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9 DE JULIO: RETOMAR A ARTIGAS, SIN URRIBARRI

Una nueva grieta: Tucumán o Concepción del Uruguay ¿quién declaró la independencia?

El urrikirchnerismo, como en tantos otros asuntos, también en éste nos "corrió el arco": nos hizo discutir si se declaró o no la independencia el 29 de junio en Concepción del Uruguay, en lugar del proyecto frustrado de José Artigas. En estas líneas se propone dejar de lado ese debate, y en cambio aprovechar el Bicentenario de la Independencia para explicarles a nuestros gurises por qué nuestras provincias no estuvieron en “la casita de Tucumán”, como excusa para recuperar los principios artiguistas: una democracia igualitaria, federal, participativa y deliberativa, basada en los pueblos y no en las clases dominantes, y en la que “naides sea más que naides”.

 

Por  AMÉRICO SCHVARTZMAN *

 

 

Llegando al 9 de julio parece buen momento para hacerse algunas preguntas: ¿Se declaró o no la independencia por primera vez en 1815 en Concepción del Uruguay, en el Congreso de los Pueblos Libres? ¿O ese Congreso se limitó a organizar a las provincias del Litoral –la Liga Federal liderada por Artigas, e integradas por las Misiones, Corrientes, Santa Fe, Córdoba, la Banda Oriental y Entre Ríos– para incidir en la forma de organización que tomarían las Provincias Unidas, ante el predominio de las clases dominantes porteñas, organizadoras del Congreso de Tucumán? ¿Y qué significaba en ese entonces eso de “ser federal” y que queda de aquel significado 200 años después?

Más preguntas: mucho más cerca en el tiempo, el Gobierno entrerriano en manos del urrikirchnerismo, que tanto invirtió (en dineros públicos y en esfuerzos sobreactuados) en recordar y apropiarse de tan importante como ignorado evento, ¿era, en serio, heredero de Artigas? ¿Es posible reivindicar a Artigas y lo que él representó de la mano de personajes como Sergio Urribarri y Pacho O’Donnell, que cambiaron tantas veces de bando, casi como los peores traidores a Artigas?

Menudo problema para los pobres profesores de historia entrerrianos (y orientales).

Empecemos por la historia, pidiendo permiso y cuidando de no meternos en el terreno propio de los especialistas.

El 29 de junio fue la fecha en la que (con bastante arbitrariedad) el gobierno anterior resolvió que se declaró la independencia “por primera vez” en Concepción del Uruguay (algunos, bastante burros, llegaron a decir “por primera vez en el continente”, obviando Haití 1804, Ecuador 1809, Venezuela 1811, etc). “Resolvió”, dije. Y dije bien. Como si la historia se pudiera escribir de ese modo, por decreto de un gobernador. (De ahí a afirmar que Artigas era peronista había un solo paso, y por supuesto lo dieron. ¿Que exagero, que invento? Para nada: vea las fuentes citadas, al final de este artículo).

En estos años asombrosos que vivimos, historiadores "neoartiguistas" (muy bien pagos por el fraudulento urrikirchnerismo), quisieron instalar un nuevo relato historiográfico que arrancaba con Artigas en Concepción del Uruguay y terminaba con Urribarri en la Presidencia. Creo que si alguna vez hubo un Dios, se suicidó por eso.

Y no se trata de ver quién es más viuda de Artigas, o quién su más digno heredero, sino de “Citar con moderación” al caudillo, al decir de Maxi en uno de sus chistes gráficos.

Pero ironías aparte, la pregunta sigue en pie. ¿Se declaró la independencia el 29 de junio de 1815, en Concepción del Uruguay?

 

De la recuperación del Congreso a la distorsión

Hace varios años algunas personas comenzamos a proponer recuperar el Congreso de Oriente, para de ese modo reajustar la mirada sobre nuestra realidad y nuestra historia.

Como integrante del periódico El Miércoles, me cabe el orgullo (a veces dudo si a esta altura debería pedir perdón) de haber formado parte del equipo periodístico que comenzó a insistir en este tema hace varios años, bastante más de una década. Por esos años, en cambio, Pacho O' Donnell aún le escribía prólogos a Menem, y Urribarri trabajaba para Busti, y ambos, para el mejor postor.

Con humildad, desde las páginas de El Miércoles (entonces en papel) comenzamos un trabajo de recuperación del programa artiguista y reivindicación del Congreso de Oriente, a partir de las notas de nuestro compañero Jorge G. Villanova, y produjimos un hecho que visto a la distancia se agiganta: junto con la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), la central obrera fundada por Víctor de Gennaro, realizamos en 2005, en la Escuela Normal de la ciudad de Concepción del Uruguay, un “Encuentro de los Pueblos Libres” para conversar acerca de estas cuestiones, donde participaron compañeros de todas las provincias que integraron la Liga Federal, incluido el Uruguay. El eje, por supuesto, no estaba en la declaración de la independencia, sino en recuperar el proyecto artiguista.

(Me recuerda el Gringo Villanova, corrigiendo esta nota, que también adhirió con un saludo fugaz el por entonces presidente de la Federación Agraria de Entre Ríos, Alfredo de Angeli, hoy senador macrista. Y agrega: “Para otra ocasión quedará si se puede dilucidar esa extraña combinación entre artiguismo y macrismo, o si es tan amplio Artigas que supuestas izquierdas y supuestas derechas pueden seguir utilizándolo, con el beneplácito bobo de los recién deslumbrados”.)

También la Junta Abya Yala de los Pueblos Libres, fundada en 2007 e integrada por investigadores, periodistas, historiadores, docentes y trabajadores de la cultura de la provincia de Entre Ríos, puso mucho énfasis en una encomiable labor de difusión del artiguismo y que algún día será reconocida.

 

Semanario El Miercoles en el 2005. Este medio fue uno de los organizadores del Encuentro de los Pueblos Libres. (Archivo: El Miércoles Digital).
Semanario El Miercoles en el 2005. Este medio fue uno de los organizadores del Encuentro de los Pueblos Libres. (Archivo: El Miércoles Digital).

 

 

Qué dicen los que escriben la historia

Desde el urrikirchnerismo, con esa vocación tan peronista de reescribir la historia para hacerla aparecer como una suerte de justificación de lo actual, la prédica se centró en quién declaró primero la independencia. Y desde luego, es cierto que los historiadores lo discuten, y no sin pasión. Como suele decirse, hay media biblioteca para cada lado. Juan Vilar, en su reciente libro Revolución y lucha por la organización –una obra imprescindible para entender la historia (entrerriana y regional) desde abajo, es decir, desde el interior y desde las clases desfavorecidas– dice rotundamente que no:

“No hubo declaración de la independencia de la Banda Oriental como pregonan los neoartiguistas. No era ése el motivo de la convocatoria. No existen pruebas documentales ni el menor indicio directo o indirecto…”.

Dice también en reciente nota Fortunato Calderón, filósofo y escritor entrerriano:

“Si bien hay un vacío documental, es notable que nosotros, entrerrianos, apenas conozcamos al congreso de Oriente o de los Pueblos Libres, y que sigamos los lineamientos de la historia escrita en Buenos Aires que considera que 'su' congreso, el convocado en Tucumán, fue el único digno de mención y el que auténticamente declaró la independencia”.

El Gringo Villanova escribía, ya en 2005:

“Es 1815. El artiguismo hace base en Concepción del Uruguay. En la capital entrerriana se concreta el Congreso de Oriente, o del Arroyo de la China. Delegados de las provincias litorales deliberan sobre la futura organización nacional: 'Tratar la organización política de los Pueblos Libres, el comercio interprovincial y con el extranjero, el papel de las comunidades indígenas en la economía de la confederación, la política agraria y la posibilidad de extender la Confederación al resto del ex virreinato'.”

Jesualdo, gran historiador oriental, resume:

«Poco se sabe de lo tratado en esta reunión, que no llenó, sin duda, el objetivo de Artigas».

Y sigue contando Villanova:

“El Congreso de Oriente envía una comisión a Buenos Aires pero no la reciben. Cuando un subalterno del Director Supremo se digna en atenderlos, es para ofrecerles la independencia definitiva de la Banda Oriental. Los delegados artiguistas lo rechazan”.

Cita luego a Machado, en la respuesta artiguista a los porteños:

“La Banda Oriental entra en el rol para formar el Estado denominado Provincias Unidas del Río de la Plata (…) toda provincia tiene igual dignidad e iguales privilegios y derechos y cada una renunciará al proyecto de subyugar a las otras”.

Como se ve, poco y nada sobre independencia, aunque claro, eso subyace a la voluntad de formar una entidad nacional (las Provincias Unidas) sobre la base de la igualdad de las provincias, la soberanía popular, el reparto de las tierras y la libertad civil y religiosa. Se pregunta Félix Luna:

«¿Cómo podría tolerar el partido directorial, que es centralista, promonárquico y oligárquico, la existencia de esa democracia popular con arrestos autonomistas? ¿Cómo podía admitir la existencia de ese poder que reparte tierra entre gauchos pobres e impone normas a los comerciantes extranjeros? Para la oligarquía porteña, Artigas era un peligro por el solo hecho de existir».

No obstante, otros se empeñan en afirmar la supuesta declaración de independencia, aunque siempre mencionan un solo indicio, la carta de Artigas a Pueyrredón fechada en julio de 1816, donde le dice:

Ha más de un año que la Banda Oriental enarboló su estandarte tricolor y juró su independencia absoluta y respectiva. Lo hará V.E. presente al Soberano Congreso para su Superior conocimiento”.

Artigas no da más precisiones y no hay acta ni referencia a la supuesta declaración en ninguna de las cartas y memorias de los demás diputados presentes en 1815 en Concepción del Uruguay. Sin embargo, para la historiografía artiguista ese párrafo no es ni misterioso ni prueba de nada: Artigas no se refiere al Congreso de Oriente, sino a un episodio unos meses anterior, el del 13 de enero de 1815, cuando el Protector de los Pueblos Libres iza en el Cuartel de Arerunguá su primera bandera y jura la independencia de la Provincia Oriental. (Ese hecho se conmemora en el Uruguay como “Día de la Primera Bandera de José Artigas”, declarado como tal por la Ley 19.571, aprobada por unanimidad en diciembre del año 2017).

La otra referencia aludida por el Gringo Villanova en su artículo de 2005 rescata el mandato del diputado santafesino: debían jurar las instrucciones del año 13 en la apertura del Congreso de Oriente, la primera de las cuales era precisamente declarar libres estos pueblos. Claro que no hay prueba de que lo hayan hecho.

Los neoartiguistas no se molestan en compensar semejante ausencia de pruebas. Dan por un hecho la declaración de independencia. Y los artiguistas de larga data se irritan mucho: dicen que no es necesario inventar una declaración inexistente para darle relevancia al Congreso, ni para engrandecer la figura del General: no la necesita para ser una de las más preclaras e interesantes de toda América Latina en su proceso de liberación.

Después de años en el gobierno, con todos los medios y recursos a disposición (incluso un Instituto Histórico del que se habló tanto) en lugar de aclarar este punto de la investigación, el urrikirchnerismo costeó onerosos estudios que nada nuevo aportaron.

 

El tren Binacional no funciona desde hace meses. Sus vagones están estacionados en Pilar. (Foto: Marcelo Gómez).
El tren Binacional no funciona desde hace meses. Sus vagones están estacionados en Pilar. (Foto: Marcelo Gómez).

La cuestión de fondo

Algunos creemos que la cuestión de fondo no pasa por esa discusión, apasionante pero excluyente: es solo para iniciados, intradisciplinar, para historiadores o interesados en filosofía de la historia.

Al contrario, explicado el asunto histórico (y sus dificultades), habría que correrse del debate de especialistas, dando paso a otras dos cuestiones, a mi juicio más interesantes y mucho más decisivas: una, que nuestros gurises entiendan por qué nuestras provincias no fueron al Congreso de Tucumán (y digo nuestras hablando no solo de Entre Ríos sino también de las demás, empezando por la Banda Oriental); y dos, que lo anterior sirva como excusa para la más importante: retomar el proyecto pendiente de Artigas, tan distinto al que se impuso, que fue de falso federalismo, falsa república, falsa igualdad de las provincias y falsa igualdad de las personas.

Una vez que nuestra gurisada comprenda por qué nuestras provincias no estuvieron en el llamado Congreso de Tucumán –asunto que aun hoy no les es explicado sensatamente en las escuelas–, podrán (podremos) comenzar a conocer ese Congreso ignorado, negado, sepultado durante tantos años; como ignorada fue la Liga de los Pueblos Libres, como negada fue la propuesta artiguista, de una democracia igualitaria, federal y participativa, tan diferente al sistema que consagró el Congreso de Tucumán, que reemplazó el dominio español por el dominio de las elites porteñas, como lo reconocen en innumerables ocasiones ellas mismas, por ejemplo, en la conocida cita de La Gaceta:

“Los federalistas quieren no sólo que Buenos Aires no sea la capital, sino que como perteneciente a todos los pueblos divida con ellos el armamento, los derechos de aduana y demás rentas generales: en una palabra, que se establezca una igualdad física entre Buenos Aires y las demás provincias, corrigiendo los consejos de la naturaleza que nos ha dado un puerto y unos campos, un clima y otras circunstancias que le han hecho físicamente superior a otros pueblos, y a la que por las leyes inmutables del universo ésta afecta cierta importancia moral de cierto rango”.

En cambio el artiguismo propuso un modo de organización basado en la participación ciudadana, en la idea de que el acceso a la tierra debía estar garantizado para todos, incluidos “los negros libres, los zambos de igual clase, los indios y los criollos pobres”, según lo plasmó en su Reglamento de Tierras, una de las disposiciones, precisamente, surgidas del Congreso iniciado en Concepción del Uruguay.

El proyecto de organización institucional impulsado por la Liga de los Pueblos Libres encierra las claves que ayudan a explicar las divisiones que castigaron a esa patria en formación. Y configura una de las mejores síntesis institucionales de respeto a los pueblos, tanto en el plano de las autonomías regionales, como en el de los derechos de los diferentes sectores sociales. Dice Azcuy Ameghino:

“La interpretación de la historia argentina del período (y también algunas versiones de la uruguaya) varía, sufre un desplazamiento, reposicionando de hecho a sus actores y prácticas, al incluir a Artigas en ella, reponiendo en plenitud su poderosa influencia en los sucesos de la época”, época que entre 1810 y 1820 no es “ni argentina ni uruguaya, sino rioplatense”.

Incluir a Artigas en la historia, en suma, obliga a muchos y muy valiosos reajustes conceptuales, como dice Azcuy: mientras el modelo que se impuso despreciaba a las masas gauchas y a los aborígenes, el congreso artiguista contó, por ejemplo, con diputados elegidos por los indios misioneros y comenzó a delinear una democracia basada en la participación popular. Mientras Buenos Aires retaceaba los ingresos de la aduana y se estructuraba en función del dominio de los grandes terratenientes, el artiguismo presentaba un Reglamento de Tierras que pone a la tierra como un bien social.

Ese proyecto quedó trunco. En cambio triunfó el proyecto elitista de las clases dominantes porteñas, aliadas con las clases dominantes de las provincias, a las que sumaron por la vía de la diplomacia más despreciable (caso Ramírez y López) o de los cañonazos (casos Felipe Varela o López Jordán). Como lo sintetiza Celso Ramón Lorenzo:

“Los pueblos advirtieron prontamente que habían canjeado la dominación española por la dominación porteña”.

Un asunto que atraviesa nuestra historia, señalado ya por Alberdi, marcado trágicamente por Leandro Alem y casi proféticamente advertido por Artigas en sus instrucciones de 1813 donde pedía que la capital de las Provincias Unidas estuviera fuera de Buenos Aires.

 

Reajustes conceptuales, pasado y presente 

Algunas de estas cuestiones pertenecen al pasado, y parece anacrónico seguirlas discutiendo, por ejemplo el porteñismo o la Aduana. Otras tienen la más rabiosa actualidad: las limitaciones representativas de nuestra vetusta democracia (diseñada hace 200 años siguiendo un modelo que a su vez, fue tomado de la única república entonces existente en el mundo, la de los EE.UU.) y que hoy cruje por todos lados, en especial ante cada conflicto socioambiental, pequeño o grande, que estalla en centenares de lugares al mismo tiempo.

Una estructura institucional basada en la hostilidad a la participación y deliberación ciudadanas, que niega el acceso social a los medios de producción y ni siquiera concibe la propiedad en función comunitaria; una sociedad que proclama la libertad pero está a años luz de garantizarla “en toda su extensión imaginable”; un Estado que solo desde el clientelismo puede pensar en la inclusión de todos los sectores de la sociedad con la mira puesta en “los más infelices”.

El urrikirchnerismo, como en tantos otros asuntos, también en este nos "corrió el arco": nos hizo discutir si se declaró o no la independencia el 29 de junio en Concepción del Uruguay, en lugar de discutir el proyecto frustrado de Artigas. La práctica política de Urribarri fue todo lo contrario del artiguismo: absoluta sumisión al poder central, consolidación de las desigualdades, discrecionalidad en el manejo de los fondos públicos como si se tratara de su fortuna personal, manipulación abierta de los medios de comunicación, apertura displicente e irresponsable hacia los grandes grupos concentrados de la economía, nula participación ciudadana, desprecio por las cuestiones ambientales, en fin, todo lo contrario al ideario artiguista del que quiso apropiarse.

Como suele decir el Gringo Villanova, la imagen del “Tren de los Pueblos Libres”, tapado de yuyos en alguna estación perdida, es la síntesis perfecta de lo que fue el artiguismo para el urrikirchnerismo.

Una buena manera de restaurar los ideales a los verdaderos dueños de ese Congreso y de ese proyecto (que son los pueblos) es no entrar en esa nueva grieta y más bien retomar los principios que alentaron el programa artiguista: una democracia igualitaria, federal, participativa y deliberativa, basada en los pueblos con toda su diversidad y no en las clases dominantes, una patria donde “naides sea más que naides”, donde la máxima aspiración de quienes gobiernan sea la felicidad de su pueblo, y donde la autoridad “cese ante la presencia soberana” de la comunidad que le dio el mandato.

Desde el fondo de nuestra identidad común, Artigas, Belgrano, San Martín, Güemes y decenas de miles de anónimos luchadores esperan que retomemos esa senda.

 

 

Fuentes:

- Juan Vilar, “Revolución y lucha por la organización”, EDUNER, 2015

- Fortunato Calderón Correa, “Independencia de toda dominación extranjera” (en http://www.aimdigital.com.ar/2016/07/04/independencia-de-toda-dominacion-extranjera/)

- Jorge Villanova, “Artigas y el Congreso de Oriente” (en http://www.elmiercolesdigital.com.ar/jose-gervasio-artigas-y-el-congreso-de-oriente/)

- Celomar Argachá y Orlando Busiello, “¿Concepción del Uruguay cuna de la independencia argentina?” (en http://www.elmiercolesdigital.com.ar/concepcion-del-uruguay-cuna-de-la-independencia-argentina/)

- Ricardo Goñi, “Artigas era peronista” (en http://www.eldiario.com.ar/edicion-impresa/artigas-era-peronista.htm)

- Celso R. Lorenzo, “Manual de historia constitucional Argentina", Tomo 1, Editorial Juris, ‎1994

- Eduardo Azcuy Ameghino, “Historia de Artigas y la independencia argentina”, Editorial Imago Mundi-CICCUS, 2015

- Día de la primera bandera de José Artigas (http://www.diputados.gub.uy/wp-content/uploads/2018/01/C2088_056_2017.pdf)

 

 

* Licenciado en Filosofía. Periodista de El Miércoles Digital. Docente. Autor de "Deliberación o dependencia. Ambiente, licencia social y democracia deliberativa" (Prometeo 2013). Miembro de la Junta Abya-Yala de los Pueblos Libres.

 

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