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La joven madre víctima mortal de la tragedia del "Puente de Fierro".

Quién era Lorena: historia de una mujer, joven, pobre y precarizada

Se llamaba Rocío Lorena Quintero. Cumplió 30 años el 17 de diciembre pasado. Trabajaba –en condiciones de precarización total– en la planta de reciclaje que alguna vez la gestión del PJ presentó como "modelo". Vivía en un humilde rancho en el barrio La Tablada con su hijo de 13 años. Las condiciones inhumanas en las que se realiza el trabajo de separación de residuos en la planta de Talita –con la desidia cómplice del Estado, la impunidad del empresario privado y ante la indiferencia de la sociedad– le costaron la vida. El Miércoles Digital dialogó con su familia y aquí cuenta su historia, para que Lorena deje de ser un número (la única victima fatal de la tragedia del “Puente de Fierro”) y sea lo que realmente fue: una persona, con rostro y nombre, con dignidad y derechos, con pasiones y sueños.

Lorena Quintero (primer plano)

 

Por AMÉRICO SCHVARTZMAN, de la redacción de El Miércoles Digital

 

Con su sangre de herrumbre en el arroyo
los fierros de crujir han hecho oficio.
Los de arriba a los de abajo dan perjuicios
Y estos bancan su suerte como pocos

 

Se llamaba Rocío Lorena Quintero. Para sus parientes y vecinos era “la Lorena”. El 17 de diciembre pasado cumplió 30 años. Todos los días, de lunes a viernes, poco antes de las 7, esperaba en la esquina de su casa –a pasitos de su “rancho”, allí, frente a la planta asfáltica– al camión que la llevaría al basural de Talita. Lorena se ganaba la vida –como varios de sus vecinos del barrio La Tablada, ubicado al norte de Concepción del Uruguay, a pocos metros de la planta de Fepasa– participando de una de las labores mal reguladas por el Estado, peor remuneradas y prácticamente ignoradas por la sociedad: la separación de residuos, y la posterior venta de “lo encontrado” a la misma empresa que lucra con el basural, Hosifa.

El martes pasado, 7 de enero de 2014, Lorena subió al camión como cualquier otro día. Seguramente jamás pensó que sería el último de su vida. Después de la jornada de trabajo, en el regreso, el camión municipal –el mismo que los llevaba y traía cotidianamente en su caja, apiñados, de a veinte o treinta personas, como si de ganado se tratara– tomó la curva del viejo Puente de Fierro a una velocidad poco habitual. Lorena, junto a los demás “pasajeros”, se alarmaron cuando el vehículo que los transportaba chocó contra uno de los parantes del Puente. Pero todo se transformó en horror cuando la vieja estructura cedió, el camión cayó y sobre ellos comenzaron a llover barras de metal, algunas de las cuales se incrustaron en el cuerpo de Lorena, causándole la muerte de manera inmediata. Otros resultaron heridos, mutilados, internados en el Hospital Urquiza.

ANTES CIRUJAS; HOY RECICLADORES

Se oyó en su rechinar "¡No iremos solos!"
cansados de tragar los desperdicios.
Ya alguno marchará con nuestros vicios
y estos odios al fondo de los fondos.

Los “recicladores” o “recuperadores primarios” –como se los llama actualmente– son los mismos a quienes antes se conocía como “cartoneros” o “cirujas”. Son esas personas que viven (o sobreviven) de aquello que encuentran en la basura producida por los demás, ya sea para venderlo luego o incluso para consumo propio, como contaba Horacio, de La Tablada, a los cronistas de El Miércoles Digital. Horacio vive a pocos metros de la planta asfáltica, tiene seis hijos y un pequeño rancho en el barrio. El día de la tragedia llevaba, para compartir con sus hijos, un pollo congelado y algo de pan que había encontrado en la basura. Benigno, a su lado, mostraba las zapatillas Topper halladas en los residuos.

Los ”recicladores” no son empleados contratados de la Municipalidad, ni dependen de las denominadas “Cooperativas Sociales”, ni son empleados de la empresa Hosifa, a cargo del basural de Talita. De un modo perverso, como lo definió con precisión Valentin Bisogni en una nota anterior en El Miércoles Digital, trabajan para el municipio y para Hosifa, bajo órdenes directas del personal de la Secretaría de Ambiente, en una relación laboral encubierta que se disimula bajo recibos informales emitidos sin rótulo (y sin que los “recicladores” sepan si los imprime la empresa o la Municipalidad).

Luciano Viña es el cuñado de Lorena, quien le hizo lugar en su terreno en La Tablada para que ella se instalara allí junto con su hijito, una década atrás. El es empleado municipal y alguna vez fue delegado gremial. “Asi que conozco mis derechos”, explica. Tiene claro que la responsabilidad es del municipio. “La gente no puede ir asi, como chanchos, en la caja del camión. Eso no se puede. Está mal. Y esto que pasó a mi cuñada le pudo pasar a mi mujer, a cualquiera de los que van todos los días”.

Las condiciones en las que los “recicladores” desempeñan su labor son de una inconcebible precariedad. No solo viajan como ganado en la caja de un camión: además no reciben cursos de capacitación, ni revisión médica, ni les dan implementos laborales (en diálogo con El Miércoles Digital aseguraron que usan “los guantes que encontramos en la basura”), no tienen seguro ni remuneración “en blanco”, jamás vieron un inspector de la Dirección de Trabajo o de la Secretaría de Ambiente de la provincia, tienen que vender en el basural lo que encuentran, firman una planilla de asistencia que no saben bien quién les toma, les pagan y les firman recibos ilegales.

Algún observador puede verse tentado a describir estas situaciones como de esclavitud. Pero lo cierto es que a los esclavos se les daba de comer y se les brindaba un lugar donde vivir. Los “recicladores” son la mano de obra más barata que pueda imaginarse.

 

SOBREVIVIENDO CON 1.500 PESOS

¿Es que alguien se merece esa malicia?
Llévense al olvido, a la desidia,
¡son ellos lo que hundieron el camino!

La vida de Lorena y su familia es un rotundo desmentido a quienes suelen emitir, ligeramente, juicios de valor infundados, acusando a algunas personas de “parir hijos para poder cobrar la asignación”, o frases similares, que revelan tanto el prejuicio como la ignorancia.

Como tantos otros excluidos por el modelo socioeconómico imperante, Lorena no tenía muchas chances de acceder a una vida digna: sus ingresos mensuales sumaban algo más de 1.500 pesos. En diciembre, por ejemplo, recibió 850 pesos (como consta en el recibo por “Subsidio de Ayuda Económica” al que accedió este cronista) y otros 368 de la Asignación Universal por su hijo de 13 años. En relación con el mencionado “Subsidio”, en diciembre Lorena recibió dos pagos: el 23 cobró 500 pesos, como adelanto del pago mensual “para pasar las Fiestas”, y el 30 le abonaron otros 350, en ambos casos con recibos informales, sin firma, de la Secretaría de Hacienda.

A eso se le agregaba lo que lograba producir en el basural cada semana, un monto ínfimo que se hacia constar en una planilla, a la que también accedió El Miércoles Digital: en la última semana que completó, del 31 de diciembre de 2013 al 4 de enero de 2014 (es decir tres días antes de su muerte), Lorena había logrado reunir la suma de 163,30 pesos, conformados del siguiente modo: 28,80 pesos de vidrio (192 kilos), 40 pesos de cartón (100 kilos), 50 pesos de cristal (50 kilos), 14,40 de vidrio verde (18 kilos), 16,80 de vidrio soplado (28 kilos) 9,90 de papel (33 kilos) y 3,40 de lata (17 kilos).

Pasando en limpio: los ingresos de Lorena tenian tres componentes: el "Subsidio de Ayuda Económica" (unos 800 por mes, en diciembre fueron 850); la AUH (actualmente 368 pesos) y lo que lograba vender en el basural de Talita cada semana (con suerte superaba los 500 pesos mensuales). Con viento a favor, lograba reunir 1.600 pesos cada mes para “pelearla” junto a su niño de 13 años.

Alicia Cardozo, cuñada y amiga de Lorena, contó que “su vida era el trabajo y su hijo. Ella no vivía para otra cosa. Y muy seguido lo llevaba al nene a visitar a su papá”, Julio Cardozo, interno en la Unidad Penal 4 de Concepción del Uruguay.

Alicia y su hermana Claudia también estaban en el camión de la tragedia. Alicia muestra a los cronistas el enorme magullón en su costado derecho. Y Claudia narra, con detalles que entrecortan su voz, el modo en que “dos fierros le cayeron encima” a Lorena. “Quedó con la boca abierta, como que quiso decir algo, pero ya no pudo”.

Aunque Lorena (como toda su familia paterna) era oriunda de villa San José –la histórica barriada ubicada debajo de la cancha de Gimnasia, frente a la Capilla San José–, desde hace 10 años vivian en La Tablada, en una pequeña piecita de chapas que sus cuñados le construyeron junto a su propio rancho, y donde Alicia ahora recibe a los cronistas de este sitio informativo.

Unos minutos después, llegará también la secretaria de Desarrollo Social del municipio, Rocío Aranda Fernandes, junto a la asistente social Natalia Córdoba. Una muestra de que, tras la tragedia, las autoridades municipales están intentando morigerar la desidia previa, aunque no han salido a hacerse cargo de la situación que provocó la muerte de Lorena. Su tío, Gabino, contó a este cronista que no hubo presencia de autoridades municipales en el velatorio y sepelio de su sobrina.

No obstante, la Municipalidad se hizo cargo de los costos, como en otros casos de indigencia. Lo minimo, claro, desde el momento en que el propio Estado municipal sostiene una relación laboral ilegal y simulada con estos trabajadores totalmente precarizados.

 Rancho-Lorena

El rancho de Lorena en La Tablada.

SUEÑOS TRUNCOS

No tus huesos marchitos que cedieron,
cuando ya de aguantarse no pudieron.
Si hoy lloran por "secar" ese Rocío...*

El hijo de Lorena se llama José Feliciano Quintero, tiene 13 años y terminó la primaria en la Escuela 116 Cabo Misael Pereyra. Este año proseguirá sus estudios secundarios en la Escuela Granja Municipal, precisamente donde trabaja su tío Luciano. Se lo ve entero, aunque quizás los días posteriores serán los que lo vean acusar el golpe por la pérdida de su mamá. En diálogo con este cronista, José cuenta que le gusta estudiar, que en la escuela le va bien y que quiere quedarse a vivir con sus tíos Alicia y Luciano.

Lorena estaba en pareja desde hace algunos años con Julio Cardozo. El rancho de su cuñada Alicia y su marido Luciano fue el refugio de Lorena y su hijo José. Allí les hicieron lugar, los recibieron como familia, levantaron al lado otro ranchito de chapa de 4 por 3 para que tuvieran privacidad. Lorena soñaba un futuro para su hijo José, un futuro con estudio, con posibilidades de desarrollo, con oportunidades que ella no tuvo, porque la precarización laboral, la desidia, la explotación de seres humanos absolutamente desprotegidos bajo la indiferente mirada del Estado, se lo negaron.

Esta nota pretende restituir el nombre de Lorena, darle un rostro, para que la comunidad uruguayense deje de ignorar la vida y las condiciones en las que vecinos nuestros desempeñan labores (labores que merecen otro tratamiento de parte de la sociedad y de su organización estatal), buscando respeto y una vida digna para sí y para sus hijos. La indignidad produce indignación, o debería producirla. El día que dejemos de indignarnos al presenciar la indignidad, estaremos muertos.

Además del deseo de que se haga justicia, el otro anhelo explícito de este cronista es, quizás, un imposible: que aquellos que formulan con ligereza prejuicios sobre las personas que acceden al derecho a la asignación por hijo recapaciten, pensando en Lorena, la próxima vez que emitan palabras infundadas, que hieren tanto como esta historia. Ojalá así sea.

 

FOTOS: Gentileza de la familia de Lorena Quintero / El Miércoles Digital

 

*Los versos intercalados en esta nota pertenecen al cantautor uruguayense Guille Lugrin (de 31 años, hoy radicado en Paraná) quien escribió este soneto y lo dio a conocer en su muro de facebook, impactado por esta muerte. Para quienes deseen reproducirlo, aquí lo publicamos completo, con la autorización de su autor:

Los Fierros del Puente

Con su sangre de herrumbre en el arroyo
los fierros de crujir han hecho oficio.
Los de arriba a los de abajo dan perjuicios
Y estos bancan su suerte como pocos

Se oyó en su rechinar "¡No iremos solos!"
cansados de tragar los desperdicios.
Ya alguno marchará con nuestros vicios
y estos odios al fondo de los fondos.

¿Es que alguien se merece esa malicia?
¡Llévense al olvido, a la desidia,
son ellos lo que hundieron el camino!

No tus huesos marchitos que cedieron,
cuando ya de aguantarse no pudieron.
Si hoy lloran por "secar" ese Rocío...

 

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