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El duro y penoso balance 2019 de un empresario PYME: "Somos una especie en extinción"

Fernando Oronoz tiene 64 años y es un pequeño empresario uruguayense del rubro gráfico. Fue presidente de APYME (la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios) en los comienzos de la década del 2000. Por estas horas publicó en su muro en redes sociales un duro y descarnado "Balance 2019 y algo más", donde describe la realidad que enfrenta un pequeño emprendedor en estos tiempos en la Argentina. A continuación se reproduce el texto.

"Trabajo por mi cuenta, no tengo aguinaldo. Cuando tenía empleados, lo pagaba; ahora los insumos cuestan cada día más. Yo, si no trabajo, no como. Y como a todos, el trabajo me escasea y se hace difícil cumplir con todo: impuestos, obra social, servicios, etc. Y también tengo deudas porque tomándolas es la única manera de crecer o seguir adelante y lo hago con la esperanza de poder pagarlas. Esto es lo que es un pequeñito empresario hoy en mi país.

¿A mí quién me ayuda? Nadie. Durante el último año, haciendo la diferencia entre lo que gané y quedó libre, en varios meses, esa suma no llega al monto mínimo que hoy cobra un jubilados. En otros meses ni siquiera llego a esa suma. Solo pasé raspando por el tubo.

Así, para mí hoy todo es incertidumbre, porque en la cuerda floja, y agotándome con mi edad, ya tengo ganas de que la cuesta sea más liviana. Pero no lo es. De modo que inevitablemente dejaré de invertir, ya no podré volver a contratar a nadie, ni siquiera para la limpieza.

Fernando Oronoz.

No soy el único. Somos muchos, y no nos victimizamos, no lo hemos hecho, de lo contrario hace mucho que pienso de vivir de otra manera, sacándole el jugo a los que como yo sí laburamos, pero no lo hago.  Somos gente que apostó a poner su propio negocio, somos panaderos, carniceros, despensas, imprenteros, talabarteros, cerrajeros, tapiceros, verduleros, etcétera. Somos una raza en extinción, que no se resigna pero a quienes las políticas de los distintos gobiernos nos han acorralado con la cuenta bancaria, que si no la tenés no podés cobrar ni comprar, la tarjeta de crédito y débito para vender y comprar, el cajero automático para poder depositar y retirar tu dinero, todo cuesta un Perú.

Somos gente que apostó a su propio negocio, somos panaderos, carniceros, despensas, imprenteros, talabarteros, cerrajeros, tapiceros, verduleros. Somos una raza en extinción, que no se resigna pero a quienes las políticas de los distintos gobiernos nos han acorralado

Recuerden que si tenemos local, hay un alquiler, y si tenemos la suerte de ser dueños, tenemos los impuestos: todo es doble, el de nuestra casa como todos y lo del negocio. Así que doble impuesto municipal, doble provincial, y dobles los servicios. Imaginen entonces cuánto aportamos nosotros, y todo para que venga a veces algún extraviado y viendo que tenemos un automóvil comprado con los esfuerzos de muchos años, más o menos destacado y nos diga: capitalista, facho, gorila, (y cuántos improperios más o menos ofensivos) por reclamar algún derecho. Porque en este país, no son solo los pobres los que son humillados sino también otra clase trabajadora, nosotros, que no es tenida en cuenta por ningún político, ningún sindicalista. Nosotros, los cuentapropistas que aportamos a veces más
del 40 % de nuestro sudor y lágrimas para el Estado, y que de buenas a primeras si te colgás en alguna deuda te saque lo que te queda. Pero les reducen las retenciones a las grandes mineras, que son empresas enormes, multinacionales con ganancias milmillonarias. A nosotros no, a nosotros hay que exprimirnos más, tenemos que poner todo lo que tenemos.

Porque no tengan dudas: las imposiciones que pagamos salen de nuestro trabajo, nadie nos regala nada, no tenemos subsidios como las grandes empresas, no tenemos ingresos garantizados, ni siquiera tenemos un sueldo fijo, nadie nos regala nada ni hay algo que todos los meses que nos tranquilice un poco. Tan es así que algunos se jubilan y tienen que seguir trabajando en su emprendimiento porque sabe que no llegará a cumplir con todo.

No sé cuántos leerán esto. Estoy convencido de que a nadie le importa, hemos perdido la dignidad que te ofrece el trabajo, que han bastardeado gente que no tiene un callo en sus manos, sentados tras un escritorio, manejándonos la vida desde hace años, experimentando con nosotros, probando planes y cambios sin consultarnos nunca jamás. Gente que no paga ni siquiera la energía eléctrica de la oficina que usa, ni el celular ni la computadora, porque a todo eso se lo paga con nuestros aportes.

Y sumado a todo ello, una cuadrilla interminable de gente que no quiere aportar nada, sedientos de necesidades. No sé: antes se decía que cualquiera debería por lo menos generarse su propia manutención. (¿Por qué unos pueden y otros no? Algo falla.) En un país lleno de oportunidades y riquezas naturales que con esfuerzo se pueden aprovechar. ¿Los millones usados en planes, por qué nunca se usaron para crear fuentes de trabajo, para que la gente viva con dignidad y de su propio trabajo? ¿Algunos de todos los brillantes economistas sacó alguna vez la cuenta de cuaántos puestos de trabajo se hubieran podido crear si los subsidios a las grandes empresas se usan para favorecer PYMEs, quizás formadas por esas mismas personas que hace décadas viven de planes sociales? Ah, pero claro, a eso hay que ponerle esfuerzo. Tal vez ahí esta la razón.

Los dejo aquí, porque se me hizo largo. Pero es largo y penoso".

 

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