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OPINIÓN

Un santo democrático

El Gaucho Gil se ha convertido a lo largo del tiempo en un santo, popularmente consagrado. Cientos de miles de personas llegan de todo el país, pero especialmente del nordeste, para cumplir alguna promesa, o pedir algún favor o simplemente hacer acto de presencia. 

 

Por ANÍBAL GALLAY de EL MIÉRCOLES DIGITAL

Perseguido y asesinado por la policía, es una condición que lo eleva a la categoría de mártir, palabra griega que se traduce como testigo. El Gaucho es un santo democrático elegido por el pueblo fuera de todas las normas de la ortodoxia de cualquier religión.

Cada ocho de enero, miles de personas se concentran en las cercanías de Mercedes, Corrientes, para cumplir con el Gauchito Gil.

Los peregrinos y promeseros comienzan llegar los primeros días del mes. La travesía se hace en todo tipo de vehículos, y muchos llegan a caballo, luciendo el mejor animal con sus arreos plateados y prolijos trenzados.

Y si algo es ley en un criollo, ello es la palabra empeñada y al Gauchito no se le puede fallar.

La historia del Gauchito Gil es más o menos conocida, aunque difieren, como ocurre con los relatos y sucesos que adquieren condición de leyendas.

El escritor uruguayense Orlando Van Bredam ha escrito el libro, “Colgado de los tobillos” que no pretende ser histórico, pero recoge el saber y entender de los habitantes del nordeste; y el Gaucho cumple una condición esencial para ser admirado y amado: ser una víctima de la injusticia y de la persecución de la autoridad. Todo los demás hechos pueden variar como su presencia en la guerra del Paraguay, o sus presuntos amores con una viuda pretendida por el comisario.

Lo que no hay dudas es que fue perseguido y asediado por la policía. Tampoco se duda que antes de morir le dijo a uno de sus captores que el hijo enfermo se había curado. El policía comprobó al llegar a su casa que la enfermedad, cualquiera sea, había desaparecido. Fue, su primer devoto. La noticia se propagó prontamente y el Gaucho Gil pasó a ser un santo criollo al que podían pedírsele favores.

Los nordestinos y peregrinos de todo el país que se congregan, no son ni más ni menos inteligentes que cualquier persona.

Sencillamente los sectores rurales encontraron a quien pudiera entenderlos. Ningún santo oficial de la Iglesia Católica y menos la Virgen María, podrá entender sobre animales “abichados” o la necesidad de una casa mejor, o la salud de una embarazada, o el sueño de una camioneta, o lo imperioso de una lluvia. Pedir por un pariente enfermo o por el hijo que está estudiando en la ciudad capital, para que apruebe sus exámenes, solo las puede comprender el Gauchito. Ya lo expresa un conocido chamamé: “no cualquiera es correntino…”.

Este fenómeno religioso recibe el nombre de sincretismo. Consiste en  tomar la estructura religiosa, incluyendo sus rituales, y aplicarlos a otras creencias.

La Iglesia Católica ha guardado hasta ahora un silencio prudente y lo toma como una manifestación folclórica más que una expresión religiosa.

Para los cristianos no romanos (a los que suele denominarse protestantes) consideran estas manifestaciones como idolatrías ofensivas a la voluntad de Dios. Para los más estrictos son obras demoníacas.

La devoción al Gaucho Gil no altera el esquema religioso general. Un profundo acto de fe, oraciones y plegarias para conseguir lo que se pide. Allí concurren los promeseros quienes han prometido determinado acto, si se cumple lo solicitado. Tiene algo de toma y daca, si se promete visitar al Gaucho Gil durante una determinada cantidad de años, para agradecer los favores recibidos. Y si algo es ley en un criollo, ello es la palabra empeñada y al Gauchito no se le puede fallar.

Pero no es de extrañar en manera alguna, porque el fenómeno se repite en otros lugares del país, aunque con caracteres más ortodoxos.  Así ha aparecido la Virgen de San Nicolás, o la Virgen de Salta, donde también se congregan miles con el mismo criterio religioso.

El Gaucho Gil es un elegido por el pueblo. Es un santo democrático que no necesitó transitar el cursus honorum: venerable, beato y santo. Ningún Papa lo consagró en ceremonia alguna. Pero lo más importante es que hace milagros, y hasta el momento no hay reportes sobre apariciones desde el más allá.

Ningún santo oficial de la Iglesia Católica y menos la Virgen María, podrá entender sobre animales “abichados” o la necesidad de una casa mejor, o la salud de una embarazada, o el sueño de una camioneta, o lo imperioso de una lluvia.

Aunque haya ermitas y pequeños altares en las rutas, es un santo más bien “de su casa” y lo conveniente es movilizarse hasta Mercedes y pisar la tierra sacra del Gaucho Gil para conseguir lo que se pide.

Se podría decir que es una devoción surgida de gente sin formación religiosa. En todo caso es lo mismo que ocurre con cualquier religión.

Ésta, la del Gaucho Gil, no tiene sacerdotes, ni predicadores, ni libro sagrado, ni templos, ni amenazas infernales, ni ritos de iniciación, ni oraciones propias, ni rituales definidos. Nace como una necesidad popular.

En una Argentina en la que los gobernantes se muestran incapaces, resulta, reconfortante, para miles de personas, confiar en este santo elegido por el pueblo.

rubengallay@hotmail.com

 

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