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LA CARU Y EL VERDADERO ESTADO DE LAS AGUAS

El Uruguay no es un río

Ahora que Botnia-UPM ya no le interesa a nadie, quizás sea buen momento para empezar a discutir sobre el verdadero estado del río Uruguay y sus reales fuentes de contaminación. Y sobre la CARU. Por ejemplo, hablar sobre la cantidad de fósforo en el agua, cada vez mayor por la actividad agrícola en la cuenca, y que proviene en un 70% de la parte alta, del Brasil… que no integra la CARU. “Por más gestión ambiental que hagamos en esta parte, si no se toman medidas compartidas, no alcanza para nada”, se sincera el ex secretario de Ambiente de Entre Ríos, Fernando Raffo. La CARU sigue sin informar el verdadero estado de las aguas y a nadie le importa demasiado, como tampoco que la CARU siga siendo un organismo burocrático, sin participación ciudadana, pese a los tratados internacionales firmados por los tres países, los cuales establecen que “el mejor modo de tratar las cuestiones ambientales es con la participación de todos los ciudadanos interesados”.

 

Por AMÉRICO SCHVARTZMAN (*)

 

“El Uruguay no es un río, es un cielo azul que viaja”, dice la poesía de Aníbal Sampayo. ¿Quién no escuchó esa hermosa canción? Una de las tantas que el poeta y cantor sanducero le dedicó al “río de los Pájaros”. Pero el Uruguay, el curso de agua que inspiró los versos, hace rato que no es ese cielo azul que viajaba en armonía.

La canción sonó mucho en los años de lucha contra la pastera de Fray Bentos. Pero ahora la planta de Botnia-UPM ya no le interesa a nadie. Ni siquiera a Gualeguaychú, porque pasaron más de diez años y la vida sigue: no murió nadie, no se verificaron las malformaciones y atrocidades anunciadas, las propiedades de los sectores dominantes de la zona valen más que antes y los turistas no vienen, pero por la crecida del río y no por otra cosa. Por todo eso, hoy ya no es tan controvertido decir que la célebre papelera de Fray Bentos no tiene mucho que ver con la situación del río Uruguay.

Mucho antes, ya en los años 90, el creador de ese himno dijo en una entrevista que “la pampa azul del río está contaminada...”. Y en otra canción, menos conocida, titulada “El río no es solo eso”, Sampayo también arriesgaba otra definición: el río no es solo un curso de agua. Es la vida, la diversidad, que irriga a millones que habitan la cuenca, es una forma de vida, una cultura, una comunión de elementos interconectados que no excluye a las personas sino que las integra.

La crisis del río Uruguay está tan a la vista que es difícil verla. Atraviesa lo ambiental, lo social, lo político. Desborda al único organismo a cargo: la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU), donde no está Brasil, pese a que por su mapa pasan dos tercios del recorrido fluvial. Ese organismo, se supone, cuida la calidad de las aguas, pero el verdadero estado de éstas es un misterio.

Las fuentes de contaminación se conocen desde hace años. Pero no se abordan en las políticas públicas. Las ciudades a la vera del río vuelcan en él sus efluentes cloacales e industriales sin tratarlos. Y sus comunidades no tienen injerencia en decisiones que se toman ni acceso a la información.

 

Río trinacional, órgano binacional

“Todas las ciudades en Entre Ríos tiran sus efluentes cloacales en crudo al río” (Gustavo Bordet, actual gobernador entrerriano, cuando era intendente)

 

La CARU fue creada por la Argentina y el Uruguay en 1975, para administrar el tramo que comparten, para un "óptimo y racional aprovechamiento del río". El Estatuto y el Tratado que la rigen no hablan de “sustentabilidad”, pero sí de “conservar los recursos vivos” y “evitar la contaminación de las aguas”.

Pero ¿por qué no está Brasil? Si el río tiene un recorrido de casi 1.800 kilómetros, y casi 1.300 son en territorio brasileño o compartido con la Argentina. El tramo a cargo de la CARU solo abarca unos 500 kilómetros. Es el embudo, el que recibe todo lo que viene de río arriba. El 32% del río corre por territorio brasileño, un 38% es límite argentino con Brasil y un 30% con el Uruguay. Difícil entender cómo se podría “evitar la contaminación” del último tramo sin meterse en los dos tercios del recorrido anterior. Sin embargo la CARU sigue siendo binacional.

La CARU intentó cumplir con su mandato inicial. En 1987 creó el Programa de Calidad de Aguas y Control de la Contaminación (PROCON). En 1994 publicó el resultado de siete años de esa labor, sobre la base de muestras de ocho estaciones en 21 puntos diferentes. Aunque hoy parezca mentira, se incorporaron mediciones diarias, “cada ocho horas en los puntos de riesgo”. Allí ya aparecían las tres principales causas de contaminación: la industrial (metales pesados como cadmio, mercurio y plomo), agropecuaria (plaguicidas) y cloacales. Eso sí, con valores “aceptables”, aunque había puntos donde se violaban los estándares: las zonas de mezcla de las descargas, donde confluyen los tres factores.

Pasaron dos décadas y las poblaciones crecieron, así como el uso generalizado de agroquímicos. El Procon no continuó. Recién en 2002 se intentó un nuevo Plan de Protección Ambiental, surgido de un convenio entre gobiernos municipales de ambas márgenes y la CARU. Ese Plan, además, preveía la participación de actores sociales y un sistema de voluntarios, con la Declaración de Río como inspiración. Y entre sus objetivos estaba “sugerir a nuestras Autoridades Nacionales la posibilidad de ampliar el alcance geográfico del Plan”. Pero dos años después llegó Botnia. Y adiós a cualquier estudio.

Datos contaminados

–En esos dos tercios del río donde la CARU no tiene jurisdicción, ¿hay algún organismo que se ocupe de la contaminación?

–Seguramente Brasil lo tiene.

– ¿Pero no tenemos datos...?

– No. Tal vez la CARU los tenga.

– ¿Y las otras provincias argentinas?

– No, no.

¿O desde el Gobierno nacional?

– No.

Es inconcebible ¿no?

– Puede ser… Es que para Entre Ríos, el río Uruguay es CARU.

(Fernando Raffo, secretario de Ambiente de Entre Ríos 2007-2015[1])

En 2004, al inicio del conflicto entre la Argentina y el Uruguay por la instalación de la la planta de UPM en Fray Bentos (la ex Botnia), ambos países acordaron un “Plan de Monitoreo de la Calidad Ambiental del Río Uruguay en Áreas de Plantas Celulósicas”. Ese plan estaba disponible hasta hace poco en la web de la CARU, pero fue eliminado[2].

¿Por qué? La explicación es complicada: se supone que ese Plan demostraría que ni el gobierno entrerriano ni la Cancillería argentina objetaron el desembarco de pasteras. Sin meternos en eso, lo que sí demuestra es que se acordó controlar juntos, “determinar el estado natural del recurso, previo a los emprendimientos”, verificar “la potencial afectación” y evaluar “a largo plazo el impacto de efluentes”. Es una lástima que se haya frenado: al menos sabríamos cómo estaba el río.

Igual, siempre hay datos. En 2003, por ejemplo, se publicó “Contaminación transfronteriza en el río Uruguay.  Descargas cloacales de Colón y Paysandú”, un estudio de la UTN Regional Concepción del Uruguay, que detectó una fuerte contaminación de origen cloacal y sugirió recomendaciones. Conclusiones similares tuvo el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), siete años después: no encontró motivos para acusar a UPM pero sugirió mejorar y sistematizar los estudios. De paso, señaló puntos donde los coliformes fecales superaban lo aceptable. Su ex presidente, Enrique Martínez, dijo que la Cancillería le ordenó “despublicar” el documento[3].

Poco después, en 2010 tras la decisión de la Corte de Justicia de La Haya, los presidentes Cristina Fernández y José Mujica acordaron dos planes para la CARU: uno de vigilancia para la planta; el otro, para control y prevención en todo el tramo compartido del río. Las directivas eran precisas: monitorear “todos los establecimientos industriales, agrícolas y centros urbanos que vuelcan sus efluentes al Río Uruguay y sus áreas de influencia”. Parecía que todo empezaba de nuevo. Y hubo avances: se controló tanto la planta como (a pedido del Uruguay) la desembocadura del río Gualeguaychú. Se formó un Comité Científico con especialistas de ambos países. Se acordó que los resultados debían “ser públicos y accesibles".

Pero eso no sucedió. El sitio de la CARU informa como última actividad un comunicado de 2011, donde desmiente versiones sobre mediciones en Botnia, expresa que el Comité Científico binacional “aún no ha presentado los informes” y que esas versiones “no responden a la realidad”. Se ve que los informes nunca llegaron. De nuevo hubo acusaciones cruzadas y otra vez se ocultaron los datos. Lo cierto es que la CARU “no sabe/no contesta”. Ni siquiera informa si realiza algún monitoreo de la calidad de las aguas, cuyo verdadero estado sigue siendo un misterio.

Todos saben, nadie actúa

"Ya el Uruguay no es un río / a causa del glifosato,

los vertidos industriales / y la cacona que echamos…”

(Cuplé de la murga entrerriana Puntuales pa la Tardanza)

Las fuentes de contaminación del río son señaladas desde hace décadas por técnicos, pero no reciben ningún abordaje por parte de los Estados involucrados. No están previstas en las políticas públicas provinciales, nacionales ni en un plan regional: la mayoría de las ciudades de ambas márgenes siguen arrojando sus efluentes cloacales e industriales al río sin tratamiento alguno. Lo mismo sucede con los agroquímicos que las lluvias “lavan” desde los campos cercanos y terminan en las aguas del “cielo azul que viaja”, todo favorecido por los desmontes costeros.

Como funcionario, Raffo advirtió la gravedad de la situación: “El río tiene fiebre y hay que empezar a tratarlo. El principal problema actual son las floraciones algales”. Que por lo general solo preocupan a los gobiernos cuando llega la temporada estival: los aterroriza la posibilidad de la placa roja en canales porteños con un título catastrófico: “ENTRE RÍOS: CONTAMINACIÓN EN LAS PLAYAS”.

Pero el riesgo no es solo para la actividad turística. “Ha habido episodios de mortandad de peces. Cuando disminuye la calidad del agua no solo afecta la cuestión de la salud humana…” Pero la preocupación principal es que “las plantas de agua potable no prevén este contaminante, que antes no estaba. Las algas se producen por las cuestiones que ya conocemos: sus nutrientes, el fósforo por ejemplo, salen de los fertilizantes de la actividad agrícola, de los efluentes cloacales de las ciudades y de los parques industriales. El fósforo disponible en el agua, que es cada vez mayor por el cambio del uso del suelo en la cuenca, proviene en un 70% de la alta cuenca, del Brasil. La Argentina aporta el 20% y Uruguay el 10%. Por más gestión ambiental que hagamos en esta parte, si no se toman medidas compartidas, no alcanza para nada”, se sincera.

En 2002 el Congreso de la Nación aprobó estudiar proyectos para construir plantas de tratamiento de efluentes industriales y cloacales “en todas las ciudades ribereñas del río Uruguay” y para proponerle lo mismo al Uruguay y al Brasil. En 2006 se pidió por primera vez incorporar a Brasil a la CARU. En 2008, otro legislador volvió a pedirlo y, por primera vez, incluyó a la sociedad civil. En 2009 se reclamó presupuestar las plantas de tratamiento en el plan nacional de obras, cuestionando que algo prioritario y aprobado desde 2002 se postergara “mientras se declama la defensa de nuestro curso de agua”.

 

Sin la gente ¿se decide mejor?

“El mejor modo de tratar las cuestiones ambientales es con la participación de todos los ciudadanos interesados”. (Principio 10 de la Declaración de Río)

La cantidad de principios constitucionales que se violan al negar información y al impedir que la ciudadanía afectada participe de las decisiones sobre la gestión del río compartido daría material para otra nota tanto o más extensa que ésta. Es curioso que los tres países involucrados son firmantes de la Declaración de Río de Janeiro sobre Medio Ambiente y Desarrollo de 1992, cuyo principio 10 busca asegurar que toda persona acceda a la información y participe en las decisiones ambientales. Peor aún: los tres son activos participantes de las reuniones internacionales en que se discute cómo aplicarlo.

La Defensoría del Pueblo de la Nación reclamó públicamente la participación social en la CARU, que aunque lejos de ser el remedio a los problemas, quizás pueda ser el inicio de un camino de soluciones: sugirió “una addenda al Estatuto del Río Uruguay, con el fin de instrumentar mecanismos de participación social dentro del ámbito de la CARU”. Tampoco hubo respuesta. Consultado por este cronista, Leandro García Silva, jefe del Área de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable en la Defensoría del Pueblo de la Nación dice: “En junio de 2012 la Cancillería tomó nota de la recomendación, sin que tengamos noticias, hasta la fecha, de acciones en el sentido de lo recomendado”.

¿Se podrán revertir en los próximos años estas cuatro facetas de una misma problemática? ¿Se podrá reformular la CARU? Si los países firmantes de la Declaración creen sinceramente en la democracia, es sensato exigirles que sean coherentes con lo que firmaron. ¿Será esa la única forma de lograr que se priorice tratar los efluentes antes que cualquier otra obra pública?

Quizás. Tal vez ahora que UPM-Botnia ya no le interesa a nadie haya alguna posibilidad de empezar a hablar en serio del río. Y quizás sea la mejor manera de empezar a reducir la sideral distancia entre discursos y hechos vinculados con el río Uruguay. Esa incoherencia que se expresa en los versos finales que canta la murga, alterando el estribillo de la canción de Sampayo: "Puaj! Puaj! Qué asco que da / el olor de las orillas por el efluente cloacal / Puaj! Puaj! Qué asco que da / denunciamos en La Haya… y no denunciamo’ acá!”

 

 

Documentos y bibliografía consultados

·         “Siete años de estudios en calidad de aguas en el río Uruguay”, CARU. Paysandú, 1994.

·         “Plan de Monitoreo  de la calidad ambiental del río Uruguay en áreas de plantas celulósicas”, CARU. Paysandú, 2004.

·         Declaración conjunta de los Presidentes de la República Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y de la República Oriental del Uruguay, José Mujica Cordano. San Juan de Anchorena. Uruguay. 2 de junio de 2010.

·         “Directivas para el monitoreo conjunto de Botnia – UPM y el río Uruguay”. Ministerio de Relaciones Exteriores. Buenos Aires, 2010.

·         “Planes de monitoreo”. CARU, 2010-2011. Disponible en  http://www.caru.org.uy/web/actividades/planes-de-monitoreo/

·         “Contaminación transfronteriza en el río Uruguay.  Caso de estudio: descargas cloacales de Colón y Paysandú”. Grupo de Estudio de la Contaminación del Río Uruguay (GECRU) de la Universidad Tecnológica Nacional, Regional Concepción del Uruguay. Julio Cardini y Alejandro Zabalett.) Concepción del Uruguay, 2003.

·         Informes 2008 -2010 del INTI sobre su Plan de Monitoreo de la calidad del recurso hídrico en el Río Uruguay. Buenos Aires, 2010.

·         Entrevista al entonces intendente concordiense Gustavo Bordet (2008). Disponible en http://www.elheraldo.com.ar/ver_suple.php?id=843

·         Entrevista a Anibal Sampayo en Revista “Folklore”, Nº 96 del 15 de junio de 1966, pág. 18. Ed. Honegger S.A. Buenos Aires.

·         Entrevista a Aníbal Sampayo en diario regional Hoy, 1994. Concepción del Uruguay

·         Archivo de la Cámara de Diputados de la Nación.

·         Resolución DPN Nº 40/12 sobre participación ciudadana en el monitoreo del riesgo de contaminación ambiental en el Río Uruguay. Defensoría del Pueblo de la Nación Argentina.

[1] Entrevista realizada por este cronista en diciembre de 2015.

[2] Y 3 Como todo documento público, deberían estar accesibles a la ciudadanía; por esa razón decidí subirlos a la web.

 

(*) Periodista de El Miércoles Digital. Docente. Licenciado en Filosofía. Autor de Deliberación o dependencia. Ambiente, licencia social y democracia deliberativa (Prometeo 2013).

 

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