crucero ARA General Belgrano en el que viajaba fue torpedeado y hundido por el submarino atómico inglés HMS Conqueror, el 2 de mayo. Murieron 323 hombres, cuando el crucero se encontraba a 35 millas náuticas al sur del límite de exclusión impuesto por la corona británica. Un verdadero crimen de guerra. “Lo dieron por desaparecido, viajé a Buenos Aires al edificio Libertador, preguntamos qué diferencia hay entre un muerto y un desaparecido, y nos contestaron que es porque el cuerpo no se encontró, nada más”, expresó Emilia en diálogo con El Miércoles.

Sergio tenía 22 años y era soltero. Cabo segundo de Artillería, “era muy buen hijo, todos los viernes se venía de Buenos Aires en colectivo a las 3 de la mañana para estar hasta el lunes con la familia”, recuerda emocionada su madre. “Yo nunca acepté que mi hijo esté muerto, dos veces al mes sueño con que él y yo, salimos a pasear caminando por el agua”. Durante el conflicto bélico una vecina (Mercedes Escalante) recibió cinco llamados, y cada vez que se levantaba a contestar, no escuchaba la voz de nadie, sólo un fuerte silbido, como el del viento del sur. Siempre pensaron que era él que se quería comunicar. “Nunca voy a los homenajes por el tremendo dolor que tengo adentro, no lo puedo admitir como muerto, iban mis hijos, yo nunca quise”, dice la mamá de Sergio, y señala las medallas recibidas: “Yo a eso no le doy bola. Yo quería que llegara él”.

Cuando vinieron después de la guerra a querer darle un subsidio, se negó a recibirlo “era como vender mi hijo, cambiar a mi hijo por plata”. Emilia se aferraba a algunos elementos que le acercaron compañeros de su hijo algunos meses después de la rendición. Le aseguraron que lo vieron subir a una balsa y que fue rescatado por un barco, cuya nacionalidad o fuerza ignoraban. “A mí me hablan de muerto o fallecido pero yo aún tengo la esperanza de que vuelva”, expresó Emilia. También recordó un dato que leyó en la revista Libre a mediados de 1983: que había 230 marinos argentinos presos en una base de torpedos de Irlanda del Norte. “Lo declaró un monseñor, inclusive”, aseguraba Emilia: “Una madre siempre espera, soy muy creyente y le pido a Dios todas los días”. Emilia falleció en octubre de 2016. Ricardo, su hijo mayor, contó a El Miércoles que ella nunca perdió la esperanza de que su hijo más pequeño regresara.

Homenaje a Sergio Luis Iselli en la EET 1 Ana Urquiza de Victorica.

El 3 de abril de 2013, la escuela EET N°1 “Ana Urquiza de Victorica” de Concepción del Uruguay desginó con su nombre a la biblioteca de la institución y colocó una placa que dice así: “Biblioteca Iselli Sergio Luis – Cabo Primero Artillero – Tripulante del Crucero ARA General Belgrano hundido el 02 de Mayo de 1982 en la guerra de Malvinas”

 

Héctor Ricardo Caballero. Fue otro de los chicos nacidos en Basavilbaso, convocados para la guerra del Atlántico Sur. Nacido en 1964, vivía junto a sus padres Felipe Caballero y Berta Belgeretti, y una hermana. Papá Felipe era ferroviario y Berta la dueña de la casa. Vivían en el barrio Oeste en el cruce de calles Belgrano y Urquiza. Cuentan que de niño lo llamaban El Gringo “por su cabellera rubia, y era muy apegado a su mamá, con quien le gustaba caminar por el campito enfrente de su casa.”

Su nombre tal vez no ha resonado tanto en la región, ya que en 1968, la familia por razones de trabajo tuvo que trasladarse a Buenos Aires. Allí Héctor hizo la escuela primaria y luego el secundario. “Siendo un joven, lleno de ilusiones, fue convocado para realizar el Servicio Militar, por entonces obligatorio, y le tocó en suerte la Marina y una guerra, que tal vez no deseaba y donde quedó truncada su vida”, señala un relato.

Ya se sabe que el 2 de mayo de 1982 el submarino nuclear Conqueror torpedeó al Crucero General Belgrano. Entre los 323 soldados que fueron muertos en el impiadoso ataque se encontraba el de Héctor Ricardo. “Casi la mitad de los muertos argentinos y entrerrianos durante la Guerra de Malvinas se produjeron por el hundimiento del mayor barco de la Armada Argentina, este glorioso barco fue el primero que pisé cuando ingresé a la Armada cuando contaba apenas 16 años en el año 1968 y fue el último que abandoné”, señaló Julio Vallejo, uno de los 770 sobrevivientes al ataque, y también oriundo de Basavilbaso. A Héctor Ricardo Caballero el ataque lo sorprendió en la guardia.

Ese 2 de mayo, relató Vallejo a una radio de su pueblo, “escucho un zumbido que no se puede describir con palabras: era el primer torpedo que pegaba sobre el barco, luego se sumarían dos más a una distancia de 1.820 metros, provocando que su enorme silueta se hundiera en medio del Atlántico Sur. La terrible desesperación de querer salvar la vida de uno y la de nuestros compañeros que quedaron atrapados en los dormitorios, produjeron un caos en la tripulación. Tuvimos que salir por un tambucho, que es una especie de puertita redonda, subimos a una escalera y salimos de a uno, cuando yo puedo salir el petróleo estaba invadiendo el sollado, a la altura de mi rodilla. Una vez que hacemos abandono del barco, lo hicimos en la anteúltima balsa, constituyendo un tremendo esfuerzo, una feroz lucha por sobrevivir y una voluntad a toda prueba, permanecimos a la deriva toda la noche y parte de la mañana, hasta que nos divisa un avión de combate argentino”.

Además de Sergio Iselli y Héctor Caballero, quedaron para siempre en el sur los entrerrianos tripulantes del Belgrano, Carlos Vila (La Paz), Jorge Baiud, Gerardo Ferreyra, Sergio Zárate, Luis Gianotti (Paraná), César Zapata (Federación), Jorge Sendros (Concordia), Julio Monzón (Nogoyá), Héctor Correa (Gualeguay), Delis Brouchoud (Colón), Humberto Giorgi (Ibicuy).

El 25 de abril de 2012 el Concejo Deliberante de Basso le rindió un merecido pero siempre insuficiente homenaje, al gurí que dio su vida. “Cuando contaba con tan solo dieciocho años fue llamado a cumplir con el servicio militar obligatorio, un muchacho, un niño, fue soldado, y supo de la guerra, tal vez, sin haberla deseado. Siendo ahí donde entrega su vida por defender a la Patria.”

La resolución del Concejo establece que en la Escuela N° 33 “Justo José de Urquiza” se designe un aula o el salón de actos con el nombre de Héctor Ricardo Caballero “en razón de ser un héroe de Malvinas”, y que sea en esa escuela ya que se encuentra “en el Barrio Oeste, lugar donde Héctor jugó de pequeño”. A 30 años de su muerte, su ciudad lo reconocía y homenajeaba merecidamente: El SUM de la Escuela N° 33 lleva el nombre de “Conscripto Héctor Ricardo Caballero”

Los combatientes locales, uruguayenses, los más firmes defensores de la gesta de Malvinas, expresaron con motivo de un nuevo aniversario en 2016: “Quién diría que ya han pasado 34 años, sí parece como si fuera ayer esas imágenes que todavía nos acompañan. Alguien nos preguntaba qué esperábamos de todo lo que pasó entonces y de lo que pasa en la actualidad. Simplemente que no nos gane el olvido y la desidia, que las generaciones nuevas conozcan la verdad de todo lo acontecido, y desde la paz, la diplomacia, se siga luchando incansablemente por los reclamos de nuestra soberanía en la islas”.

Este capítulo se construyó a partir de la versión original de esta historia que se publicó en el número 209 de El Miércoles, en abril de 2006, bajo el título “Iluminados por el recuerdo”, firmada por Valentín Bisogni, y que se fue ampliando en los años siguientes en El Miércoles Digital; así como a informes de Jorge Rubén Díaz como por ejemplo “Oscar Eduardo Labalta: Uno de los jóvenes centinelas uruguayenses que cuidan Malvinas”, también publicado en El Miércoles Digital, en 2018. Las imágenes fueron brindadas por los familiares y tomadas de los archivos de Prefectura Naval Argentina, la Sala Malvinas y El Miércoles. Para quienes deseen profundizar sobre el tema, es recomendable el clásico de Lawrence Freedman y Virginia Gamba Señales de guerra. El conflicto de las Islas Malvinas 1982. También es de imprescindible lectura –al menos sus conclusiones o las diversas síntesis que se han publicado– el Informe Rattenbach, que mencionamos también en las sugerencias del capítulo dedicado al dictador Galtieri. Algunas de las notas donde se puede leer más sobre los entrerrianos caídos en Malvinas: “Emotiva charla de sobrevivientes del crucero General Belgrano” y  “Basavilbaso; el héroe de la guerra de Malvinas olvidado” (ambas en diario Uno). “Malvinas Argentinas: la historia del Cabo Misael Pereyra”, en El Día de Concepción del Uruguay. “Julio Benítez y Carlos Pereyra, el espíritu de nuestros caídos” también en Uno.

 

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