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Un voto contra el espanto

El profesor Gustavo Sirota describe en esta nota la disyuntiva de quienes tienen como opción elegir “al menos malo”, debiendo optar “entre el fracaso del pasado reciente y del presente, y un candidato cuyas ideas y propuestas provocan espanto”. Se trata de un ejercicio de ciudadanía, asegura, que propone desafíos para el futuro inmediato.

 

Por GUSTAVO M. SIROTA (Especial para EL MIÉRCOLES)

Para quienes tenemos como opción elegir “al menos malo”, el 19N nos enfrenta con nuestros peores miedos. Tener que optar entre el fracaso —del pasado reciente y del presente— y un candidato cuyas ideas y propuestas rechazo absolutamente, que están en las antípodas de las mías, no es un ejercicio menor de ciudadanía.

Massa me despierta, por su pasado y sus relaciones —políticas, sectoriales, internacionales— nada de esperanza y no deposito en él ninguna expectativa. Pese a eso tendrá mi voto.

Milei me provoca espanto. Siento una mezcla de miedo y horror frente al peligro —posibilidad cierta— de que pueda convertirse en el Presidente de nuestro país.

El panorama que ofrece este recambio institucional no es el mejor. Indignados, cansados, sin rumbo, la mayor parte de la población argentina busca, al borde de la desesperación, soluciones que pareciera nadie tiene. Frustración, desánimo, incertidumbre. El balance de 40 años de continuidad democrática no puede ser peor.

La mitad de la población en situación de pobreza, soportando —una vez más— tarifazos, inflación e inseguridad. Agobiados por un mañana que imaginan aún peor mientras se impone, feroz, el individualismo más salvaje. El conjunto de la sociedad no atina dónde hacer pie para no seguir en caída libre hacia tiempos que parecemos no querer recordar.

No creo que el enojo, la frustración o la desesperanza que anidan en nuestra sociedad alcancen para desentrañar las razones del comportamiento —no solo en las urnas— de millones de compatriotas con quienes convivimos a diario, y de quienes somos vecinos o compañeros de trabajo. Menos aún pretendo invalidar la capacidad de quienes eligen semejante candidato y sus propuestas.

Señalaba en una nota de opinión en agosto pasado: “inflación, precios por las nubes, salarios que cada vez alcanzan menos, millones de excluidos, millones más cayendo en la pobreza. Corrupción estructural, endémica. Una deuda que agobia y condiciona cualquier proyecto superador.

“Todo configura un fenomenal caldo de cultivo de malhumor social que amenaza convertirse en incontenible tempestad de consecuencias inusitadas. No se puede tapar el sol con la mano. Aunque los números de la macroeconomía cierren; la diaria, la de los bolsillos y la heladera va mal, muy mal.

“Nos parece un mal sueño que un candidato que asevera a los gritos que quien no comparte sus ideas “es una basura, un excremento humano” pueda ser acompañado por el voto de millones. Nos cuesta entender que a cuarenta años del final de la dictadura más terrible que asoló nuestro país, el negacionismo y la reivindicación del terrorismo de estado sean parte de la agenda de campaña. Casi tan brutal como la reivindicación de las políticas del menemismo.”

A fines de agosto se estimaba en 20 millones de argentinos los que son pobres. El nivel más alto desde 2004. A la vez, el 10 % más rico de la población del país ha mejorado sus ingresos: capitalismo “Hood Robin”, que le quita a los que menos tienen para transferirlo a los sectores de mayores ingresos.

No creo que el enojo, la frustración o la desesperanza que anidan en nuestra sociedad alcancen para desentrañar las razones del comportamiento —no solo en las urnas— de millones de compatriotas con quienes convivimos a diario, y de quienes somos vecinos o compañeros de trabajo. Menos aún pretendo invalidar la capacidad de quienes eligen semejante candidato y sus propuestas.

Un 103,2 % de inflación en los primeros nueve meses del año. Un 148 por ciento de alza interanual de la canasta básica de alimentos (datos del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana). Desde que asumió el actual gobierno —al que voté y milité— el precio de la carne se disparó entre 12 y 15 veces, según el corte; casi 20 veces aumentó el precio del aceite de girasol, 1200 % la yerba por poner solo unos pocos ejemplos. La nafta super pasó de 49 a 338 pesos y podríamos seguir con la papa, el pan, el arroz, los fideos, la leche.

Insisto en algunos datos de notas anteriores. A fines de agosto se estimaba que alrededor de 20 millones de argentinos son pobres. Según el INDEC en el primer trimestre de 2023, la pobreza alcanzaba al 40,3 de la población, seis puntos más —34,2— de igual período de 2022. Cifras que avergüenzan y crecen al ritmo de la inflación. La Universidad Di Tella lleva la cantidad de hogares pobres al 43,4, el nivel más alto desde 2004.

La canasta básica total —incluye la canasta básica de alimentos y bienes y servicios no alimentarios como vestimenta, transporte educación y salud entre otros— se ubica en octubre según el INDEC en 319.422 pesos, cifra muy superior a muchos de los salarios que perciben quienes tienen trabajo.

Los jubilados y pensionados —poco más de siete millones— perciben un haber medio bruto de 165 mil pesos. Dos de cada tres cobran la “mínima” —87.459,76 pesos— más un “bono” compensatorio. Lejos de la canasta básica que les permita acceder a un retiro digno. Peores condiciones son las de quienes perciben pensiones no contributivas —suman un millón cuatrocientas cincuenta mil— que perciben ingresos menores aún

Incluso ha empeorado el reparto del ingreso, ya que el 10 % más rico de la población del país ha mejorado sus ingresos reales y concentrado recursos. Capitalismo “Hood Robin”, que le quita a los que menos tienen para transferirlo a los sectores de mayores ingresos.

Lo decía en algún otro escrito hace un tiempo ya. “En estos datos, en las cifras que desnudan la realidad del día a día de los que habitamos este país se puede empezar a encontrar alguna explicación al fenómeno distópico y disruptivo” que supone el candidato “libertario”. Ahí hay que buscar las causas seguramente.

También la certeza de que si no se resuelven los problemas cotidianos, urgentes, de millones de compatriotas, la desesperanza, la frustración, la imposibilidad de imaginar siquiera un futuro posible, multiplicará los Milei con propuestas cada vez más brutales.

Si no se resuelven los problemas cotidianos y urgentes de millones de compatriotas, la desesperanza multiplicará los Milei con propuestas cada vez más brutales.

Equivocados. Confundidos. Cansados de “los mismos de siempre”. Indignados con “la casta”. Obnubilados por slogans efectistas. No importa la razón. Millones acompañarán con su voto las propuestas e ideas del paleolibertario. Si gana será un triunfo legítimo y democrático. Habrá que respetarlo porque allí lo habrán puesto los votos de nuestros compatriotas.

Mi voto, claro, será para Massa. No será un voto de esperanza, menos aún un voto convencido. Solo será un voto para intentar poner freno al espanto.

Mientras despertamos de esta pesadilla, como vengo sosteniendo hace tiempo ya, “sería un buen punto de partida admitir los errores cometidos y dejar de insistir con soluciones y nombres del pasado y del presente que ya no pueden solucionar nada”.

 

 

 

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