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OPINIÓN

“Sin inmigrantes, no hay Estados Unidos”

Tras el endurecimiento de las políticas migratorias de Donald Trump, las noticias de las racias masivas en Los Ángeles y en otras partes de ese país llevaron a masivas manifestaciones simultáneas. El autor del siguiente texto es un entrerriano que vive hace décadas en EEUU, "este país no puede funcionar sin inmigrantes. No es una opinión: es un hecho económico", sintetiza con total pragmatismo al debate que atraviesa a la sociedad norteamericana y repercute en otras partes del planeta.

 

Por GERMÁN ANDRÉS NOBILE (*)

He llegado a un punto de quiebre. Me pregunto si tiene sentido seguir creando arte, porque ¿qué es el arte sino un reflejo del mundo que habitamos? ¿Y qué pasa cuando ese mundo —la democracia más antigua que existe— comienza a desmoronarse ante nuestros ojos?

Los Estados Unidos de América han sido durante mucho tiempo un modelo para otras naciones —incluido mi país de origen— al momento de establecer valores democráticos basados en la libertad, la equidad y la inclusión. En su esencia, esta democracia se fundó para proteger a todas las personas que viven en esta tierra, sin importar su estatus legal. Pero hoy, esos principios están siendo pisoteados.

Estoy indignado. Y tú también deberías estarlo.

Los inmigrantes —documentados o no— no son el enemigo. Son el motor de este país. Limpian nuestras escuelas y edificios, cultivan y preparan nuestros alimentos, cuidan a nuestros niños y a nuestros ancianos, y hacen los trabajos que otros simplemente no quieren hacer. No están “quitando” nada: están sosteniendo a los Estados Unidos con sus manos.

Y aun así, en lugar de gratitud, reciben odio. Demonización. Persecución. Y todo esto está siendo alimentado y normalizado por un hombre que ha demostrado, una y otra vez, que no está capacitado para liderar.

Estoy cansado de oír que “rompieron la ley”. ¿Qué ley es más sagrada que la dignidad humana? ¿Qué crimen es huir del hambre, la violencia o la persecución en busca de una vida mejor?

Donald Trump ha dejado una estela de destrucción: en los negocios, en la política y en el espíritu nacional. ¿Quién, sino Trump, podría llevar a la bancarrota dos casinos? ¿Quién podría sentarse ante un grupo de banqueros que le explican que está arruinado y aun así no entender la gravedad de su situación?

Esto ya no es un tema partidario. Es un tema de carácter. De verdad. De supervivencia.

Las mismas personas que atacan a los inmigrantes jamás aceptarían hacer el trabajo que ellos hacen: jornadas largas, trabajo físico desgastante, por salarios apenas suficientes para sobrevivir. ¿Enviarías a tu hijo a trabajar en una lechería por $10 la hora? ¿A un matadero donde se sacrifican cientos de animales al día? ¿A limpiar pisos o cosechar bajo el sol abrasador?

Migrantes abordan un avión militar en el que serán deportados de EE.UU. Cuenta de X de Karoline Leavitt, secretaria de Prensa de la Casa Blanca.

La crueldad de este discurso solo es comparable con su hipocresía. Muchos inmigrantes llegaron legalmente. Muchos solicitaron asilo. Muchos fueron patrocinados por familiares o empresas estadounidenses que necesitan desesperadamente su mano de obra. Sin embargo, los tratamos como criminales, como una carga, cuando en realidad son quienes sostienen nuestra economía.

Estoy cansado de oír que “rompieron la ley”. ¿Qué ley es más sagrada que la dignidad humana? ¿Qué crimen es huir del hambre, la violencia o la persecución en busca de una vida mejor?

Este país no puede funcionar sin inmigrantes. No es una opinión: es un hecho económico. Y si dices preocuparte por la economía, por la ley, por el futuro de América, empieza por aceptar esta verdad: los inmigrantes no son la amenaza. El odio lo es.

Yo llegué a este país legalmente hace 30 años. Hice los trabajos que nadie quería hacer. Construí una vida. Creí en este país —y aún creo—, pero no puedo quedarme callado mientras personas como yo son demonizadas y descartadas.

A quienes todavía apoyan este movimiento peligroso —esta secta de odio, arrogancia e ignorancia—: qué vergüenza. No solo están traicionando a sus vecinos, están traicionando el alma misma de esta nación.

Al final del día, siento tristeza. Tristeza profunda. No solo por el sufrimiento que veo, sino por lo que estamos permitiendo que ocurra.

Pero no voy a callarme. Y no voy a dejar de crear —ni arte, ni palabras, ni resistencia. Porque callar ante la injusticia es ser cómplice de ella.

Estados Unidos, somos mejores que esto. Tenemos que serlo.

 

(*) Germán Nobile es oriundo de Gualeguaychú, hace casi 30 años vive en Estados Unidos. Es Criminologo, analista político y especialista en política estadounidense. Colabora regularmente con medios internacionales.

Ilustraciones: CNN en español y El Mundo.

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