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CÁNCER NO, ALIMENTACIÓN SANA SÍ

Modelo Gualeguaychú

Pusieron límite a las fumigaciones. Luego prohibieron el glifosato. Y ahora promueven un proyecto de alimentación “sana, segura y soberana” que replantea temas como el acceso a la tierra. Raíces sociales de un cambio político: lucha contra las pasteras, movilización contra las fumigaciones y viralización del cáncer. El caso de Antonella que ayudó a abrir cabezas, corazones y proyectos de futuro.

 

(*) Por SERGIO CIANCAGLINI, de la revista Mu

 

Natalia Bazán cree que estas cosas hay que difundirlas para que la gente entienda cómo es un viaje al infierno. Cuenta que a su hija Antonella desde los 5 años la trataban por asma o alergia bronquial y usaba inhaladores que le provocaban taquicardia pero era una chica feliz y siempre sonriente hasta que una vez, ya a los 8 años, fue a visitar a su tía a Santa Fe, se sintió mal, y la tía la llevó al médico que la revisó sin hacerle ningún estudio, y le dijo a la tía lo que ningún otro médico había observado: “Con solo revisarla sé que la nena no tiene asma, tiene algo mucho más grave, es leucemia, hay que internarla ya” y entonces Antonella volvió a Gualeguaychú, le hicieron estudios, confirmaron el diagnóstico de ese médico y, con los análisis, Natalia entendió que era tan vertiginoso el peligro que no podía esperar a la oncóloga que iba a la ciudad una vez por mes y esa misma noche su marido Daniel González, vendedor de hielo, consiguió que su patrón le diese dinero, dejaron a sus otros cuatro hijos a cargo de la abuela y así Antonella y sus padres con un pequeño bolso viajaron en remís 230 kilómetros hasta el Hospital Garrahan de Buenos Aires, y dice Natalia con los ojos grandes como si estuviera recorriendo nuevamente esa alucinación que “yo no podía entender lo que estaba pasando, cuando llegamos le pincharon el dedito, nos dijeron que había que internarla porque tenía leucemia, no sabían de qué tipo, y la verdad es que nosotros todavía ni sabíamos qué era la leucemia”.

“Los que fumigan se enojan porque yo digo que asesinan, pero la verdad es que eligen el dinero antes que la vida de la gente y de los niños, y el cáncer es parte del negocio".

Dice Natalia que luego le informaron que la leucemia era mieloide, “una de las más feas, y nosotros decíamos ¿qué hicimos mal? como echándonos la culpa”, pero Antonella no perdía la sonrisa desde aquel 28 de julio de 2017 en que quedó internada, y se grabó a sí misma con el celular de su mamá, lo subió a su Facebook para saludar a sus amigas, y allí la propia Natalia empezó a hacer videos desde el Garrahan y fue grabando lo que ocurría en el cuerpo de su hija: la caída del pelo, la hinchazón, la piel descolorida, los moretones por las intervenciones, los efectos de la quimioterapia, y las sonrisas de la chica que sacudía ante el celular de su mamá un gran muñeco de ET, El Extraterrestre, que mira a la cámara con sus ojos asombrados, y dice que sí porque Antonella le mueve la cabeza y hace de ventrílocua del muñeco mientras se iniciaba el calvario de conseguir donantes de médula que no aparecían, hasta que casi un año más tarde encontraron un donante en Brasil para que pudieran operar a Antonella pero las maldiciones se sucedían y la nena sufrió un “injerto contra huésped”, cosa que ocurre cuando las células trasplantadas interpretan que el cuerpo del receptor es un enemigo y lo atacan, y por eso le pusieron células de conejo a la nena, y eso implica más quimios y toda clase de intervenciones sin que Antonella pudiese defenderse con mucho más que con su sonrisa aferrada a ET y Natalia, que dice que le gustaría haber hecho más que 7º grado porque así se expresaría mejor, como si hiciera falta, explica con la voz ahogada que “un día Antonella vomitó sangre, y cagó sangre, le caía una lágrima y era con sangre, y te juro que no sabés para dónde disparar, no sabés qué hacer, porque es como que se te está muriendo y estás ahí con médicos que te dicen que no saben qué va a pasar con tu hija, y la llevaban al quirófano, y por los vómitos de sangre le ponían el catéter por una arteria de la pierna para cerrarle una úlcera y cuando le iban a hacer esas intervenciones yo le cantaba para que se durmiera y ella iba al quirófano con el papá, porque Daniel se pudo quedar un poco más cuando todos esos videos se viralizaron y el caso se hizo tan conocido que hasta vino Abel Pintos a verla y abrazarla, imagínate lo feliz que estaba Anto, pero después a ella la llevaban al quirófano y ¿sabés lo que es estar esperando a que se despierte?”.

La madre seguía apretando con desesperación “enviar” para viralizar las fotos y los videos de su hija y que la gente entendiese mientras en Gualeguaychú se organizaban colectas, movilizaciones, y el caso resultó uno de los más emblemáticos de un movimiento llamado Stop Cáncer que reclamaba no sólo por Antonella sino por cientos de enfermos pidiendo frenar la viralización del cáncer que se encarnizaba no solo en adultos sino en la infancia mientras en términos igualmente desesperados ya existían en la provincia movimientos como Paren de fumigar las escuelas, Pelucas de Esperanza (por la caída de cabello que provocan los tratamientos que en el caso de la Antonella incluyeron cinco quimioterapias) o la coordinadora Basta es Basta que desde Paraná organizó las Rondas de los Martes empeñadas en detener tanta muerte y tanta enfermedad generadas un modelo que inunda de agrotóxicos la vida, y Antonella seguía peleando y sonriendo y Natalia cuenta que un día su hija le dijo “no podés pelear solo por mí” cuando ya tenía meningitis y que Antonella se tapó bajo las sábanas y Natalia se tapó con ella y la chiquita dijo: “Mami, no sé qué me pasa”, Natalia le contestó “te amo”, Antonella dijo “yo también” y nunca más pudieron hablar ni mirarse porque al día siguiente la niña tuvo una convulsión y poco después falleció, “y yo hubiera salido de ahí para tirarme abajo de un colectivo, pero no lo hice, porque ella me había dicho que no podía pelear solo por ella, y entonces agarré el celular”.

Filmó con el teléfono a su hija muerta, como la había filmado viva, y me envía ese video. Veo la piel destrozada, los moretones indescriptibles, los ojos cerrados, Natalia dice “mi hija murió como si le hubiesen tirado un balde de agua hirviendo encima” pero es mucho peor, mucho peor, y percibo tres síntomas ante esas imágenes:

no se puede dejar de llorar,

no se puede dejar de sentir,

no se puede dejar de pensar en hacer algo.

 

Además, Natalia muestra luego una pequeña caja de madera que tiene en su mesa de luz, en la que conserva las cenizas de Antonella. Algunos médicos y enfermeras del Garrahan le dijeron a que no tenía que culparse por la enfermedad de su hija, “y me contaron que los contaminantes podía ser la causa de que haya tantos chicos con cáncer en el Garrahan”.

La muerte de la niña había ocurrido el 6 de noviembre de 2017. Antonella tenía 9 años. “Le mostré al intendente el mismo video. Me escuchó, y también lloró cuando lo vio. Tiene una hija de la misma edad. Le dije que no se lo mostraba como intendente sino como padre. Hice lo mismo con los concejales”.

Cristina, Debora y alta lechuga en el centro agroecológico. La otra cara: Natalia abraza la caja en la que tiene las cenizas de su hija Antonella.

El caso confirmó una noción social sobre lo que estaba pasando: las marchas contra las fumigaciones, las Rondas de los martes, las noticias frecuentes sobre nuevos enfermos mientras en Gualeguaychú la intendencia asumía el problema, para hacer algo. La falta de estadísticas es parte del problema. Se conocieron informes del periodista Fabián Magnotta y del oncólogo Héctor Arocena que postulan que de acuerdo a la población debería haber 260 cánceres por año en la ciudad, pero estaban estaban llegando a 720. Otros estudios eran más moderados, pero los números, en todo caso, eran menos potentes que la percepción de vecinas y vecinos sobre algo que a veces se define como modelo agro-oncológico.

Natalia había entendido lo siguiente: “Los que fumigan se enojan porque yo digo que asesinan, pero la verdad es que eligen el dinero antes que la vida de la gente y de los niños, y el cáncer es parte del negocio. O los bebés que nacen con malformaciones, o casos como mi nena más chica y el mayor, que tienen tiroidismo. Y la causa es siempre la misma. Aprendí que hasta cuando llueve nos cae el glifosato. Antes no entendía. Cuando fue lo de las pasteras no hacía mucho caso. Una es así: a veces no se das cuenta de nada, hasta que te toca”.

El 17 de abril de 2018 se sancionó una ordenanza conocida como Glifosato Cero: se prohibió el glifosato en todo el ejido de Gualeguaychú que abarca 33.000 hectáreas de las cuales 27.000 son de campo. Nueve concejales votaron a favor (PJ y Frente Renovador) y tres en contra (Cambiemos).

 

LOS HIJOS DE LA ASAMBLEA

La ciudad movilizada contra la enfermedad presenta una rareza política: el intendente, el vice y el secretario de Desarrollo Social y Salud son médicos. El intendente es Esteban Martín Piaggio (lo llaman Martín Esteban), el vice es Jorge Maradey, y el secretario es Martín Roberto Piaggio. Los Piaggio son primos, y el otro nombre sirve para diferenciar de quién se está hablando. Asumieron por el Frente para la Victoria (FpV).

"Cuando fue lo de las pasteras no hacía mucho caso. Una es así: a veces no se das cuenta de nada, hasta que te toca”.

 

Martín Esteban, 40 años, 3 hijos, explica a MU: “Habíamos estado con mi primo ocho años a cargo de la atención primaria de salud en el municipio cuando el intendente era Juan José Bahillo. Soy cirujano recibido en La Plata pero hice también una maestría en Salud Pública. Hacía mucho que veníamos conectados con el movimiento de los pueblos fumigados a través del Grupo de Reflexión Rural creado por Jorge Rulli. En 2008 logramos una ordenanza que dividía a Gualeguaychú en diferentes sectores para evitar que las fumigaciones aéreas nos pasaran por encima. No prohibía las sustancias pero era un avance”.

Radiografía: “Había preocupación por el avance de toda una operatoria que incluye el desmonte, el monocultivo de soja transgénica, la desertificación de los campos y la necesidad masiva de productos químicos. Y de la mano de eso, la aparición cada vez mayor de enfermedades, en un lugar con sensibilidad por la lucha ambiental. Nos sentimos hijos de la lucha contra las pasteras, de la que participé toda la vida. Fue una experiencia muy rica porque más allá del supuesto fracaso de no poder impedir el funcionamiento de Botnia (hoy UPM) apareció un nivel muy fuerte de compromiso con el ambiente”.

El quiebre: “Cuando asumí como intendente en 2015 estaban surgiendo emergentes sociales como el Basta es Basta y luego el Stop Cáncer, cada vez más organizados. Natalia, la mamá de Antonella, te muestra el aspecto humano que pegó muchísimo en la gente, porque transformó el dolor en lucha, y empezó a corajear. Hizo ver un problema generalizado, y logró acompañamiento social y también nuestro. No por demagogia sino porque es lo que corresponde. Y le hicimos caso a esos emergentes. En contra había un conjunto de intereses muy fuertes, desde las multinacionales hasta todo un sistema que armó el comercio, la tecnología, y puso a las universidades a su servicio con el paquete completo del monocultivo, los transgénicos y las fumigaciones. Acá se ve con claridad que además actúan con lobistas agropolíticos, desde Luis Etchevehere (secretario de Agroindustria y ex presidente de la Sociedad Rural), Alfredo de Angeli (senador del PRO), Javier Melchiori (el candidato derrotado por Piaggio) y tantos otros que son todos grandes productores de soja. Se nota en los medios que les responden aunque se sabe que lamentablemente el modelo provocó la pérdida de trabajo y éxodo a las ciudades. Los campos se vaciaron de gente”.

El glifosato: “Pese a todo, el emergente social era cada vez más fuerte y se convirtió en un tema del pueblo, de la sociedad, no tanto de la política o de las leyes. Aunque sí valía para nosotros el Principio Precautorio. Si algo ocasiona un riesgo potencial, debe dejar de usarse hasta que se demuestre que no daña. Pero con el glifosato hay material técnico de sobra para demostrar lo que causa. Somos un equipo de trabajo y decidimos seguir pese a las amenazas sin pensar en que nos hicieran tractorazos, paros o que te manden a meter un tiro en la cabeza. Pero uno puede ver que el problema es mundial, incluso Francia ya está prohibiendo el glifosato y en Alemania el problema ahora lo tienen con Bayer que es dueña de Monsanto. Sacamos la ordenanza. Pero nos dimos cuenta de que con eso no alcanzaba”.

 

¿QUÉ ESTAMOS COMIENDO?

Gualeguaychú decidió no quedarse solo en la prohibición de los agrotóxicos, que contaba según los sondeos de opinión con un apoyo de alrededor del 90%. Martín Roberto Piaggio es médico especializado en Salud Pública: “Veníamos relacionando el tema de salud con el de prevención, y con todo lo que estaba pasando con el cáncer. Hicimos dos ordenanzas de prohibición de aplicación y también de acopio y comercialización en el ejido de la ciudad. Pero dijimos: prohibiendo o regulando solamente, tampoco vamos a solucionar los problemas que tenemos como comunidad. Armamos distintos eventos e invitamos a referentes que nos podían ayudar a pensar qué más hacer en esta materia. Vinieron Damián Verzeñassi (médico), Jorge Rulli (GRR), Eduardo Cerdá (ingeniero agrónomo de la Red de Municipios que Fomentan la Agroecología), Damián Marino (científico que estudió la contaminación con agrotóxicos en frutas, verduras, el algodón, pero también en el aire, el agua y hasta la lluvia), Marcos Filardi (abogado), Miryam Gorban (nutricionista y creadora de la Cátedra Libre de Soberanía Aliementaria de la Facultad de Medicina), Carlos Carballo (ingeniero agrónomo), Guillermo Priotto (biólogo)”.

Juan Veronesi, un histórico de la lucha contra las pasteras. Ignacio, 12 años. Por cáncer, le extirparon un pulmón al nacer.

La idea: “Ahí decidimos lanzar, también con Kika (Rubén Kneeteman), el Plan de Alimentación Sana, Segura y Soberana (PASS). Tomamos a la alimentación como un tema de salud pública. Aquí no sabemos bien lo que consumimos, de donde proviene, ni de qué manera se produce. Más del 90% de los alimentos vienen de afuera. Tenemos dudas, o te diría certezas, de que lo que estamos comiendo no es bueno y que podríamos estar produciendo mucha mayor cantidad y calidad sin depender de una industria que no está produciendo alimentos saludables. La palabra sana, se refiere a una alimentación sin venenos. Segura, significa el derecho de todos de tener acceso a la alimentación. Soberana quiere decir que se produzca aquí y que eso genere un círculo virtuoso en el desarrollo de esta comunidad”.

¿En qué consiste el PASSS? “Tres ejes. Producción, para generar y acompañar alimentos que sean sanos, tanto para pequeños como grandes productores. Segundo, comercialización, para que se pueda llegar con los alimentos a la gente. Y la difusión, para entender como consumidores qué es lo que está pasando, qué es lo que queremos transformar y cómo acompañarlo. Todavía estamos en los inicios de todo esto”.

En estos inicios ya se creó el CePAM (Centro de Producción de Alimentos Municipal), seis hectáreas de las que por ahora funciona solo una con verduras agroecológicas, suficiente para abastecer a los jardines de infantes y comedores infantiles de Gualeguaychú con un potencial que podría ser mucho mayor. Otra estrategia del PASSS es trabajar con las granjas y chacras locales para mejorar la producción de animales también con criterio agroecológico. “Debemos tener unos 100 productores” explica Manuel Maza, veterinario y uno de los encargados de ese aspecto del Plan.

El PASSS incluye la posibilidad de ceder hectáreas a la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), el mayor gremio campesino del país conocido por sus Feriazos y Verdurazos, que podría darle a toda esta intención un empujón productivo crucial a partir de su experiencia en huertas agroecológicas que funcionan y crecen tanto en el Gran La Plata como en Jáuregui, provincia de Buenos Aires. Y para campos más grandes, se dispuso continuar la alianza con la RENAMA para mostrar que es posible producir de otro modo también en grandes extensiones.

Martín Esteban, el intendente, agrega: “Estamos tratando de conseguir más tierras para que quede diseñado un cinturón frutihortícola, planeamos un mercado de comercialización y abastecimiento donde se canalice el esfuerzo de los productores locales, y queremos que haya una marca Gualeguaychú, con sello del PASSS como certificado de calidad de alimentos libres de venenos en todas las líneas de producción. Los defensores del modelo convencional se olvidaron de meter el suelo en el debate. Estamos desertificando, regalando la tierra, la estructura económica funciona a costa de exprimirle hasta la última gota a los suelos. No hay ‘buenas prácticas agrícolas’: es el modelo en sí el que no funciona. Nosotros planteamos reforestar, diversificar, que haya trabajo en el campo. Creo que es toda una cultura que se viene en los próximos años”.

Kika Kneeteman y Martín Roberto Piaggio: una política de la alimentación. Juan Pablo Open, productor, 2250 hectáreas: “Regenerar el suelo”.

POLÍTICA Y ECONOMÍA

La administración de Gualeguaychú es kirchnerista, con ideas propias. Martín Roberto: “Reivindico muchas cosas del gobierno de Néstor y Cristina, aunque creo que en salud se empezó bien y después no se hizo lo suficiente, y en materia ambiental diría que los doce años fueron muy pobres”.

Martín Esteban: “En el peronismo nos quedamos sin programa político, porque no se incluyeron estos temas, y se dejó prosperar el modelo. Nosotros estamos proponiendo otra cosa. Por ejemplo, el acceso a la tierra. Ya tenemos un Banco de tierras con unas 70 hectáreas para que el municipio sea un actor principal del mercado inmobiliario, con la intención de desbaratar ese mercado. Hoy hacen falta 35 ó 40.000 dólares para tener un terreno, pero nuestro concepto es quitarle ese valor de mercado, y que valga lo que la familia sea capaz de pagar y producir. Es otro paradigma”.

¿Cómo evitar los mecanismos de cooptación y domesticación que suele tener el Estado en estos casos? Martín Esteban: “Más allá de que soy presidente de mi partido, creo mucho más en las construcciones sociales con las que se pueden hacer cosas mucho más grandes que el sectarismo que a veces tienen los partidos políticos. Y estos problemas, incluido el del acceso a la tierra y el del modelo productivo, no queremos que queden barridos bajo la alfombra”.

"En contra había un conjunto de intereses muy fuertes, desde las multinacionales hasta todo un sistema que armó el comercio, la tecnología, y puso a las universidades a su servicio con el paquete completo del monocultivo, los transgénicos y las fumigaciones".

San Luis es un campo de 2.250 hectáreas. Juan Pablo Open es corredor inmobiliario, arquitecto, pero dejó todo de lado para hacerse cargo con su hermano de ese campo familiar que durante dos décadas fue arrendado a productores que lo sometieron al monocultivo transgénico. “Siempre sentí que estaba mal trabajar así. Empezamos de cero. Uno de los fundadores de la Asamblea Ciudadana Ambiental, el flaco Horacio Claret, me puso en contacto con Eduardo Cerdá para asesorarme. Empecé a hacer pasturas para la producción ganadera con criterio agroecológico para recomponer el suelo. Ya reconvertimos 500 hectáreas. El resto están arrendadas pero las vamos recuperando poco a poco para pasarlas a lo agroecológico”.

"Cuando la cosa es entre pares, y sin política ni nada que parezca electoral, creo que atrae más a los productores".

¿Resultados? A Open le florece el entusiasmo: “Económicamente es positivo. No gastás en químicos, y te diría que la mayor inversión está en el tiempo que lleva recuperar la fertilidad del suelo. Una vez que eso se equilibra, en un año o dos, los rendimientos son similares o superiores a los otros campos. Y estás regenerando vida en un suelo que era una maceta. Y además te da una sensación increíble. No creo que el productor convencional tenga la tranquilidad de andar en un espacio como éste, donde sabés que no te estás intoxicando”.

Un síntoma de enfermedad: “Si quisiéramos certificar lo que hacemos como orgánico, tenemos que pagar tres años a una empresa que diga ‘este señor no envenena’. Pero el tipo que contamina todo, tiene todos los mercados abiertos y gratis. De locos” dice, aunque se sabe que los colifatos no cometerían semejante trampa.

“Al glifosato había que prohibirlo porque es veneno, pero creo que el municipio lo hizo repentinamente y mucha gente sintió que no le daban tiempo. Los productores se alejaron del municipio y no responden a las propuestas de capacitación. Pero en las próximas semanas van a venir a hacer capacitaciones el colombiano Jairo Restrepo y el uruguayo Juan Dutra, y las invitaciones las estoy haciendo yo mismo, uno por uno. Cuando la cosa es entre pares, y sin política ni nada que parezca electoral, creo que atrae más a los productores. La prohibición fue muy positiva pero ahora falta más participación. Si ven sin prejuicios cómo se trabaja la agroecología, muchos más productores se van a convencer”. Por ahí podría pasar el destino de los que ya no pueden aplicar agrotóxicos, y no creen o no les interesa saber si hay otros modos de hacer las cosas.

 

EL PULMÓN Y LOS SOLDADOS

Juan Veronesi es un histórico de la Asamblea de Gualeguaychú, productor apícola, y otro caso de transversalidad política: nada tuvo ni tiene que ver con el kirchnerismo pero le entusiasma el rumbo local que van tomando las cosas:

“Aquella lucha la perdimos puntualmente contra Botnia en La Haya. La pastera es nefasta para la zona, y me consta que cada vez más en Uruguay genera rechazo. Pero aquello nos preparó para poner la mirada en cosas que son tanto o más graves, como los agrotóxicos, los pueblos y las escuelas fumigadas, y la alimentación contaminada. Y no es Gualeguaychú sino todo Entre Ríos y muchas otras provincias que están con este problema. Por eso es muy valiosa la prohibición, mientras las autoridades nacionales aplauden las falsas buenas prácticas agrícolas. Pero bueno, cada vez es más obvio que tenemos que encaminarnos a producir de otro modo que no nos siga haciendo comer veneno”.

En el CePAM Debora Sánchez es una de las mujeres que producen agroecológicamente. La naturalización de la enfermedad. “Hay mucha gente con cáncer, en mi familia por suerte no. Bueno, salvo mi hijo Ignacio que tiene 12 años y lo tuvieron que operar en el Garrahan apenas nació por cáncer de pulmón. No le daban vida. Yo había estado durante el embarazo cerca de donde fumigaban. Pero le sacaron un pulmón y no se le volvió a formar el cáncer”.

Daniel en su granja.

Una de las chacras del PASS es la que maneja el joven Daniel Ingold. “Hacemos alimentos para la familia y vendemos el excedente. Tenemos gallinas, huevos, crío conejos, patos, cabras,chanchos, dos vacas y un torito, tenemos leche y hago manteca y quesos”. Puso una cámara frigorífica que era de una camioneta y construyó una casa de barro, arena y paja siguiendo tutoriales por YouTube: “Esto lo puede hacer cualquier familia y tiene garantizado su sustento. Yo trabajo todo el día porque me gusta. Pero con tres horas fuertes de trabajo y dos turnos para ordeñar, te deja tiempo libre. Yo era chef y eran 10 ó 12 horas. Aquí ya no soy esclavo de nadie”.

Uno de los creadores del PASSS es Rubén Kneeteman, mejor conocido como Kika: “Soy el Coordinador del Ecoparque, que es donde hacemos el trabajo de reciclado de basura con una cooperativa de 55 personas. Vengo del ecologismo, aunque más que militante o activista digo que somos activados. Fui formado por Jorge Rulli en el GRR, nunca tuve mucho que ver con la política partidaria, pero lo que encontré en este grupo de Gualeguaychú es un nivel de osadía”. Posiblemente trate de reproducirlo porque Kika se presentará como candidato a intendente en Larroque.

Su mirada sobre Gualeguaychú: “Los productores se van a sumar en serio cuando se den cuenta de que les mejora el bolsillo y la tierra. Pero no van a ir por planos éticos o de conciencia. El problema es que pelear contra el modelo sojero no es como ir contra la papelera o las mineras. Aquí los soldados que ponen Syngenta o Monsanto son mis amigos, parientes, vecinos. Entonces el problema no es el veneno solamente, sino la cabeza y el corazón que lo echan. Si le digo eso o lo ataco, el productor se va a poner a la defensiva. Pero cuando cambia esa concepción, ya está. Porque no se vuelve de esto. Cuando te diste cuenta de cómo son las cosas, no volvés a lo anterior”.

En los últimos años cada vez que le tocó estar ante un público Kika preguntó: ¿quién tiene un amigo, conocido o familiar con cáncer? Y siempre levantó la mano al menos el 80% de los presentes. “Es que lo que veníamos anunciando en los 90 que podía pasar, pasó. No hay estadísticas porque el estado es un mamut invertebrado y no quiere que se sepan las cosas. Pero yo, cuando era chico, no tenía compañeros de escuela con pañales. Y como maestro que fui, veía esto con frecuencia, por la espina bífida (malformación congénita: la espina no se cierra). O labio leporino, o tantas cosas que son mucho dolor”.

¿Por qué el PASSS? “A partir de la alimentación podemos ver que hay algo que se derrumba, y algo que está naciendo y no va a parar de crecer”. Concretar estos proyectos no será fácil, sostiene Kika: “Es mucho trabajo. No es arte de magia. De última, estamos todos en un período de transición, de volver a entender para qué miércoles nacimos”.

 

Fotos: Nacho Yuchark

(* ) Nota publicada en la revista Mu de la agencia Lavaca (www.lavaca.org), cooperativa de periodistas. Se publica gracias a la gentil autorización de su autor.

 

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