Aunque parezca broma, en la Argentina las dos principales opciones electorales se tiran por la cabeza acusaciones cruzadas de “anticapitalistas” y “marxistas”. El gobierno anterior dejó un 30 por ciento de pobres, un 34 por ciento de trabajadores en negro y un 40 por ciento de pobreza infantil, tras 12 años de capitalismo “nacional & popular”. Los actuales dejarán un 35 por ciento, un 40 por ciento y un 50 por ciento respectivamente, después de apenas cuatro años de capitalismo neoliberal. ¿La diferencia entre el capitalismo “soviético” que cada uno enrostra al contrario estriba en esos pequeños puntos porcentuales? ¿O hay algo más en disputa?
(*) A.S.
—¡Usté me está jodiendo!
—Qué dice, che. Qué le pasa que arranca así.
—¿Me volví loco? ¿Me perdí un par de décadas?
—¿De qué habla? ¿Qué tomó?
—Algo pasó en la Argentina y yo estaba haciendo otra cosa. Si no, no puedo entender qué es lo que está ocurriendo: acusaciones cruzadas entre las dos principales opciones electorales acerca de quién es más o menos capitalista. ¿Yo me dormí y me desperté medio siglo después? O peor… ¡antes! ¡Quizás es un castigo a todos mis pecados!
—Ah bue.
—Hablando en serio, ¿usté viene escuchándolos, verdá?
—Por supuesto. Primero fueron los del gobierno.
—Sí. Pichetto y Lopetegui hablando de defender una Argentina capitalista. Como si enfrente estuvieran el Che Guevara y Mao. O como si Del Caño estuviera por ganar las elecciones.
—Ahá. Ahora fue Cristina, que se desmarca de esas acusaciones y las devuelve. Espere que reviso lo que dijo: "Nosotros fuimos más capitalistas que nadie. En cambio esto (por el macrismo) es un régimen no capitalista donde la gente no puede comprar lo que quiere. Durante nuestra gestión los supermercados rebosaban de mercadería de primeras marcas”.
—Y la pindonga y cuchuflito, metió por ahí. No se olvide.
—Y agregó: “¿Esto es capitalismo? No. Capitalismo es cuando estaba Axel de ministro de Economía, cuando la gente compraba, consumía y podía viajar. La gente quiere poder disfrutar. La vida no puede ser levantarse hasta las 6 de la mañana y acostarse a la noche y no tener tiempo de disfrutar nada”.
—Axel, el “soviético” según le decían dentro del propio peronismo. Qué curiosa reivindicación del consumo capitalista de parte de una fuerza que, se supone, pregona otros valores. Y además, ¡qué hermosas chicaneadas que estamos reprimiendo solamente porque hay que ganarle al macrismo!
—Jeje. Uste se reprimirá. Yo no.
—No se crea, hay otras chicanas peores que estamos dejando pasar.
—¿A ver?
—Mire ésta: “Este sábado sesionó en el local partidario del PJ ubicado en Yrigoyen 1606, la Federación Juvenil Comunista de Entre Ríos, en memoria de los Hermanos Chilo y Neco Zaragoza, ambos militantes de La Fede y asesinados por la triple A y por la Dictadura respectivamente”.
—¿Y?
—La Fede se reúne en el local del Partido Justicialista y lo hace en memoria de Chilo Zaragoza, quien fuera asesinado por la Triple A, que fuera organizada desde los más altos niveles de gobierno del Partido Justicialista, que es en donde se reúne la Fede en memoria de Chilo, y así sigue…
—Ahhhh, ahora le entendí. Muy ocurrente. Y ciertamente patético. Una paradoja más, de esas que pocos ven, en un país lleno de ellas, fundado sobre ellas, que duerme y sueña sobre ellas, y que crispa los puños sobre ellas o deposita sus ensoñaciones allí, en esos colchones mullidos, o durísimos, rellenos de paradojas...
—Pah. Ahora debería preguntarle yo a usté qué tomó.
—Supongo que lo mismo que Pichetto y Vidal, que ven marxismo en Axel Kicillof; o que Alberto Fernández que un día dice “se acabó la guerra con el periodismo” y al otro día se pelea con Mercedes Ninci o Jonatan Viale.
—¡Con Mercedes Ninci! No se puede creer. ¿Cómo era aquello de “cada uno tiene la altura del enemigo que elige para pelear”?
—¡Y con Jonatan Viale! Por lo menos Cristina se peleaba con gente que sabe escribir, como Morales Solá, Lanata o Nelson Castro.
—Y no se discutía si era capitalismo o no. Qué debate más raro ese, ¿eh?
—No es tan raro si lo analiza un poco. Que el macrismo y el kirchnerismo discutan cuál de ellos es más capitalista es la mejor muestra de adónde terminan los revolucionarios nac&pop.
—Ya se sabe dónde terminan: recordando en la sede del PJ a mártires asesinados por el PJ.
—Corta grueso, usté.
—No crea.
—El otro día, tras la muerte de De la Rúa, vi algo emparentado, que también me llamó mucho la atención.
—¿Qué cosa?
—Creo que nadie puede valorar positivamente ese gobierno patético, sin ideas ni acciones claras, que terminó explotando en aquellos sucesos que todos conocemos de 2001.
—La peor crisis de la democracia argentina reciente.
—Sí, pero que, coincidirá conmigo, no tiene como principal responsable al extinto inoperante, que la agravó en los últimos dos años, pero que claramente no había iniciado él.
—En eso estoy de acuerdo. De la Rúa (y en general los gobiernos no peronistas) le han permitido al peronismo desentenderse de los problemas que causaron sus gobiernos. E incluso aparecer luego como redentores.
—Es la complementariedad de la política argentina. ¿Será que el macrismo terminará así?
—Puede ser. Pero volviendo a esta insólita discusión, creo que quienes nos gobiernan –y los sectores a los que representan–, confunden (y no creo que sea casual, nada es casual) el capitalismo con una determinada versión del capitalismo.
—Ah, ¿el capitalismo no es igual en todos lados? ¿En China o en Estados Unidos no es como acá?
—Claro que no. No me interrumpa para pavear.
—Le pongo un poco de humor, nomás. Déle. ¿Y qué versión sería esa?
—La neoliberal, donde el Estado no jode, o si interviene lo hace a favor de ellos; donde los sindicatos no existen, como en China, o son sensatos y educados, aceptan su parte y asienten, porque además sus afiliados ganan bien y pueden irse de vacaciones, así que no tienen ningún interés en derrocar a la burguesía; y donde los pobres reciben gozosos las limosnas o la ayuda social y nada perturba el feliz proceso de acumulación o el flujo libre de capitales.
—Bueno, pero eso no suena tan distinto de la versión del capitalismo que describe Alberto Fernández o la propia Cristina. Aunque imagino que a algunos de sus seguidores, cierta duda les debe causar. No se olvide que la marchita aún dice aquello de “combatiendo al capital...”.
—Un error de transcripción. Debía decir “compartiendo el capital”. Es más, alguien lo propuso hace unos años, en la era menemista.
—Hubiera sido una adecuada corrección histórica. “Compartiendo el capital” es mucho más pertinente para describir al peronismo que “combatiendo al capital...”.
—Noto un tono irónico allí.
—Para nada. Imagino que usté, como suele hacer, enfiló para el desdichado rumbo de los tomates. Pero no estoy hablando de corrupción ni nada de eso. El propio Perón –ese sabio– lo explicó en su célebre discurso ante la Bolsa de Comercio.
—Ah sí, me acuerdo. Allí explicaba que el problema social se resuelve de una sola manera: teniendo contentas a las clases trabajadoras, “en una armonía perfecta, donde la riqueza no se vea perjudicada”. ¿Algo así decía, no?
—Sí. Y explicaba que “una riqueza sin estabilidad social puede ser poderosa, pero será siempre frágil”. Y como para que no queden dudas y nadie pueda pensar otra cosa, dejaba claro el rol de los sindicatos: “Es un grave error creer que el sindicalismo obrero es un perjuicio para el patrón, por el contrario, es la forma de evitar que el patrón tenga que luchar con sus obreros, es el medio para que lleguen a un acuerdo, no a una lucha”.
—¿Lo tiene a mano?
—Sí, precisamente estaba repasando algunos conceptos de Perón allí. Es notable la vigencia que tiene. Y cómo ilumina discusiones que aun hoy nos perturban.
—¿Por ejemplo?
—“Se ha dicho, señores, que soy un enemigo de los capitales, y si ustedes observan lo que les acabo de decir no encontrarán ningún defensor, diríamos, más decidido que yo, porque sé que la defensa de los intereses de los hombres de negocios, de los industriales, de los comerciantes, es la defensa misma del Estado. Sé que ni las corrientes comerciales han de modificarse bruscamente, ni se ha de atacar en forma alguna al capital, que, con el trabajo, forma un verdadero cuerpo humano, donde sus miembros han de trabajar en armonía para evitar la destrucción del propio cuerpo”.
—Casi casi lo podría haber dicho Cristina.
—Sip. Aunque lo podría haber pensado un poco cuando se peleó con algunos de esos “hombres de negocios” sólo por favorecer a otros, y no precisamente los más vulnerables. También es parte de nuestras paradojas. ¿Le sorprende?
—Nah. Es que en serio me pregunto qué le llama la atención de todo esto. Creo que todo expresa nuestro desquicio como sociedad, que felizmente se canaliza en ese tipo de cosas (y en muchas exageraciones en que caemos a diario) y no en aspectos más graves. En otros lugares del mundo, a esta misma hora, hay gente matándose por cualquier cosa: religión, racismo, machismo, petróleo, y hasta agua dulce. Acá eso no pasa. A lo sumo nos entretenemos con paradojas como éstas.
—Eso es cierto sólo en parte. Si miramos los numeritos que deja “el mejor equipo de los últimos 50 años”, las cosas son menos graciosas y bastante más trágicas.
—En efecto. La deuda argentina ya se acerca al 97,7% del PBI del país y es la más alta de la región.
—Sí. Los anteriores no se habrán robado un PBI pero anduvieron cerca. Y estos no nos habrán endeudado en un PBI, pero ya están cerca.
—Deles tiempo. Aunque mejor no, usté es capaz de votarlos de nuevo.
—Yo no los voté.
—Lo digo irónicamente, pero ojo, igual en serio pienso que con Alberto y Cristina no sería muy diferente. El gobierno anterior dejó un 30 por ciento de pobres, estos dejarán un 35. Los anteriores dejaron un 34 por ciento de trabajadores en negro, estos dejarán un 39 por ciento. Los anteriores dejaron un 42 por ciento de pobreza infantil, y éstos dejarán un 47 por ciento. Tras 12 años de capitalismo “nacional & popular” y después de tres años y medio de capitalismo neoliberal, al final la diferencia entre uno y otro no son más que esos 5 puntos porcentuales en cada uno de esos indicadores tremendos…
—La diferencia está en el relato.
—Y no tanto: ambos dicen que los otros son los peores. Y que el “soviético” es el contrario. Aunque en el fondo se necesitan mutuamente.
—Y ambos hacen lo que pueden para tranquilizar a los mercados. Alberto lo viene diciendo de todas las maneras que puede, y con mucha claridad lo dicen también todos los que forman su equipo económico.
—Bueno, uno de los que le dijo “marxista” a Axel fue Guillermo Nielsen, que es parte del equipo de Alberto.
—Sip. También le dijo ignorante. Es como para que nadie diga que no se les avisó.
—Es maravillosa la Argentina: algunos de los principales candidatos de la opción electoral a la que el periodismo sigue denominando “kirchnerismo” han sido figuras duramente antikirchneristas, que se fueron de ese gobierno cuestionándolo (empezando por el Alberto y siguiendo por Massa), opositores furibundos (como Pino Solanas, Donda, etcétera), o que no han sido nunca kirchneristas (como Lammens).
—Y enfrente, algunas de las principales figuras que presenta una opción que se supone expresa al gorilismo argentino, son peronistas que estuvieron con el gobierno anterior hasta los últimos segundos de 2015, como el vice Pichetto.
—Los dos necesitan ser lo menos parecido a lo que son, y a la vez no pueden evitarlo.
—En la Argentina nada es lo que dice ser, y es más, casi siempre es exactamente lo contrario de lo que se pregona. Si revisa los nombres que eligió cada opción se ve con claridad.
—¿A ver? Esa teoría nunca se la escuché.
—¿Conoce esa frase que afirma “dime de qué alardeas y te diré de qué careces”?
—Conozco, sí. Es interesante.
—Bueno. Empecemos por las opciones actuales: Juntos por el Cambio, se autodenominan los que no quieren cambiar nada de lo que están haciendo, porque creen que está todo bien lo que hicieron, y lo que salió mal siempre es culpa de otros: la sequía, la guerra comercial EEUU-China, el euro, el dólar, los setenta años de peronismo.
—Bien. Siga.
— Frente de Todos se llama la alianza que, como es obvio, no logra sumar a todos sino que además, cada vez que se les salta la chaveta (al candidato o a su vice) espantan a más gente. Por eso el Gobierno ruega a todos los dioses que Cristina no se quede callada y que Alberto se siga peleando con periodistas.
—Hmmm. Sí, más o menos. Siga.
—Vamos con Lavagna: Consenso Federal se llama. No quiso consensuar con nadie, apenas con Urtubey y con el PS. Me corrijo: con Lifschitz. El PS tiene un quilombo de novela con ese temita. ¿Y Federal? No me haga hablar.
—Já. Sí, es el más claro. Vamos.
—Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad. Bueno, de izquierda es; hay que reconocerlo. Aunque las encuestas dicen que menos del 5 por ciento votarían a la izquierda. Pero con un detalle que desmiente eso de “Unidad”. Ese 5 por ciento se parte al medio: el otro 2.5 por ciento votaría a la otra opción de izquierda, que también es de raíz trotskista, que tiene las mismas propuestas, las mismas consignas, el mismo discurso… pero no pudieron ponerse de acuerdo.
—Interesante. ¿Y Espert?
—Ése es el peor, o el mejor, depende de cómo lo mire: se dice “liberal” o “libertario”.
—¡Libertario! Sí, lo escuché, como los viejos anarquistas. ¿Me lo deja a mí?
—Con gusto.
—Estos son algo así como anarquistas de ultraderecha: no quieren Estado, no quieren pagar impuestos. Pero sí quieren Estado para reprimir o para recortar derechos a los trabajadores. Péguele una leída a las propuestas de Espert: prohibir las huelgas docentes, triplicar el presupuesto para las Fuerzas Armadas, una reforma laboral integral y, fundamentalmente, la aplicación de rebajas impositivas y de gasto público.
—Lo de siempre de la derecha liberal.
—Sí. Pero no deja de ser curioso que quienes se dicen "liberales" o "libertarios", en cada una de sus propuestas apuntan o ponen en riesgo las libertades de otras personas, cuando no son directamente autoritarios, como prohibir el único instrumento de defensa de los trabajadores o reforzar de modo directo o indirecto a quienes más tienen (desregulación laboral, rebajas de impuestos), o darles más recursos a quienes protegen sus intereses aún por la fuerza (más presupuesto en seguridad). Siguen siendo los mismos de siempre, Alsogaray con otras caras.
—Veo que captó la onda.
—Gracias. ¿Y si miramos hacia atrás?
—Ahí se hace una fiesta. Aunque mire la hora, mejor lo dejamos para otro día.
—Pero anótelo, porque usté después se olvida.
—Déle, ¿la seguimos en quince días?
(*) Artículo publicado en el quincenario Análisis de la Actualidad de Paraná este jueves 25 de julio.
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