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Carta al niño de la fotografía

No, no es para Messi esa carta a horas de la final del Mundial. Es que nuestro amigo, compañero y colaborador habitual de esta página, Mario Daniel Villagra, le escribe a un niño de hace más de 20 años. Una infancia en su Villaguay natal siguiendo la número cinco; encima asegura que ya entonces tenía al "Dibu" como ídolo, la remera lo comprueba. Ese niño lleno de sueños futboleros en el centro de la provincia hoy reside en París, y comparte una reflexión que se asemeja al de muchos y muchas.

 

Por MARIO DANIEL VILLAGRA (*)

Los incrédulos dirán que es casualidad, pero el Dibu ya era tu héroe. Ahora es el héroe de los chicos y de los grandes. Entonces, la pelota, algunas veces hecha con bolsas, de trapos, de globo, es la que conecta tu imaginario con el imaginario de los chicos categoría 1992, que bautizaron a Emiliano Martínez con el apodo de Dibu. Vos jugabas en la categoría ’87 —decir “la misma categoría que Messi” es mucho, pero es verdad.

Aquella noche de diciembre no solamente se daban los trofeos del campeonato local, también los del provincial, ganados ese 1998. Allí, en segundo plano, la copa (que luego se luciría en las vitrinas del Club Atlético Sarmiento, de Villaguay). También, colgando en tu cuello, la medalla para “dar ilusoria persistencia / al recuerdo que vacila”, diría Mastronardi. Lo que no sale en la fotografía es el hecho de que era la tercera temporada consecutiva que clasificaban al “entrerriano”. ¿Recuerdas ese esfuerzo? También te pregunto, y te reirás de mis intenciones, ¿dónde has instalado tu patio de recreo, tu cancha de barro, tu potrero, dónde las enseñanzas?

Gracias al fútbol tuviste consciencia de tu cuerpo. Conoces lo que es tener una lesión, operarte, ir a rehabilitación, y salir para volver a jugar. En paralelo, aprendiste a cómo es ser con los demás, sea para llegar a un buen juego colectivo, para defender un objetivo común, o para representar a tu barrio, tu escuela, tu club, la universidad. No solamente porque integraste planteles con personas memorables, también porque te posibilitó ir de tu barrio hacia otras partes de la ciudad, de la provincia, gracias a los clubes.

Además, aprendiste que la única pelota que se pierde es la que se da por perdida. Luego, técnicamente, puede ser lateral o córner, como técnicamente se puede ganar, empatar o perder. Todo queda allí, en la cancha, y allí se deja todo. Ahora, sabes que en el juego no necesariamente gana el mejor. Pues, como dijo Mallarme, “un golpe de dados nunca abolirá el azar”. Y el fútbol no es la excepción, aunque éste pueda tener más poesía que una ruleta.

1998, Luis Villagra, su hijo, y Luis Maldone, reconocido entrenador del Club Sarmiento.

Quizás es ese mismo azar el que me trajo hasta Francia, desde donde, días previos a la final del campeonato mundial contra Argentina, escribo estas líneas. Aquí hay trasmisión en la embajada, en los bares y por la televisión pública. Nadie quiere perder la final. Tú sabes lo fantástico que es jugar una de ellas. Pero eso no te hace parte de una “raza del futbol”, de esos que se conforman con llegar. Como dijo nuestro actual capitán, hay que volver a intentar tantas veces se pueda.

Gracias al fútbol tuviste consciencia de tu cuerpo. Conoces lo que es tener una lesión, operarte, ir a rehabilitación, y salir para volver a jugar. En paralelo, aprendiste a cómo es ser con los demás, sea para llegar a un buen juego colectivo, para defender un objetivo común, o para representar a tu barrio, tu escuela, tu club, la universidad.

Aquel año de la fotografía, 1998, a Arnaldo Calveyra le pidieron que escribiera en torno al mundial, y dijo: “El futbol es un juego que no se aprende. O se aprende mirando. Como los niños ver a los animales hacer el amor en los campos”. No estoy del todo de acuerdo. Por la anomalía de que algunos ya nacen con la pelota dentro, como Messi, que, para Galeano, el balón es parte de sus huesos. También se aprende leyendo, estudiando, pues se está obligado a intervenir, tirarse al suelo, anticipar, y para eso hay que saber medir las consecuencias. Leer los partidos. Y en esto sí estoy de acuerdo con Calveyra. “¡Cuántas veces, a lo largo de nuestra vida, ese partido repetiría el mismo movimiento, la dialéctica, la fricción, la misma lucha en tantas páginas leídas o adivinadas, esta tensión festiva de los mejores textos!”. Entonces, ¿cómo no sentirme así, si ese niño sigue aquí?, con Dibu como su héroe vivo en este Lio.

 

Sobre el autor

Mario Daniel Villagra nació el 24 de febrero de 1987, en Villaguay, Entre Ríos, Argentina (actualmente reside en París, Francia). Se recibió en junio 2020 en el Master Études Hispaniques et Hispano Américaines, parcours Recherche (Sorbonne Nouvelle - Paris 3). y Licenciado en Com. Social, de la Facultad de Ciencias de la Educación (UNER).
En 2015 publicó «Poemas del Principiante» (Ed. Árbol Animal, Buenos Aires) y en 2018 «Benavento» (Azogue Libros, Paraná), dedicado a la vida y obra del maestro y escritor. Entre 2014 y 2018 realizó tres films sobre poetas: «Marta Zamarripa, una poeta en pie» (2do Premio del Certamen Miradas 2016); «Miguel Ángel Federik, el poeta descalzo» y «Arnaldo Calveyra, tras sus huellas».
 

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